17/04/2024
02:23 PM

Pareja de invidentes hondureños guiados por la luz del amor

Sergio Puerto y Roxana Castillo viven juntos desde hace dos años y sobreviven por su propio esfuerzo.

    Camina casi pegada a la pared, con sus manos va palpando todo lo que encuentra a su paso. Roxana Castillo (24) no necesita bastón, pues conoce cada rincón de su casa de paredes caretas y desnudas en el barrio Libertad de San Pedro Sula, donde vive junto a Sergio Puerto (37) su compañero de hogar. Ninguno de los dos puede ver, pero se guían mutuamente por el mundo de las sombras.

    Se conocieron en la escuela para ciegos Luis Braille hace tres años. Con humor él recuerda que se enamoró de Roxana por su temperamento fuerte.

    “Ella tenía un tono de voz enojado, y no era coqueta, eso fue lo que me gustó. Me costó conquistarla, pero lo logré”, recordó entre risas.

    Al poco tiempo de vivir juntos nació el pequeño Isaac, quien ahora tiene año y medio y se ha convertido en la luz de sus padres.

    “Teníamos miedo que el bebé naciera cieguito, pero gracias a Dios él está sano. Necesitábamos un par de ojitos para ver el mundo y ya los tenemos”, dijo con alegría la amorosa madre mientras acariciaba con delicadeza el rostro del pequeño, que dormía profundamente sobre sus piernas.

    El inquieto Isaac ya comienza a dar pasitos y aunque sus padres no lo pueden ver, escuchar el sonido de sus zapatitos pegando contra el suelo, les provoca sonrisas.
    “Costalito siga, usted puede”, le dice Sergio a su primogénito, para animarlo a andar solo.

    Los días de Roxana son exhaustos, pues le toca hacer los quehaceres de la casa como lavar, planchar, cocinar, barrer. Además pasa pendiente de las travesuras de su pequeño.

    “La gente nos pregunta cómo haremos cuándo él comience a caminar para saber adónde está si no lo podemos ver, yo les digo que ese no será problema, ya que le compraremos unos zapatos que tengan pito, así sabremos siempre dónde está”, explicó.

    Al preguntarle si le gustaría ver a su pequeño, respondió con nostalgia: “Sí, pero sé que es imposible, por eso evito pensarlo. Por lo que he percibido cuando lo toco sé que es cachetoncito, de ojos grandes y que tiene una nariz pequeña; además la gente me dice que es muy bonito”.

    Ambos quedaron ciegos por distintas circunstancias. Sergio tenía tres años y medio cuando el glaucoma -una enfermedad de los ojos- le afectó su visión. Lo operaron pero sin éxito, por eso tiene escasos recuerdos de cómo son las cosas que están a su alrededor.

    Ella confesó que en ocasiones él le pide que le describa cómo es la luna, las estrellas, los animales y otras cosas, para hacerse una imagen.

    “Yo le digo que todo es lindo. A veces cuando escucho en la televisión que el cielo está estrellado, salgo afuera sin que él se dé cuenta y volteo hacia arriba e imagino que estoy viendo la luna grandota y brillante”.

    Roxana tiene más recuerdos, porque tenía seis años cuando un niño jugando le enterró la navaja de un cortauñas en el ojo derecho. “En el momento solo sentí un gran dolor. Al ponerme las manos vi caer mucho líquido. Me llevaron al hospital Mario Catarino Rivas, pero allá, no sé por qué razón, el doctor me operó ambos ojos. Me dijeron que no se podía hacer nada más”, relató con tristeza.

    Al año del accidente, su padre, un coronel retirado, murió de un infarto. Nunca pudo superar que su única hija se hubiera quedado ciega, afirmó Roxana.

    “Él soñaw ba con que yo fuera policía y militar. Nunca me dijo que se sentía mal, pero yo lo percibía, él trataba de evadirme y creo que muchas veces lloró”.

    El sonido de una música pegajosa nos interrumpió. Era Sergio, quien desde la sala había preparado su piano para mostrar al equipo de LA PRENSA sus dotes de artista.

    Sus dedos parecía que brincaban de una tecla a otra, con destreza, fabricando grandes piezas musicales capaces de ponen a bailar a cualquiera.

    Él lleva más de 24 años ganándose la vida como miembro de una banda; pero hace dos meses las carencias comenzaron, lo despidieron del restaurante adonde tocaba.

    “Mi vida ha sido la música, me iba bien, pero ahora tenemos que apretarnos los bolsillos. Me salen contratos de vez en cuando, pero como tengo que rentar el equipo, lo que me queda de ganancia es muy poco”.

    Ese día, Roxana afanada preparaba en la cocina el platillo de siempre: arroz con frijoles.

    “Llevo más de dos meses de no ir al supermercado. A veces variamos agregando queso o mantequilla; bueno, eso cuando tenemos dinero. A mí me aburre, pero quien me preocupa es mi niño, pues hay días que no tenemos qué comer”, dijo entre lamentos la mujer.

    La falta de visión no ha sido impedimento para que esta pareja salga adelante. Él ha aprendido a reparar computadoras, y con las “fichitas” que recoge de eso han logrado sobrevivir.

    “Tengo un programa que lee todas las opciones donde voy entrando. Me he quedado muchas noches en vela para aprender sobre informática, hay gente que confía en mí y siempre que tienen algún problema vienen a buscarme. Algunos al inicio dudan de que pueda hacerlo, pero al ver que les hago el diagnóstico del posible problema van quedando tranquilos”, aseguró.

    Con facilidad saca la tarjeta madre, conecta y desconecta los cables, para identificar el problema.

    “Me sé de memoria todo lo que va dentro, yo no tengo ningún problema para revisar mis mensajes en Facebook y Twitter, así me comunico con mi familia que está en Estados Unidos. Yo nací para la tecnología, muchos me decían que no iba a poder, pero cuando uno quiere se puede”, exclamó con orgullo.

    Tiene una memoria extraordinaria, se sabe todos los números de la agenda telefónica. Además, es un jugador diestro para el ajedrez.

    “Hay gente que me ha querido hacer trampa, pero yo me doy cuenta inmediatamente porque memorizo al tocar las piezas cómo van ubicadas, muchos se sorprenden cuando les reclamo”, recordó entre risas.

    Roxana no se queda atrás. Se le llena el pecho de orgullo, al mostrar los trofeos que ha ganado en las competencias de carreras.

    “Fuimos hace unos años a Costa Rica, había representantes de varios países, pero yo gané el primer lugar”, contó.

    Pese a sus dones, aseguran que tener una discapacidad aumenta los obstáculos, pues los jefes los ven de menos y les cuesta conseguir un trabajo.

    “La gente nos ve como inútiles, pero nosotros somos capaces de hacer todo; además tenemos necesidades y familias que mantener”.

    En los dos días que pasamos con esta pareja nos pudimos dar cuenta que son un ejemplo de perseverancia y de amor, pues aunque no pueden ver han buscado la forma de valerse por sí mismos y llevar una vida normal.

    “Creo que si pudiera ver no sería quien soy hoy”, dijo Sergio.

    Para quienes deseen ayudar a esta pareja lo pueden hacer a la cuenta 212100742439 de Banco Occidente o llamando al teléfono 3378-3774. Él agradecería un nuevo empleo.