19/04/2024
02:52 PM

'La lectura de libros ahora tiene mucha más competencia”

San Pedro Sula, Honduras.

A Leonel Alvarado le han llegado los premios y reconocimientos sin esperarlos. Cuando él escribe no piensa en ganar o en perder. Este literato le dijo a LA PRENSA que, en primera instancia, la poesía impacta en quien la escribe y más tarde en alguien que la lee al azar.

¿Por qué se marchó de Honduras?

Fui primero a estudiar Literatura Latinoamericana a la Universidad de Maryland, en un viaje que de 3 años se alargó a 8, y ya va para los 22; los últimos 14 han sido en Nueva Zelanda, donde imparto clases y dirijo el programa de literatura y estudios culturales latinoamericanos en la Universidad de Massey. En números redondos, la cifra me espanta porque me doy cuenta de que he pasado más tiempo en las antípodas que en Tegucigalpa.

En Xibalbá, Texas, usted se centra en los emigrantes. ¿Por qué es importante este tema?

Por lo anterior, porque también estoy entre los idos, aunque, claro, reconozco las diferencias. Es decir, nunca me atrevería a comparar mi experiencia en el extranjero con, para el caso, la de mis sobrinos, quienes se fueron como ilegales a Estados Unidos y han logrado hacerse la vida de una manera francamente heroica. Siempre fui consciente de esa gran diferencia mientras vivía en Maryland entre inmigrantes latinoamericanos. Aunque todos fuéramos a comer pupusas a Langley Park, mi vida era distinta porque yo no había atravesado ningún desierto ni me había puesto en manos de un coyote para llegar allí. Ese viaje al norte siempre me ha parecido admirable; la poesía, que nunca será tan grande como la historia que la generó, hace que el viaje entre en el terreno de la mitología y lo compara con el viaje de los mayas hacia el norte, en el siglo nueve. El libro se alimenta de la idea de abandonar el sur, tan vilipendiado a través de la historia, en busca de un norte casi mítico.

¿Deben los poetas de Honduras abordar los problemas sociales?

No, sería un error que así fuera. Muchas veces, en el extranjero se propaga el estigma de que nuestra literatura está marcada por las dictaduras, la violencia, la pobreza y otros etcéteras letales. Claro que hay mucha literatura llena de historia y, obviamente, muy buena. Algunos de nuestros mejores poetas se han dedicado a una obra personal que parecería estar al margen de la problemática social, pero que, por el hecho mismo de haber sido producida por alguien que vive en esa sociedad, no puede estar fuera de la historia; pienso en poetas tan valiosos como Antonio José Rivas y Edilberto Cardona Bulnes; en poetas que han cultivado una estética privada con una responsabilidad pública, como Juan Ramón Molina y José Luis Quesada.

¿En un país donde no todos leen, es posible impactar con la poesía?

Podría decirse que la lectura de libros ahora tiene mucha más competencia: es más fácil ver un video de YouTube o leer un posting que sentarse con un libro en la mano. La competencia siempre ha existido, desde el analfabetismo hasta la censura. Sería absurdo reclamarle un lugar privilegiado a la lectura de poesía. El primer impacto de la poesía es en quien la escribe, y ese es el único garantizado, pues que un poema toque a alguien más tarde hasta puede ser producto del azar. Decir que la poesía es necesaria o no, lleva a preguntarse para quién o para qué. Lo que sí es cierto es que podría leerse más poesía, sobre todo desde los primeros años de la vida. ¿Habría poesía, me pregunto, en las cartillas escolares Capullo y Colita y Luis y Elena? Allí donde comenzamos a entrar en el misterio de la palabra escrita y donde el oído todavía responde, con asombrosa claridad, al encantamiento de la rima, ¿por qué no ir más allá del deletrear y acercar al niño a la magia de la palabra evocadora de imágenes?

¿Usted ha soñado con la fama o ha pensado en los premios cuando escribe poesía?

Hay quienes se vuelven famosos porque su video de YouTube fue visto millones de veces; se dice que tal o cual video se volvió viral; la fama vista como pandemia, pero, a diferencia de esta, a su vastísima propagación le corresponde una duración limitada. La fama viene con su condena: se limita a los famosos quince minutos. Atrás vienen otros virus, otros famosos instantáneos y fácilmente olvidables. La poesía no puede competir y nunca se ha escrito, supongo, para volverse viral; aunque, claro, hay versos y hasta poemas masificados, desde algunos versos nerudianos, que tanto daño le han hecho a su autor porque es lo único que se recuerda de su obra, hasta poemas convertidos en boleros. Los premios pueden ser accidentes felices o infelices en la vida del libro y de su autor; a mí me han permitido publicar, sobre todo en el extranjero. Los libros no nacen para ganar y, sobre todo, perder premios; que esto suceda depende de otras circunstancias, como, para el caso, los gustos del jurado o las implacables leyes del mercado.