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Irwin Sánchez, el hombre de las 80 cirugías y los 120 injertos

  • 01 diciembre 2012 /

El venezolano Irwin Sánchez resultó con su rostro desfigurado por salvar a un hermano.

Su sueño de ser marino se vio truncado a causa de un accidente que cambió completamente su vida. Ahora Irwin Sánchez está dedicado a dar testimonio por el mundo sobre la dura experiencia que dejó su rostro desfigurado, quemaduras en el 80% de su cuerpo y sus manos atrofiadas.

“No pude ser marino, pero me convertí en un soldado del Señor”, dice Sánchez, originario de Venezuela, al hablar sobre la “prueba de fuego” que lo hizo ver la vida de otra manera.

Ya no se molesta que la gente lo mire con curiosidad morbosa o lo rechace como cuando recién sufrió el accidente en una de las calles de Maracaibo, Venezuela, adonde nació.

La tragedia

Tenía 18 años cuando sufrió quemaduras, en su mayoría de tercer grado, tratando de rescatar a su hermano que había quedado atrapado dentro del vehículo en que ambos se conducían y que fue colisionado por otro carro manejado por una persona en estado de ebriedad.

Venía de despedirse de su abuela porque al día siguiente iba a ingresar a la Marina de Guerra, sin presentir que la tragedia lo esperaba a la vuelta de la esquina.

“Crecí siendo un joven feliz e inquieto, desde muy pequeño mis padres me fueron inculcando lo bonito que es servir. Ya que en la familia había marinos, siempre me decían que cuando creciera también lo sería”.

El día de la tragedia, su hermano conducía tranquilamente cuando de repente su auto fue golpeado en la parte trasera por otro vehículo que a gran velocidad conducía un sujeto completamente ebrio. Del fuerte impacto, el carro de los hermanos Sánchez dio varias volteretas para finalmente estallar en llamas.

Irwin logró salir ileso del carro, pero sabiendo que su hermano quedaba adentro trató de sacarlo a como diera lugar. “Ni tres hombre pudieron detenerme”, dice. Como no pudo abrir la puerta del conductor metió la mitad de su cuerpo por el otro lado para jalarlo, enfrentando a las llamas que se formaron en el interior del auto.

Al ver que corría peligro de morir quemado, un tío suyo lo tomó de los pies y lo puso a salvo aprovechando que el muchacho se había desmayado. “Cuando me ingresaron al hospital, a mi madre la llamaron para darle dos noticias: una que mi hermano había muerto y otra que a mí solamente me quedaban dos horas de vida y que si lograba vivir quedaría ciego”.

El plan de Dios

Pero Dios tenía otros planes para Irwin. “ Me dejó vivir para enseñarles a todos que hay un Dios que vive y que no debemos ahogarnos en pequeños vasos de agua”, dijo.

Tres años permaneció en el hospital, adonde le hicieron 120 injertos y le practicaron 80 cirugías. Había quedado con la piel tan llagada que debían sostenerlo del cabello para sumergirlo en los baños de sal y bicarbonato como parte del tratamiento.

Dentro de todo aquel sufrimiento tuvo la suerte de conocer a la mujer que se convirtió en su esposa. Era una paciente que había llegado al hospital por un problema en la vesícula, por eso Irwin dice que ella “salió sin su vesícula pero bien casada”.

La gente decía que estaba loca por haberse fijado en un hombre que tenía el rostro completamente cicatrizado, pero ella no hizo caso. “Sabía que hay otras personas que tienen las quemaduras por dentro”.

Al salir del hospital, Irwin tuvo que enfrentar otra dura prueba: el rechazo de la sociedad por su aspecto físico. Si en un bus se sentaba al lado de otra persona, esta se movía rápidamente para otro asiento, comentó.

Sin embargo, no era hombre que se dejaba vencer fácilmente. Escribió su primer libro de superación personal cuando nadie creía que lo podía hacer. También estuvo en Estados Unidos, adonde hizo de todo: limpió pisos, trabajó de mesero y lavó autos demostrándose a sí mismo, y a los demás, que podría salir adelante. Ahora es pastor.

Su experiencia y el éxito de su vida se resume en su último libro “Una prueba de fuego” relacionado con el trágico episodio en el que arriesgó su vida por su hermano sin saber que ya estaba muerto.