25/03/2024
12:52 PM

Gabriel, el campeón que anda en silla de ruedas

La bala de un delincuente lo dejó en silla de ruedas, pero sacó fuerzas de flaqueza y ahora Gabriel Zelaya es campeón en levantar pesas.

Lejos de frustrarse por haber quedado paralizado de las piernas a causa de la violencia, el progreseño Gabriel Zelaya sacó fuerzas de flaqueza para convertirse en campeón centroamericano de levantamiento de pesas.

Una silla de ruedas y un carácter inquebrantable son sus compañeros desde que dos delincuentes le infirieron un balazo en la columna vertebral para robarle su bicicleta.

Aunque siempre le había gustado ejercitarse para mantenerse en forma, hasta después de aquel incidente desgraciado se entregó de lleno al levantamiento de pesas, como para trasladar a los brazos la fuerza que perdió en las piernas.

Su especialidad es el levantamiento de pecho, que hace acostado, aunque también puede hacer hombros sentado en una banca especial. “Si lo hago en la silla de ruedas, la puedo quebrar”, comenta el atleta de 1.70 metros de estatura.

Su esfuerzo ya fue premiado. En julio pasado, Gabriel ganó medalla de oro en un campeonato de levantamiento de pesas en El Salvador.

Levantó 110 kilos en la competencia en que participaron atletas de todas las categorías, discapacitados y físicamente normales, en representación de Honduras, El Salvador y Guatemala.
La delegación de Nicaragua no pudo llegar porque tuvo problemas de transporte en el trayecto.

Los organizadores del evento invitaron a la Asociación Ribereña de Potencia de El Progreso, que mandó a Gabriel a representarla.

Es un orgullo y una satisfacción para Gabriel Zelaya haber traído una presea que no esperaba ganar porque nunca antes había participado en un campeonato de esa categoría.

Sin embargo, la mejor medalla por su esfuerzo es saber que no hay limitaciones que no se puedan vencer cuando se mantiene la autoestima muy en alto. Nunca sintió complejo ni temor de no poder enfrentarse a la vida con su deficiencia física.

Antes y después

En su vida hay un antes y un después de aquel nefasto 16 de mayo de 2004 cuando fue asaltado, junto con otros dos jóvenes, poco antes de llegar a su casa de la colonia Mangandí.

Gabriel iba con un cuñado y otro amigo empujando a pie dos bicicletas cuando los alcanzaron los dos tipos. “Creíamos que no nos iban a hacer nada, pero de repente uno de ellos disparó y me pegó un tiro en la columna y otro en la pierna. También hirió a mi cuñado. El otro se salvó porque salió corriendo”.

Con aquella lesión que lo dejó parapléjico sabía que ya no podría seguir trabajando en la construcción porque requería estar parado, pero eso no lo desalentó. Decidió aprender el oficio de zapatero y ahora tiene su propio taller para reparar calzado en su casa.

“El suegro de un hermano tiene una zapatería y allí estuve varios días solo viendo. Lo primero que aprendí fue a costurar los zapatos a mano”.

Tampoco decayó su entusiasmo sentimental, pues en esta nueva etapa de su vida se enamoró de María Estela Cano, con quien formó un hogar y ya le dio una hija.

“Esa mujer me ama. Cuando me di cuenta de que estaba embarazada sentí una gran alegría al saber que todavía podía engendrar”, dijo Gabriel, quien había tenido dos hijos con otra mujer antes del asalto.

En el hospital Mario Rivas de San Pedro Sula, donde fue operado tras ser atacado a balazos, no le dieron muchas probabilidades de pararse porque no tenía sensibilidad en las piernas.
Después de operarlo por una lesión que uno de los balazos le causó en el colon, lo despacharon a la casa con una sonda para que pudiera orinar y le dijeron que de él dependía cuánto tiempo la podía tener.

No se afligió tanto porque ya no podría caminar, sino porque le dejaron puesta la sonda sin darle ninguna explicación.

“Comencé a recibir terapia en la Teletón hasta que logré quitarme la sonda porque ya no la necesitaba”, pero aún le faltaba vencer otro reto: pararse. Un hermano suyo le consiguió una silla de ruedas de segunda, pero no se la entregaba porque los médicos le advirtieron al paciente que debía esperar tres meses para intentar levantarse de la cama.

“Dejámela solo para estar viéndola”, le suplicó a su hermano; este accedió, aunque sospechaba que lo que quería era subirse en ella. Así fue. Se aburrió de estar acostado y de repente hizo un esfuerzo él solito hasta que se sentó en la silla.

Al principio le daba miedo salir a la calle en la silla, pero ahora nadie lo detiene. Así fue como conoció el camino al gimnasio que le dio el pase para participar en la competencia en El Salvador.

Todavía tiene la bala

Aunque no podrá caminar, Gabriel se paraba valiéndose de un aparato ortopédico que le dieron en la Teletón por un precio simbólico de tres mil lempiras, pero ya se le arruinó y no puede comprar otro.

Los médicos le dijeron que debe pararse de vez en cuando para que no le salgan úlceras de tanto estar sentado.

Los especialistas le explicaron que no todas las personas parapléjicas tienen el mismo grado de discapacidad.

Todo depende del daño en la médula. él es capaz de engendrar y sentir un pinchazo en el pie derecho porque no perdió la sensibilidad completamente.

Su lesión está arriba de las vértebras S3 y S4, donde todavía tiene alojada la bala porque no se la pudieron sacar en el hospital, relató.

Ahora mantiene repartido su tiempo entre su trabajo de zapatero, el gimnasio y su familia, hablando más de sus triunfos que del asalto que casi le cuesta la vida.

Buscan apoyo para discapacitados

Cuatro asociaciones luchan en El Progreso por que se cumpla la Ley de Equidad y Desarrollo Integral para las Personas con discapacidad. Entre ellas está la Adrodis (Asociación Progreseña de Discapacitados), presidida por Osmar Mejía Mejía, quien hace esfuerzos para formar una sola asociación nacional, expresó.

Adrodis brinda ayuda a sus afiliados mediante alianzas con organizaciones de beneficio social como el Club Rotario, que obtiene apoyo de otras organizaciones internacionales.

Agregó que el 10% de los hondureños, niños, jóvenes y adultos, tienen Ver más noticias sobre Honduras