27/03/2024
12:53 AM

José Aguilar ya graduó a cuatro hijos y ahora aprende a leer y escribir

Este guardia del Primero de Mayo tiene, a sus 46 años, el anhelo de convertirse en estudiante.

Se cuela en las aulas del Primero de Mayo y sus compañeros son estudiantes que por su edad pueden ser sus hijos. Su deseo es seguir aprendiendo a pesar de que hace poco, a los 46 años, supo leer y escribir.

José Aguilar ha sido guardia de centros educativos durante 20 años, pero nunca había asistido a una clase.
Muy temprano por la mañana, José sale de casa en una vieja bicicleta para recorrer, con mochila en la espalda, aproximadamente cinco kilómetros desde Río Blanco hasta su punto de trabajo en la colonia Fesitranh.

En 2009 entró a trabajar en el Primero de Mayo. Tres años después, motivado por la esperanza de al menos aprender a escribir su nombre, le pidió a una maestra que le enseñara a leer.
“Gracias a Dios y a la profesora Conchita ya puedo escribir mi nombre”.

La maestra Lucía Concepción Ramírez se dio a la tarea de que José supiera las vocales y luego el abecedario. Eso costó, pero ahora él ya puede poner su firma: “José”.

Nunca fue a la escuela

De origen humilde, originario de la aldea Camalote, Morazán, Yoro, tuvo que trabajar desde temprana edad.

“Cuando cumplí siete años mi padrastro me dijo que ya no podía seguir manteniéndome porque el plato que me daba se lo quitaba a los 11 hijos que tenía con mi mamá”.

Estos recuerdos lo hacen derramar lágrimas. Se cubre el rostro. Ese fue el momento más difícil de su vida. Los alumnos que casi siempre están a su alrededor se conmueven al conocer la historia de vida del hombre que los cuida mientras están clase.


“Recuerdo que me fui a llorar a un cerro. Me sentía completamente solo y le pedía a Dios que no me desamparara porque tenía que encontrar un trabajo”.

Cuando el resto de los niños de su edad jugaban y se divertían, a José solo le quedaba observar de lejos, pues tenía que ir sembrar maíz y frijoles para ganarse el pan de cada día.

Al cumplir 17 años se mudó con su madre a El Progreso, donde obtuvo su segundo empleo haciendo camas plegables.

“Hasta esa edad empecé a usar zapatos porque ya me daba vergüenza que las muchachas me vieran descalzo y con mucho esfuerzo me compré mi primer par y fue entonces cuando conocí a la mamá de mis hijos”.


Querido por todos

Pasaron nueve años y empezó a trabajar como guardia en el colegio Rómulo E. Durón de El Progreso.

“Esta profesión no es fácil, pero he aprendido a amar lo que hago”. Hubo un momento en el que la buena voluntad no era suficiente, ya que permaneció casi dos años sin empleo por no saber leer.

Sabiendo que debía suplir las necesidades de su familia, les solicitó a las Ver más noticias sobre Honduras