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La bestia que devora sueños

  • 27 noviembre 2011 /

Es el tren que usan los indocumentados centroamericanos para cruzar el territorio mexicano como paso obligado a EUA.

No es un tren, sino varios: una seguidilla de diez o quince que -según el punto de la frontera mexicano-estadounidense por el que elijan cruzar hacia el norte- toman miles de migrantes indocumentados centroamericanos para atravesar México.

Lo llaman “La Bestia” o el convoy de la muerte y lo abordan los sin papeles que van en busca del “sueño americano”, en su mayoría procedentes de Guatemala, Honduras y El Salvador.

Viajan entre vagones y sobre los techos, sin luz y con hambre. Una travesía que entraña riesgos de toda clase: desde asaltos violentos a accidentes en las vías, abusos sexuales y, cada vez más, secuestros y muertes a manos de organizaciones criminales en territorio mexicano, que –según las denuncias de organismos de derechos humanos- no distinguen género ni edad.

Es difícil saber cuántos sin papeles viajan cada año en el llamado “tren de la muerte”.

El director de cine Pedro Ultreras, mexicano residente en Estados Unidos, decidió retratarlo en su documental “La Bestia”, para lo que debió montarse en el tren como tantos otros. “Sufrí también los abusos de las autoridades, aún con la ventaja de que yo podía irme a mi casa en cualquier momento. Me acusaron de invasión a la propiedad privada federal, me interrogaron, me trataron con el típico juego psicológico con que intimidan a la gente”, relató el cineasta en Los Ángeles.

La odisea comienza en la frontera sur de México con Guatemala, donde muchos cruzan el río Suchate por balsa y luego caminan casi 300 kilómetros hasta montarse en el primer tren, que en el pasado llegaba a la fronteriza ciudad de Hidalgo hasta que un temporal, en 2005, arruinó la infraestructura.

Luego, durante semanas, los migrantes pasarán de tren a tren, subiendo en movimiento y buscando su rincón sobre los techos o entre los vagones.

Muchos prefieren dormir junto a las vías porque temen perderse el paso del próximo convoy: cada día cuenta en una travesía en la que no llevan más que lo puesto y el hambre hace mella conforme pasan los kilómetros.

Los peligros los acompañan sobre los vagones y en las paradas en medio de la nada: desde ataques de abejas en la selva chiapaneca a asaltos a punta de metralleta o machete. “Somos el tiro al blanco de todo, sufrimos frío, hambre, lluvias. Es el tren de la muerte”, dijo Juan Matamoros, un hondureño a quien Ultreras encontró en el camino.

En México, por donde transitan sin la visa requerida, la amenaza de los maleantes supera al temor por posibles controles migratorios.

“Me robaron todo… me metieron la pistola en la boca, me decían que la mordiera para que viera que era de verdad. No tuvieron compasión de nada”, relató el hondureño José Guardado, quien perdió una mano en un intento de cruce anterior y quería llegar a Estados Unidos para que le pusieran una prótesis.

Eva García Suazo vio truncada su travesía, no por el miedo o por los asaltos, sino por el mismo tren: perdió el equilibrio y las ruedas metálicas le devoraron las dos piernas.

Algunos migrantes pierden el equilibrio o se caen del tren cuando se quedan dormidos. “Me quedé solita, tirada ahí en el puro monte a las dos de la mañana. Cuando me rescataron estaba inconsciente”.