23/04/2024
05:55 AM

Rambo de León: 'A veces me tocaba dormir bajo la cama'

Julio César de León es en Tocoa como un héroe. Allí hizo sus pininos y ahora es la sensación.

“¡Hey, ese es Rambo!”, le grita un niño a otro, al mismo tiempo que lo empuja obligándolo a ver hacia el otro lado de la angosta calle de tierra donde está ubicado un pequeño taller de mecánica en el centro de Tocoa, Colón.

Al fondo del local, debajo de una galera, esta Julio César de León (33), arreglando la llanta ponchada de su vehículo. Movido por el barullo de los niños se levanta. Ellos parecen congelados de los nervios cuando él les dice “¿Cómo están muchachos?”

En coro contestan: “bien, bien, bien Rambo”. Él estira su brazo para chocar su mano empuñada con la de los menores, quienes responden de la misma forma al peculiar saludo.
Rambo apenas tiene dos semanas de haber llegado a esta ciudad, luego de firmar contrato con el club deportivo Real Sociedad y le es imposible caminar por las calles o entrar a un restaurante sin ser reconocido.

La gente se acerca para pedirle fotos, autógrafos o simplemente elogiar los grandes goles que ha marcado en su trayectoria, especialmente en la Selección Nacional.

Regresar a este equipo que hasta hace poco logró su ascenso a la Primera División, es más una deuda moral, pues ahí hizo sus pininos dentro del mundo deportivo.

Un equipo de diario LA PRENSA acompañó a afamado futbolista durante dos días para conocer cómo se acopla a su nueva vida en ese sitio, luego de vivir muchos años en Italia y otros países, donde se destacó en equipos como: Reggina, Fiorentina, el Teramo, Catanzaro y Génova.

Al llegar al hotel donde se hospeda junto a su esposa Teresa Rivera (22) y su pequeña hija Asia de 11 meses, preguntamos por él. Luego de 15 minutos de espera, el jugador de contextura menuda y tés trigueña, apareció por la puerta de vidrió transparente, la cual da entrada a los más de 30 dormitorios que tiene el hotel.

Vestía pantalón corto de tela color azul cielo, camisa blanca y además unos llamativos zapatos rojos y sus ya clásicos lentes de sol, los cuales rara vez se quita.

En brazos cargaba a su hija Asia, quien fue bautizada con ese nombre no por una casualidad. Según Rambo “ella fue engendrada cuando yo jugué en China, por eso la llamé así”.

Entre risas y miradas de complicidad con su esposa, contó que ya llevan dos años y medio de casados. “Nos conocimos por medio de una amiga, cuando él andaba de visita en Puerto Cortés. Mi amor es muy lindo, una persona con un gran corazón que le gusta ayudar a los más necesitados”, contó Tere, como él cariñosamente la llama.

“Mis abuelos casi me botan de la casa cuando les dije que él era mi novio, decían que los futbolistas eran mujeriegos y que estaba jugando conmigo.

Pero al ver que llegó a pedir permiso formalmente para ser novios, mi abuelo fue aceptando la relación, aunque recuerdo que le dijo, si le haces algo a mi nieta te destruyo ese carrito de juguete que andas ahí (un Mercedes)”.

Un año después, Rambo la llamó por teléfono, estaba en el extranjero en ese momento, para pedirle que se casara con él.

“Todo fue muy rápido, le di la carta poder a un abogado para que el firmará por mí y cuando ella llegara donde yo estaba ya fuera mi esposa, yo siempre la he respetado y la amo, por eso quise hacer las cosas bien”. De León tiene otros tres hijos de 5, 11 y 13 años a quienes ve con frecuencia, aunque no viven con él.

Acompañamos a Rambo a cambiar el rin de su vehículo el cual se averió en un viaje que hizo a La Ceiba y como el carro no podía andar, él se vio obligado a “pailear”, lo que afloró los recuerdos de su infancia.

“Cuando estaba chico nos íbamos a jugar pelota, nos subíamos en manada a la paila del carro de un amigo, para sentir el aire en la cara. Fueron tiempos lindos”.

Rambo no se había terminado de bajar cuando un aficionado que lo reconoció le pidió su firma y eufórico dijo: “Goles como los de él difícilmente volveremos a ver”.

Los días del jugador son ajetreados, va para todas partes con su familia, además dedica una buena parte del tiempo a la iglesia a la que asiste.

A las dos de la tarde sale de prisa para el entrenamiento. Al llegar sus compañeros lo aclaman para que les cuente algo.

“Él es el que cuenta las perras en el equipo. La verdad es una persona muy colaboradora, siempre está dispuesto a ayudar a sus compañeros y a transmitirles su experiencia y confianza”, dijo Rolando Matute, gerente del club.

Cada vez que Rambo va a hacer un tiro libre frente al marco, se escucha el alboroto de sus compañeros desde la cancha hasta las graderías, pues todos quieren ver su pegada y la forma en que define. Desde que Rambo integra el equipo, llegan muchos aficionados a ver los entrenamientos. En Tocoa él es la sensación y la gente sueña ganar un campeonato con la ayuda del mediocampista.

El sonido del silbato indica que la práctica ha terminado. Rambo espera para poder llevar a varios de sus compañeros que no tienen carro, de regreso a sus casas.

Cuando llega al hotel, la primera en recibirlo es su pequeña Asia, quien no pierde oportunidad para acurrucarse en los brazos de su padre.

A las diez de la noche salen a la calle a buscar comida. “Nos gusta caminar por la calle y comer cosas sencillas y con sabor catracho. En Italia todo era caro y jamás tendrá el mismo sabor que la comida de casa”, recuerda.

Al preguntarle por su madre, su voz se entrecorta y con los ojos llenos de lágrimas recuerda que su abuela fue su padre y madre.

“Mis padres nos abandonaron y para mí, mi abuela es la que cumplió esa función, por eso me cuesta aceptar su muerte”.

Con melancolía cuenta que vivió una infancia difícil. “De niño siempre soñé con que papá estuviera en esos momentos importantes, yo veía como él se encargaba de los hijos de su otro matrimonio y siempre me pregunté por qué no era igual de dedicado con mi hermano y con conmigo.

Me crie en una pequeña casa, donde solo habían dos cuartos y vivíamos 15 personas. A veces me tocaba dormir bajo la cama, pero el ejemplo de mis tíos siempre fue trabajar honradamente para ganarse el pan de cada día”.

Cuando ya era hombre, buscó a su madre y le ayudó económicamente, pero luego ella quería más y lo demandó por manutención. “Es triste cómo el dinero puede enfermar a la gente”, dijo.
Un poco más tranquilo nos habló del origen de su apodo Rambo, el cual le puso un salvadoreño que vivía en su barrio.

“Él era el único que tenía cable y llegábamos a ver las películas ahí. Yo me emocionaba viendo las de Rambo y me la tiraba de corajudo.

Peleaba de apostada y siempre ganaba. Un día el me puso una cinta roja en la cabeza y me dijo que yo era Rambo”, contó entre risas.

En solo dos días descubrimos a Rambo en su faceta de padre, esposo, compañero y religioso, sin duda un personaje único, del cual aún queda mucho por escribir.

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