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Cristina, 'caprichosa y obsesionada con el poder”

  • 08 julio 2012 /

El libro “Cristina, toda la verdad sobre la presidenta”, evidencia sus exigencias, lujos y hasta su prepotencia.

Antes de su llegada a cualquier país, su equipo debe asegurarse de que tendrá a su disposición una cinta para caminar, una bicicleta, una tostadora, un exprimidor de frutas y pan de salvado que importa de su país y que nunca debe faltarle.

También es más que probable que alguno de sus subalternos tenga que acudir a horas intempestivas para comprarle a ‘La Señora’ -como la conocen en los pasillos de Casa Rosada- un bolso a juego con el modelo que quiera lucir ese día. Caprichos más propios de una estrella de rock que, al parecer, corresponden a Cristina Fernández de Kirchner, la presidenta de Argentina.

Son detalles que cuenta Sylvina Walger, periodista y socióloga por la Universidad Autónoma de Buenos Aires, en el libro Cristina, toda la verdad sobre la presidenta (Ediciones B), que presenta estos días en España. “No es una biografía”, insiste Walger a ElMundo.es y afirma que se guarda “mucho de lo malo”.
Prepotencia

Aún así, la retrata como una mujer “obsesionada con el poder y con su aspecto” - “nací maquillada”, ha bromeado la propia Kirchner en ocasiones-, que en un tiempo fue simpática pero que “se ha convertido en un ser absolutamente desagradable y que humilla a la gente”.

Walger -vaya por delante que no es partidaria de los Kirchner-, repite una frase que le dijo una de las personas que trabajan con la mandataria para definirla.

“Es una mujer educada. Jamás le oí un grito ni una palabra más alta. Eso sí, si me ve por la calle no sabe quién soy, porque no te mira, te ignora. Para ella, no eres nadie’”. “Tiene obsesión por la cadena nacional. La usa a todas horas. Al estilo Franco o Perón”.

Dicen los terapeutas que padece de falso self, que se cree alguien que no es. En sus apariciones públicas trata de dar una imagen amable, una suerte de ‘Cristina en el país de las Maravillas’ que intenta transmitir una buena noticia cada día, a pesar de que los indicadores extraoficiales apuntan a que los argentinos están cada vez peor y que 13 millones viven en la pobreza, como en la última y peor época del Gobierno de Menem.

Y añade que “basa su gobierno en una cultura del miedo. Sus colaboradores deben temerla. En Argentina no hay democracia. Lo que hay es una autocracia populista y autoritaria”.


Las Malvinas y la política

La expropiación del 51% de las acciones de YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales) a la petrolera española Repsol es su último envite a la diplomacia internacional. Pero para Sylvina Walger, el cerebro tras esta operación no es Axel Kicillof, como se ha dicho, sino el verdadero asesor de Cristina, Horacio Verbitsky. “Ése es el que la convenció de lo de YPF. Todo el mundo dice que es Kicillof, pero ella no es tarada. A un tipo de 40 años le hace caso hasta aquí, pero no más. Creo que siempre tuvieron en la cabeza recuperar la petrolera. Hace poco dijo: ‘Me vi obligada a hacer lo de YPF’. Quizás denote un mínimo arrepentimiento, porque la jugada le saldrá mal. No tienen ni una pala para excavar”.

Sobre la reclamación de las Malvinas, Walger sostiene que “la presidenta quiere hacer el juego y ha tenido la suerte de dar con alguien como el primer ministro británico David Cameron, que entra a discutir cosas muy elementales. Con Gordon Brown o Tony Blair no se hubiera atrevido. Pero perderá la partida, porque los malvinenses existen y no le van a dar pie. Las islas son de los isleños”. También señala la periodista que Julio De Vido, actual ministro de Planificación y la única pieza que perdura de los Gobiernos de Néstor Kirchner, se ha querido ir varias veces, “porque ella lo está humillando sin parar”. Pero al último intento le dijo: “’Tú te vas a quedar hasta que yo quiera, porque si no, hablo’. Todo es así.

Con Amado Boudou, el vicepresidente que está siendo investigado por enriquecimiento ilícito, lo mismo. Si a él le pasa algo, larga por la boca, por eso le tiene que proteger. Están todos agarrados, porque el que se va cuenta”.


Matrimonio por conveniencia

“Queríamos cambiar el mundo. Hoy nos conformamos con algo más humilde. Cambiar la Argentina”. Estas palabras pronunciadas por Cristina resumen el objetivo del matrimonio que formaban ella y Néstor, fallecido en octubre de 2010. Una pareja que “entre el poder y la razón o el poder y la justicia, siempre elegirán el poder”, dice un dirigente que trabajó con ambos.

Lo que más ha cambiado en ella es la seguridad en sí misma. Yo cuento una cachetada que le dio, que conozco. Ellos eran una pareja de poder. El amor se acaba cuando él se queda como gobernador en Santa Cruz y ella empieza a vivir en Buenos Aires, en la mejor esquina de la ciudad. Ambos han tenido amantes, pero su proyecto político les obligó a permanecer juntos”, dice Walger. La famosa cachetada que recoge el libro ocurrió una noche de invierno de 2008. “Néstor le habría ordenado a Cristina que renunciara. Ella se negó a hacerlo y lo insultó sugiriéndole que en todo caso se fuera él. Esto le valió, cuentan, que su marido le propinara una sonora bofetada. El golpe fue serio y a Cristina hubo que trasladarla”.

Ahora viste siempre de negro, en señal de luto, aunque sigue cambiándose de ropa tres veces al día y está en la lista de los 10 presidentes más ostentosos del mundo. “El negro sigue siendo Néstor y, sin él, piensa que no es nadie. Se equivoca y las urnas ya se lo han demostrado. La eligieron a ella”, analiza la socióloga.

La venganza

El libro salió en Argentina en 2010. “Se vendió mucho. Triunfó el boca a boca, porque en prensa nadie le hizo mención”, reconoce Sylvina Walger, escritora. “Creo que Cristina lo leyó, por cómo me ha ido luego en mi trabajo. Por ella pasa todo. Sin su permiso no se hace nada en Argentina, eso lo aprendió de su marido. No hay nada que ocurra que no tenga su consentimiento.

Tras su publicación yo tenía apalabrado entrar en una radio, pero cuando se enteraron les dijeron que les retiraban la publicidad. Y dónde estoy ahora, también cambiaron los proyectos por mi presencia”. La autora admite que “no ando jamás por Casa Rosada, porque me insultan. Tengo terror. Me dicen de todo. He dejado hasta de ir al cumpleaños de un amigo porque iban a estar kirchneristas, que me odian”. También ha pensado en dejar el país. “Pensé en irme de Argentina. El problema es que ya tampoco hay España”, dice.