22/04/2024
08:05 PM

Don Martín, el rey de las baleadas nocturnas en San Pedro Sula

Desde hace 15 años permanece en la misma cuadra de la avenida Circunvalación.

Se baja y estaciona el viejo automóvil celeste metalizado que a su vez hace de puesto de ventas, siempre en la misma calle desde hace 15 años.

Una viñeta en su vehículo -“Llegó el negro”- les da la bienvenida a los clientes que uno a uno llegan para deleitarse con unas buenas baleadas .Desde las seis de la tarde, el primo o Martín, como muchos lo conocen, es un personaje del circuito nocturno sampedrano.

Este padre de cuatro hijos ha sacado a su familia adelante gracias a la venta de baleadas.Martín Vélez no solo es conocido por las deliciosas baleadas, sino por su amabilidad, generosidad y don de gente.Cada cliente de Martín es ganado por el buen servicio que brinda.

“El cliente es lo primero”, asegura. Para él, la intervención de Dios ha sido fundamental para lograr que sus baleadas sean todo un éxito.En 1997, la empresa para la que laboraba no le ofrecía medios para superarse. El dinero no alcanzaba y sus dos hijos mayores -de los cuatro que hoy tiene- tenían necesidades que había que cubrir. Entonces surgió la idea. Comenzó junto con su esposa preparando burritas y baleadas, que luego vendía a sus compañeros de trabajo.

Al ver que la venta de alimentos era redituable, decidió trabajar por sus propios medios y aventurarse como microempresario. Si bien su esposa estaba nerviosa, por temor de que no les fuera bien, él asegura que siempre estuvo optimista. “Me traje un saco de harina y empezamos a trabajar”. Martín se transportaba en bicicleta. “Un día de casualidad caí en la discoteca Confetis y allí me ayudaron a ubicarme”.

El rey de la noche

Han pasado 15 años. Martín asegura: “Logré hacer lo que quería, tener un techo para mis hijos”.Durante más de una década ha permanecido en la misma cuadra, en la avenida Circunvalación , a un lado de la gasolinera Texaco, cerca de la Fuente Luminosa de la 105 Brigada de Infantería.

Martín se transformó en un personaje indiscutible de la vida nocturna sampedrana.Su puesto de baleadas era la parada obligatoria de los jóvenes que salían de la discoteca. Aún hoy, quienes salen por la noche compran las baleadas de Martín, ya que permanece hasta muy tarde vendiendo su producto.

Si bien el cierre de la discoteca afectó un poco las ventas, Martín mantiene su clientela desde hace muchos años.Los alumnos de la Universidad Privada de San Pedro Sula son asiduos compradores de sus baleadas y se ha hecho tan popular entre ellos que hasta le hicieron una página de Facebook en su honor.

A pesar de que Martín labora en la calle hasta bien entrada la noche, nunca tuvo problemas. “Todos me conocen. Les doy gracias a mis clientes y al personal que trabaja por aquí”. Los guardias de la zona colaboran para que si se presenta una situación incómoda no pase a mayores; “me siento más seguro aquí que en mi pueblo”.

Comparte con sus clientes

Una de las cosas por las que Martín es muy querido, además de vender ricas baleadas, es su corazón generoso. Siempre tiene una atención para quienes llegan a comprarle y asegura que da porque Dios después lo bendice.“Lleven dinero o no lleven, mi atención con los clientes es la misma. Mi lema es atenderlos”, dice.

Para cada festividad, Martín les prepara algo especial. Para Navidad, por ejemplo, regala tamales y para Semana Santa les prepara mieles.Celebró su cumpleaños a lo grande este mes. Preparó arroz con pollo y en un gesto de agradecimiento para su fiel clientela les regaló a todos los que llegaron.

Su vida

Martín Vélez llegó a la ciudad hace 22 años. “La doña me jaló”, dice. Él y su esposa Santos Isabel García son originarios de Olanchito. Debido a una separación temporal de la pareja, Isabel viajó para continuar su vida en San Pedro Sula.

Fue así que el destino quiso que la familia se radicara en la capital industrial. En aquel entonces, el matrimonio tenía solo a su hijo Marco, quien hoy en día tiene 23 años y está por graduarse.Además de Marco tienen a Martín (20), Kathya (15) y Ramón (13).

Nada ha sido fácil en la vida de Martín, pero asegura que con sacrificio y ganas de trabajar todo se puede lograr. “El camino está hecho”, les dice a sus hijos.“Tengo todo lo que quiero”Para el tradicional vendedor de baleadas, lo material no es lo más importante. Su objetivo principal es ver triunfar a sus hijos, por quienes hace su mayor esfuerzo.

Gracias a su puesto de baleadas, Martín cambió la bicicleta con la que trabajaba por un carrito que le sirve para trabajar. Con él se transporta y hasta tiene un televisor y equipo de sonido en el maletero “para no aburrirse”. Aunque esto último es difícil que suceda, ya que cada cliente que llega por su baleada se queda conversando con Martín, que es buen platicador.

Tal es el cariño de sus clientes, que le hacen regalos y lo aconsejan.‘‘Me dicen que soy conformista, pero no quiero más; ya tengo mi techo y en qué transportarme. No ocupo más”, dice.“Nos conocemos desde hace mucho tiempo. Es una persona llevadera, honrada y luchadora.

Todo el mundo lo admira por el esfuerzo de su trabajo; es una persona que da sin pedir nada a cambio”, cuenta Nelson Paz, motorista que siempre le compra baleadas a Martín.

Además de tener buena mano para preparar las famosas baleadas -exitosas debido al original aderezo que agrega-, tiene habilidad para las plantas. En su tiempo libre riega y cuida su jardín como una afición.Sus baleadas son tan famosas que Martín ha hecho envíos a Estados Unidos.A muchos turistas de distintas partes del mundo los llevan a comer sus baleadas, “una vez vinieron unas suecas y les encantaron mis baleadas”, relata.