17/04/2024
06:52 PM

'Vendí nacatamales con mis hermanos para pagar estudios”: Ebal Díaz

Tegucigalpa, Honduras.

Sus estudios y principios cristianos son su carta de presentación. También lo es su agilidad para liderar negociaciones políticas en el Congreso Nacional y ahora desde el Poder Ejecutivo.

Muy cercano al presidente Juan Orlando Hernández, el abogado Ebal Díaz se desenvuelve como funcionario actual con una agenda apretada que lo ha llevado a alejarse hasta de sitios públicos.

¿De dónde es originario Ebal Díaz?

Nací en Tegucigalpa. Mi padre es de Olancho y mi madre de Michoacán, México. La mayor parte de mi vida la he vivido en la capital. He viajado por casi todo el país porque mi padre es misionero evangélico.

¿Cómo es su relación con sus papás?

Los tengo vivos gracias a Dios; nos visitamos. Tengo esa suerte. Nací y me crié en un hogar cristiano, con todos sus principios, con esa vigilancia de mi padre, un hombre muy estricto.

¿Cómo describe a su madre?

Una mujer muy trabajadora. Cuando estábamos en la universidad, mis papás para sostenernos nos enviaban nacatamales para venderlos. Éramos cuatro hermanos estudiando. Nos dividíamos en parejas para ir a vender los nacatamales. De lo que vendíamos era nuestra provisión para la semana. Así podíamos asistir a clases en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras.

¿Cómo califica el esfuerzo de sus padres?

Una enseñanza bastante buena. Nos enseñaron a trabajar desde jóvenes. Cuando me gradué comencé a trabajar en algunos casos.

¿Cómo era su vida en ese entonces?

A pesar de muchas limitaciones, agradezco a Dios y a mis padres que nos hayan enseñado a trabajar. Por el sacrificio que ellos hacían nunca se sentaron a llorar por nuestra suerte. Al contrario, nos inculcaron un espíritu de lucha.

¿Cómo es su familia?

Soy el segundo de 10, una familia muy numerosa. Nueve somos profesionales universitarios y ya el último está por graduarse. Tengo hermanos ingenieros, periodistas, entre otras profesiones.

¿Cuál es su mayor reto?

Igualar a mis padres. Es un reto bastante grande hacer lo que hicieron mis padres con nosotros. La gran apuesta de mis padres Reyes Díaz y Ernestina Lupián fue decirnos siempre que la herencia que nos iban a dejar era el estudio.

¿Se reúnen a menudo?

Antes sí. Comer un domingo todos juntos en la casa era como una sesión del Congreso (risas), 12 personas opinando diferente. Ahora todos vivimos en diferentes ciudades y se nos dificulta.

¿Cuándo conoció al presidente Hernández?

Fue en 2005. No fue en la Unah. él es joven, pero yo soy un poquito más joven todavía (risas). Cuando nos conocimos, él era secretario del Congreso y yo trabajaba en el Instituto de la Propiedad (IP) , era el director de Titulación.

¿Conoce bien el funcionamiento del IP entonces?

Sí, nada más que cuando yo estuve era una institución de no más de 200 personas. Era muy pequeño y jamás se pensó que fuera tan grande. Cuando vino el expresidente Manuel Zelaya le incrementó bastante su carga.

¿Cuál fue su cargo en el Congreso Nacional?

En 2010, el presidente Hernández me invitó a trabajar con él. Se creó el puesto de gerente legislativo después de ver esa figura en El Salvador. Mi rol fue ayudar a las comisiones legislativas a hacer sus tareas con investigaciones, asesorías, agenda y convocatorias.

¿En ese Congreso fue la llamada “hemorragia legislativa”?

Fue un Congreso muy productivo. De hecho creo que fue la administración que batió récord en leyes y decretos aprobados. La tarea se incrementó más después de que se ganaron las elecciones generales. Creí que no iba a salir vivo, día y noche se aprobaban leyes. Hasta los medios le dieron ese titular cómico sobre el trabajo que realizamos.

Debían aprovechar la mayoría nacionalista

Mire lo que cuesta hoy pasar una ley. Ya sabíamos cómo estaba compuesto el Congreso y que sacar una ley iba a ser muy difícil. En ese momento, el Partido Nacional tenía 71 diputados, además del Partido Liberal que apoyó las buenas iniciativas.

¿Cuál es su cargo actual?

Es el de asesor presidencial y secretario ejecutivo del Consejo de Ministros. Asimismo, soy presidente del IP y encargado especial de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel).

¿Cuántos sombreros tiene?

Soy secretario ejecutivo del Consejo de Ministros, opero en Casa Presidencial y solo recibo un salario. En el IP y Conatel estoy ad honórem.

¿Qué tan cercano es al Presidente?

Desde el punto de vista personal, indudablemente lo considero mi amigo. Hay mucha confianza, reviso los decretos y acuerdos que firma; pero también hago algunas tareas especiales. Hay otras personas de confianza del Presidente también.

¿Qué admira de él?

Desde que lo conocí es una persona que escucha. Hay 10,000 personas que le pueden estar diciendo cómo resolver los problemas, sin embargo, él distingue las opiniones más acertadas.

¿Usted es el cerebro de las decisiones que toma el Presidente?

No creo. Categóricamente, no. Soy de las personas que menos lo ve, pero hay una ventaja, lo conozco y puedo anticipar lo que piensa. A veces pasan 15 días que no lo veo, pero si lo consulto por correo electrónico, los contesta todos.

¿Fue o es pastor?

Tengo una responsabilidad en la iglesia La Luz del Mundo: me toca coordinar un grupo de 60 personas. Es una iglesia que cree en Cristo Jesús, en la resurrección de los muertos y que Jesucristo volverá.

¿Practica su religión?

En todo lo que puedo. Procuro mantener la cercanía con mis tres hijos que están pequeños. Al final, esas son las cosas fundamentales de la vida.

¿Siente que los hondureños están polarizados por la política?

Veo con preocupación cómo algunas personas abusando de algunos derechos que da la Constitución crean un ambiente de odio en la familia hondureña. Es gente irresponsable que usa los medios de comunicación para sembrar odio. Mienten permanentemente.

¿Está de acuerdo con las manifestaciones?

Hay que reclamar, exigir y manifestarse contra la corrupción sin sembrar odio en la población.

¿Pasa pendiente de los ataques en redes sociales?

Para nada. En un momento afectaron a mi familia, pero no debemos temer a cobardes que no dan la cara.