22/04/2024
10:20 AM

'Mi mujer se queja porque no paso tiempo en casa”: Raúl Ugarte

Incluso los domingos, la noche sorprende trabajando al doctor y alcalde de Pimienta, Raúl Ugarte, el personaje de nuestros Relatos Urbanos de hoy.

Al doctor Raúl Ugarte le han aconsejado en broma que mejor lleve la cama a la Alcaldía porque no sale de la Municipalidad ni los domingos tratando de llevar bienestar a los pobladores de Nueva Pimienta.

Desde hace diez años, el médico salubrista está al frente de los destinos del municipio con menos ingresos del departamento de Cortés, al cual ha logrado darle un nuevo rostro con la ayuda de organizaciones internacionales.

Ugarte combina su labor de director del centro de salud local con la de alcalde a fin de hacer un solo paquete de beneficios para los pimenteños, quienes dicen que están dispuestos a reelegirlo cuantas veces se pueda.

El hecho que en el municipio no haya mortalidad en niños menores de cinco años por enfermedades infecciosas no es pura coincidencia. Se debe a las labores de prevención que ha aplicado el alcalde en materia de salud y construcción de obras.

“No se puede hablar de hacer cunetas o de perforación de pozos sin pensar en dengue o en contaminación”, dice el funcionario, originario de Choloma, a quien el destino llevó a vivir a Pimienta hace 18 años.

Más que hacer obras físicas le gusta hacer labor social con el fin de dar respuesta a los problemas de salud y a la crisis que abate a la mayoría de los vecinos.

“A muchos alcaldes no les gusta hacer labor social porque esto requiere mayor sacrificio y no hay rebusca. Prefieren las obras de infraestructura en las que el que vende la arena o los bloques les da su tajada”, expresó.

Su despacho en la Alcaldía se convierte en consultorio gratuito cuando sus pacientes no lo encuentran en el centro de salud y van a buscarlo a la Municipalidad. De su gaveta saca el estetoscopio para hacer el reconocimiento físico de los enfermos mientras sigue despachando asuntos inherentes a su función de alcalde.

Si no está en la Alcaldía o en el centro de salud es porque anda embalsamando un muerto o gestionando el traslado a la Liga contra el Cáncer de alguna mujer a la que se le detectó la enfermedad. “Mi mujer se queja porque no paso en la casa”, dice. También maneja un programa de control de embarazo en adolescentes a las que además se les brinda ayuda psicológica. “Muchas son niñas menores de 15 años que ni siquiera han tenido la oportunidad de disfrutar el sexo porque son víctimas de abuso a temprana edad”, lamenta Ugarte.

Algo que alaban los vecinos es que en el municipio no hay una sola pulpería que pague el llamado impuesto de guerra a los mareros. Ello se debe en gran medida a que el alcalde ha estado rescatando a los jóvenes pandilleros a quienes les da trabajo y hasta becas para que estudien.

Un caso especial es el de un muchacho que había caído en las garras de las drogas, pero que el alcalde descubrió que era muy inteligente. Ahora estudia ingeniería y es el jefe de proyectos de la Municipalidad.

Ugarte, de filiación nacionalista, llegó a ser alcalde más por su trabajo social que por política, pues salió electo por primera vez representando a un movimiento chico como el de Carlos Kattán. La vicealcaldesa, Juana Yanes, recuerda que el hombre andaba tocando puertas en busca del voto, cargando su inseparable maletín de médico que iba lleno de medicinas y regresaba vacío.

“Soy bailarín de primera marca, no parrandero”

Sería porque Raúl Ugarte estudió en un colegio nocturno que maduró a temprana edad, pues a los 16 años se fue solo para Tegucigalpa a estudiar medicina.

Como sus hermanos mayores resultaron desastrosos para el estudio, su padre los metió a todos en el mismo costal y los puso a estudiar en colegio nocturno, dijo.

Sin embargo, esa experiencia resultó positiva para él, ya que sus compañeros adultos lo amenazaban con pegarle una paliza si no sacaba buenas notas, como si fuera su hijo.

Ahora se jacta de que ningún profesor se dio el lujo de aplazarlo ni en el colegio ni en la universidad.

Siendo estudiante era amante del baile, pero no de la parranda, ya que no tomaba licor ni fumaba.

“Soy bailarín de primera marca, pero no soy parrandero. A los bailes iba cuando ya había terminado mis exámenes en la universidad”.

Dice que era merenguero y salsero de primera, pero que ahora solamente baila con los viejitos, haciendo alusión a las personas mayores que se benefician con su labor social.

A Pimienta llegó por casualidad. Cierta que vez que pasaba por el lugar vio un rótulo que decía: “se vende casa”, y entonces decidió comprarla. No se imaginó que pocos años después lo vecinos del municipio lo elegirían como su alcalde. Cuando se vino el huracán Mitch se dio a conocer como benefactor de los pobres, metido en las inundaciones tratando de aportar su granito de arena como médico. Gracias a su labor, ahora Pimienta se convierte en un macroalbergue cada vez que llegan las inundaciones.