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La muerte estremeció aldeas de Concepción en Santa Bárbara

  • 27 noviembre 2015 /

Tres personas resultaron muertas y un niño herido tras un pleito a machete entre dos excuñados ebrios.

Santa Bárbara, Honduras

Solo tenía cuatro días de haber asumido la jefatura policial de Concepción del Norte, cuando la clase uno, María Delia Dubón se enfrentó a un caso que estremeció a los vecinos de ese municipio de Santa Bárbara: tres personas resultaron muertas y un niño herido tras un pleito a machete entre dos excuñados ebrios.

En la tarde del domingo 22 de noviembre uno de los dos hombres, identificado como Miramor Hermógenes, dejó tendido frente a una iglesia de la aldea Suyapa a su excuñado Elmer Edgardo Mercado.

Ese fue el comienzo de la cadena de crímenes porque después tres familiares del difunto quisieron cobrar venganza y fueron a buscar al homicida a su casa y al no encontrarlo la emprendieron contra sus familiares que ya estaban en la cama.

A raíz del hecho sangriento, tanto Miramor como los que mataron a los familiares de este, se perdieron como la aguja en un pajar. Nadie da razón de ellos en ninguna de las aldeas del municipio, perdidas en las serranías, pero muy cercanas una de otra. Ante esta situación, elementos de diferentes ramas policiales de la región como también miembros del Ejército acudieron a brindar apoyo a la jefa policial en la búsqueda de los criminales.

“Nos hemos desvelado buscándolos, anoche amanecimos en esa montaña”, comentó un agente de la posta policial de Concepción del Norte, que comanda la clase Dubón, una mujer autoritaria, que se hizo policía profesional a los 18 años.

Foto: La Prensa

Entre los pobladores circula la versión que Miramor, uno de los hechores, se entregará en El Progreso, Yoro.

Foto: La Prensa

La Policía combinada sigue patrullando el sector montañoso en busca de los hechores.

Matas de Izote

Es un caso complicado porque se trata de un pleito entre familiares, incluso en la casa de Miramor había una niña de cuatro años que se salvó de la muerte porque era sobrina de los homicidas, dijeron vecinos.

Miramor había hecho vida marital con una hermana de Elmer y desde entonces eran buenos amigos y lo siguieron siendo, aún después que la pareja se separó. Sin embargo, con el crimen quedó demostrado que algún resentimiento había quedado entre los dos excuñados.

Se llevaban tan bien que juntos “se habían reconciliado en la casa de Dios, pero no sé a qué grado llegaron con la bebida”, dijo Jesús Aguilar, pastor de la iglesia Evangélica de Piedras Negras, adonde fueron velados los tres cuerpos.

El día del crimen, Miramor y Elmer estuvieron ingiriendo aguardiente Junquito en un centro de recreación convertido en expendio clandestino, arriba de la aldea Suyapa.

Se llama la Cabaña de Bernardo que fuera propiedad del diputado liberal Bernardo Rivera Paz, secuestrado y asesinado hace más de seis años en este mismo sector.

Bajaron abrazados del expendio, pero iban probando el filo de sus colimas en las matas de izote que encontraban a la vera del camino, hasta que llegaron a la calle principal de la aldea, justo frente a la Iglesia de Cristo Misión Cristiana Elim.

La tarde del domingo estaba por terminar cuando los dos hombres, entre golpes de machete, se enredaban en una pelea mortal. Primero Miramor resultó con un dedo cortado que al sentirse herido la emprendió con más coraje contra su e cuñado hasta verlo caer de espalda.

Luego el hechor se perdió entre las montañas y nadie lo ha vuelto a ver.

Foto: La Prensa

Los moradores de la casa del cafetal tenían que caminar varios kilómetros para llegar a la pulpería de aldea Suyapa (foto).

La casa del cafetal

Elementos de la Policía y miembros del Ejército que llegaron de Concpción y Trinidad, Santa Bárbara, fueron a buscarlo a su casa, pero solamente hallaron a sus padres, a su mujer embarazada, y un hijo de esta.

La noche comenzaba a caer cuando la autoridad abandonó aquella vivienda de madera ubicada en medio de un cafetal, sin presentir que la muerte andaba rondando.

La casa pertenece al dueño del cafetal, quien se la ha dado a Miramor y su familia para que la habiten y cuiden la propiedad. Entre los moradores estaban don Armando Paredes y su compañera Margarita, padres de Miramor, así como la mujer embarazada de este Sorelly García, y su hijo Nahún García de un año.

La Policía siguió buscando a Miramor por otro lado del laberinto montañoso, mientras los familiares de Elmer se dirigían a la casa del cafetal creyendo que allí lo hallarían.

Llegaron al filo de la medianoche tirando piedras al techo de zinc para que saliera alguien a abrir.

Eran tres hombres que venían con machetes en la mano y la muerte reflejada en sus rostros desde la aldea El Robledad, a la cual habían ido a dejar a su pariente asesinado. Llegaron por una derechura del macizo montañoso, por eso no se encontraron con los policías.

Doña Margarita salió a abrir la puerta que está frente a la cocina, creyendo que era los policías que habían vuelto. En la quietud de la noche no se escuchaban más que las voces enardecidas de los hombres que preguntaban por Miramor. Después vinieron los gritos de angustia de los moradores de la casa al ser atacados por los criminales que se abrían paso en la oscuridad con una linterna de mano.

Sorelly quedó muerta en posición fetal en una de las piezas de la casa, y en la otra, don Armando, bocarriba sobre una cama de cabuya con colchón en la que dormía con doña Margarita, quien se salvó de milagro.

También escaparon de la furia de los criminales una muchacha de 23 años y otra de 15, las que saltaron por una pequeña ventana que da al patio, de allí subieron por una loma sintiendo la muerta a sus espaldas, hasta que llegaron a una casita en la que vive otro de los cuidadores de la propiedad.

Las primeras personas que llegaron a la casa después de la tragedia encontraron herido al pequeño José Nahún, llorando sobre el cuerpo inerte de su madre.

En el quicio de la puerta de la cocina estaba sentada doña Margarita, sin poder balbucear palabras por el impacto emocional de ver morir a su marido y a su nuera.

Don Armando había trabajado para ella y sus hijos toda la vida. Pese a los achaques tempranos de sus cincuenta años, se rebuscaba vendiendo tierra de color en las aldeas cercanas. A veces le pagaban con una lata de frijoles o algo por el estilo.

También le ayudaba a una de sus hijas en la venta de mercadería. En la escena del crimen se encontraron sus zapatos burros descoloridos por el uso.

La casa del cafetal está al final de una cuesta empinada hasta la cual llegó la patrulla al mando de la clase Dubón, bailando sobre el lodazal, en busca de pistas que ayuden a dar con cuatro hombres que huyen de la justicia.

Foto: La Prensa

En la escena del crimen quedaron pertenencias de las víctimas y manchas de sangre, mientras que afuera del expendio había pachas de aguardientes ingerido por los hechores.

Foto: La Prensa

El niño que resultó herido ya está fuera de peligro.