17/04/2024
07:49 AM

'El amor de mis hijas me mantiene viva”, paciente con cáncer

Un cáncer la tiene amenazada de muerte desde hace más de dos años, pero Waldina Tovar trata de vivir con entusiasmo cada día.

“No será que me quieren tomar las últimas fotos en vida”, dijo a manera de broma Waldina Tovar cuando llegamos para la entrevista a su casa de la colonia Monte María de Villanueva, Cortés. Luego sirvió en la mesita de la sala unos bocadillos que ella misma preparó y se sentó en un sofá cerca del ventilador para acaparar más aire.

Ese día le pidió al Señor que le permitiera estar recuperada y a su hija mayor Vanessa, que la llevara al salón de belleza, pues quería reflejar fortaleza ante la enfermedad que la tiene amenazada de muerte desde hace más de dos años.

Ni los médicos que la atienden se explican cómo es que ha vivido tanto tiempo con un tumor maligno en uno de los conductos que llevan la bilis desde el hígado hasta el intestino delgado. Cuando se lo detectaron le diagnosticaron que no viviría más de seis meses y resulta que lleva ya sobre tres años sin dejarse doblegar.

El vía crucis

“Empecé con dolores en la espalda, me decían que era la menopausia pero un examen reveló que había un problema con el hígado. Me puse amarilla porque el hígado no drenaba la bilis, que ya había comenzado a contaminar todo el cuerpo”, relata.

El cirujano Owen Pineda le hizo una operación exploratoria mediante la cual detectó el tumor maligno pero no lo quiso extirpar porque eso hubiese acelerado la muerte de la paciente.
“Solo queríamos ponerle la palabra cáncer con la muerte. Tras escucharla, Waldina más bien dio gracias a Dios porque la escogió a ella y no a una de sus tres reinas para ponerle la dura prueba.

Incluso, los médicos le aconsejaron que buscara también tratamiento psicológico para que no llegara a deprimirse cuando se le cayera el cabello a causa de las ‘quimios’. “Y qué importancia tiene que quede pelona”, dijo la paciente quien finalmente decidió buscar la fortaleza que necesitaba para no deprimirse: en su fe y en sus hijas.

No era fácil porque se trata de un cáncer distinto a otros que avanzan en forma lenta y silenciosa. Faltaba además practicarle a la paciente un drenaje biliar que se realiza desde la piel atravesando con una aguja la pared torácica o abdominal hasta entrar en la vía biliar.

Ella se opuso al principio al darse cuenta de lo doloroso e incómodo que era el procedimiento pero por fin accedió cuando uno de los doctores que la asisten le advirtió que de no hacerlo la bilis podría subir al cerebro y acelerar su muerte.

La radióloga oncóloga Mirna Alvarenga hizo el procedimiento en forma exitosa, pero resulta que cuando llegaba el tiempo de reemplazarlo por uno interno mucho más complicado, el dreno salió por sí solo no se sabe cómo, dijo Waldina.

La atendieron de emergencia para retirarle las guías metálicas que se le salían del cuerpo pero se resistió a que le pusieran el “stent” interno para sacar la bilis causante de su ictericia. Se arriesgó a una recaída severa pero la misma no sucedió aunque ella continuó soportando las crisis propias de la enfermedad.

Dice que le hicieron 27 radiaciones y otras tantas quimioterapias que soportaba con valor pensando en sus hijas. “Había días que no me podía ni parar y noches que tenía miedo cerrar los ojos pensando que al día siguiente ya no los abriría”.

Está consciente que puede perder la batalla contra la muerte, pero eso no la agobia porque la enfermedad le ha enseñado a valorar cada día que sigue viviendo con un diagnóstico mortal.
“Yo estoy lista, solo le pido a Dios que le dé fortaleza a mis hijas para cuando eso suceda. Ellas son la razón por la cual sigo viva”.

Su madre no soportó y murió

En los momentos críticos de la enfermedad, Waldina siempre tuvo también a su lado a su madre, quien murió de un infarto hace tres meses al no soportar el sufrimiento de su hija.
Doña Norma Tovar siempre le pidió a Dios que se la llevara antes que a su hija porque no iba a soportar el dolor de enterrarla.

“Dios la escuchó y se fue primero. Ahora solo me queda el consuelo de mis hijas. Mi último cumpleaños no lo pude celebrar porque me puse mal de pensar que era el primer cumpleaños que pasaba sin mi mamá”, comenta Waldina.

Antes de la entrevista, Waldina estuvo postrada cuatro días. Siempre sucede que hay días que se sienta mal y otros peor, pero siempre trata de mantenerse activa para no dejarse vencer por el decaimiento.

Sabe que el cáncer se alimenta del estrés, por eso trata de estar siempre relajada y alegre en lo que puede, según dice.

Sus hijas dicen que muchas personas llegan a darle aliento pensando que puede estar deprimida, y resulta que son las visitas quienes salen motivadas después de escuchar a la enferma.
A veces la encuentran de buen humor y las hace reír con sus ocurrencias. “Entonces la gente dice: ya volvió la Waldi de antes”.

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