24/04/2024
12:01 AM

'El hombre pescado” sobrevivió a bala en la cabeza

Permanece cerca del grifo para estar empapando su ropa con agua, ya que el calor lo desespera ante el mínimo esfuerzo.

Sólo uno sobrevive de los tres “niños pescados” de San Pedro Sula -llamados así porque nacieron con la piel lisa y sin poros. “Pase sus deditos por mi piel y verá que no tengo ni vellos”, dice Carlos, el único que queda de los tres hijos de María Oralia Aguirre y Moisés Erazo, quienes vinieron al mundo con una rara enfermedad genética que impide la sudoración.

Cuando estaban en la escuela tenían que salir a cada rato del aula para echarse agua en el cuerpo durante los días de intenso calor porque sentían que se ahogaban.

Alex, el mayor de los tres hermanos, cuando ingresó al colegio tuvo la suerte de encontrarse a un profesor que se compadecía de él al verlo sofocado por el calor y lo metía a una oficina con aire acondicionado, relata María Oralia. Hace tres años el muchacho murió a manos de mareros.

Júnior el más pequeño falleció de una neumonía a los seis años por haberse excedido bañando en las frescas aguas de Armenta, dijo su madre.

María Oralia se dio cuenta que algo anormal le pasaba a Alex cuando estaba tiernito porque se desesperaba con el calor y solo se calmaba cuando lo bañaba.

Los médicos del Seguro Social le dijeron que el niño había nacido con anhidrosis, una enfermedad no común que significa ausencia de sudoración en las personas que nacen con la piel sellada.
La enfermedad es incurable, pero se puede vivir con ella si se tiene el cuidado de no exponerse por mucho tiempo al sol, dicen los especialistas.

Sólo queda Carlos

No esperaba María Oralia que los dos niños que nacerían posteriormente padecerían también del mismo problema. Se dio cuenta cuando los miraba cómo se desesperaban por buscar el agua después que jugaban o hacían un mínimo esfuerzo.

Incluso Carlos sufrió una lesión en su cabeza estando en primer grado en la escuela Roberto Handal de la colonia Guillén donde viven, cuando se fue al fondo de una pila buscando agua.
El caso es que la pila estaba casi vacía y el cipote, en la desesperación por alcanzar el líquido se fue al fondo de cabeza.

Desde entonces padece de convulsiones a causa del golpe, que lo obligan a tomar pastillas en forma permanente, expone la madre.

La jefa de la casa no descarta que la enfermedad haya sido heredada a los hijos por el padre, ya que los otros hijos que ella tuvo de un matrimonio anterior, nacieron normales.

Relató que Carlitos también estuvo a punto de morir a manos de unos pandilleros que le infirieron un balazo en la cabeza y no obstante quedó vivo.

Sucedió un día que el muchacho quedó solo en la casa y salió a un merendero cercano a buscar desayuno. En el negocio estaban dos miembros de una mara que quisieron obligarlo a que les lavara el carro.

Como Carlos se resistió argumentando que él no se dedicaba a eso, se lo llevaron raptado a un lugar desolado donde le dispararon en la cabeza y lo dejaron por muerto. Como pudo, el muchacho salió a la carretera donde fue auxiliado por un amigo que lo llevó a su casa. “Cuando regresé ya el cipote estaba en el hospital, donde le sacaron la bala”, relató su madre.

El muchacho muestra con cierto orgullo la depresión que le quedó al lado izquierdo de la frente después de la operación que lo mantuvo internado por más de un mes en el hospital Mario Rivas.

Desde aquel incidente sus padres no lo dejan salir de la casa, no solo por el problema de la violencia sino por miedo a que caiga con convulsiones en la calle.

“Cuando salimos le ponemos candado al portón para que no salga, porque cuando lo ataca el calor se desespera”, dice su padre quien se dedica a vender verduras en una carretera por el sector de la cercana Villa Olímpica. La madre no trabaja por estar cuidándolo, ya que por su condición Carlitos no puede laborar en ningún lugar.

Duerme con camiseta mojada

Constantemente está empapando su camiseta con agua de la llave para aliviar el calor que lo agobia ante el menor ejercicio que haga. Por la noche se acuesta con su camiseta mojada y con un ventilador tirándole aire para poder dormir.

Aunque es gran aficionado al fútbol, ya no juega pelota porque se sofoca demasiado al correr. Sin embargo se vuelve loco cuando su madre lo lleva al mar en excursiones, en la época de verano.

Cuando vivían los otros hermanos la gente los llamaba los “niños pescado”, porque siempre estaban buscando el agua y por sus bocas pequeñas y pronunciadas como las de los peces.
Había personas que también les decían los “niños patitos” porque siempre estaban mojados con agua que ellos mismos se tiraban en el cuerpo ante la ausencia de sudor.

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