24/04/2024
05:30 PM

La Ceiba seduce vestida de paisajes frente al mar

La primera locomotora a vapor que llegó a los parajes de La Ceiba a principios del siglo pasado evoca toda una época de esplendor en el parque Swinford de La Ceiba.

La primera locomotora a vapor que llegó a los parajes de La Ceiba a principios del siglo pasado evoca toda una época de esplendor en el parque Swinford de esta ciudad, llamada “La Novia de Honduras”.

La máquina comenzó a funcionar en 1918 para trasladar turistas desde el muelle de La Ceiba hacia Salado, donde disfrutaban de un paseo en lancha. Después quedó funcionando como tren pagador y en 1940 salió de circulación.

Muda y solitaria, ahora está estacionada permanentemente en el parque Swinford, un pequeño jardín localizado en el barrio Mazapán que, sin ser un museo, alberga parte de la historia del municipio.

En medio de plantas tropicales y esculturas en bronce de diferentes especies de animales, destaca además el carro mil del ferrocarril, que en aquellos tiempos estaba asignado al gerente general de la Standard Fruit Company para que se desplazara en medio de las fincas y supervisara las labores de corte. Fue idea de William Steele Swinford, quien fue gerente general de la frutera por dos períodos, coleccionar algunas reliquias y colocarlas en el parquecito para que sirvan como testimonio de lo que fue el emporio bananero en la costa norte.

La Ceiba tiene tantas historias que contar, para el caso, aquí funcionó el primer banco del país, el Banco Atlántida, cuyo edificio de arquitectura inglesa aún se yergue como una ala del Palacio de Buckingham.

Ruta ecoturística

Por la gran cantidad de parajes que tiene alrededor, La Ceiba es considerada sobre todo un imán turístico que saluda desde sus playas a los Cayos Cochinos.

Unos 45 minutos en lancha de motor desde la comunidad garífuna de Sambo Creek y ya está el turista desembarcando en ese paraíso formado por un grupo de islas de sin igual belleza.

Los amantes de la aventura y la emoción extrema encuentran en el río Cangrejal la oportunidad de cruzarlo por el aire a una velocidad vertiginosa. Esta experiencia llamada canopy consiste en colocarse un arnés y deslizarse colgado sobre un cable de acero sobre el río hasta internarse en el bosque de la montaña Pico Bonito.

“La mano con guante con la que el visitante sujeta el cable le sirve a manera de timón”, explica Wilmer Palacios, instructor del Jungle River Lodge, uno de los centros turísticos que funcionan en este sector.

Antes de lanzarse al encuentro con lo inesperado, el principiante recibe una breve instrucción en un cable de práctica.

Sigue la aventura

Para los que le temen a la altura, pero sí disfrutan de la diversión extrema, hay otra actividad sobre el río que es igual de emocionante: el rafting. Un grupo, generalmente de cuatro a seis personas viaja en una lancha pasando rápidos de clase 2, 3 y 4 en un recorrido que dura aproximadamente 45 minutos.

Los visitantes reciben clases de remo y un entrenamiento previo en el que se indica qué hacer si algún miembro del equipo cae al agua, entre otras cosas.

Para llegar al lugar el visitante debe tomar la carretera que conduce a la comunidad de Yaruca. La vía se ha convertido en una nueva ruta ecoturística por los variados hoteles que se han abierto a la orilla Buckinghamgrejal.

Observar la cascada El Bejuco que cae de la cordillera Gracias a Dios o caminar sobre las rocas río arriba son algunos de los muchos deleites del turista que busca estar en contacto con la naturaleza, dice Richard Adamson, propietario de Villas Pico Bonito.

Por su gran cantidad de parajes, La Ceiba es considerada una tierra bendecida. El decir de los garífunas es que el árbol de ceiba que dio origen al nombre de la ciudad era tan alto que Dios lo utilizaba como escalera para visitar la tierra.

Vuelve el tren

El tren volvió a La Ceiba, pero realmente no es aquel que hizo historia en la época dorada de las bananeras, sino una copia fabricada por Julio Andrés Roches para pasear a los turistas por la ciudad.

Usando el motor de un vehículo y materiales comprados en las ferreterías, el ex músico del conjunto Los Robins construyó la locomotora y los vagones que se abren campo en medio del tráfico mientras el conductor hace sonar la campana.

También posee un equipo electrónico mediante el cual imita el pitido que hacían las desaparecidas locomotoras de vapor y hasta su chiqui chiqui chac.

“Lo armé allá en San Pedro para turismo, pero también lo disfrutan los niños que no tuvieron la oportunidad de conocer una locomotora de verdad”, comenta Julio.

“La intención es que no sea como un bus, sino que tenga la forma de máquina de ferrocarril, para recordar aquella que desgraciadamente perdimos”, agrega.

Comenta que los turistas utilizan la ciudad sólo para partir de aquí a los sitios como Roatán, Pico Bonito o Salado, pero no obstante no ha dejado de darle resultado su proyecto turístico.

Cuando ven el rótulo de City Tour que exhibe la locomotora en el frente se dan cuenta de que se trata de un servicio para los visitantes porque han visto este tipo de transporte en otros países, dice Julio. Entonces abordan la máquina para dar una vuelta por la ciudad, mientras los guías que tiene Julio les van mostrando los sitios de interés y contando la historia de La Ceiba.

Esta es la Cruz del Perdón que trajo el padre Manuel de Jesús Subirana el siglo pasado, dicen para el caso cuando pasan frente a la

Escuela Minerva sobre la cual se ve una enorme cruz plateada.

Los vecinos restauran constantemente la cruz porque el padre Subirana sentenció que el día que ese símbolo de la fe cristiana caiga va a desaparecer La Ceiba, explica.

Para completar la información a los turistas tiene un guía que habla inglés, otro que habla francés y hasta uno que habla japonés, agrega.
Noche de lluvia en La Ceiba

El tren ofrece no sólo recorridos en el día, sino también uno en la noche que Julio ha bautizado con el nombre de “Noche de luna en La Ceiba”, en referencia a la canción interpretada por Moisés Canelas.

Como los extranjeros disfrutan hasta de la lluvia, el ex integrante de Los Robins los dota de capotes cuando hay mal tiempo y destapa una de las cabinas para que se mojen mientras conocen la ciudad. A este tour lo ha llamado “Noche de lluvia en La Ceiba”. Los turistas ríen cuando se dan cuenta de la ocurrencia del conductor de la máquina.

El tren desempeña además una función educativa, pues para los colegios de La Ceiba tiene un programa que se llama “Conociendo nuestra comunidad a nivel turístico”.

“Los estudiantes de bachillerato en turismo aquí hacen la práctica pues van hablando inglés o francés con los turistas”, explica Julio, quien es recordado porque ejecutaba el acordeón en la melodía “Ceibita en verano”.

Es también el compositor de las canciones “Mi súplica” y “Copán Galel”, pero actualmente ya no le apuesta a la música en forma comercial, sino a la música cristiana como director del coro de la Iglesia Bautista.

Por sólo 40 lempiras los visitantes pueden abordar la locomotora de Julio para ambientarse en La Ceiba antes de viajar a los otros sitios de diversión y recreación que ofrece la llamada Capital del Turismo.

Con el muelle se fue la época dorada

Muchos de los pescadores que han hecho de lo que quedó del viejo muelle su centro de trabajo laboraron embarcando fruta cuando aquí atracaban hasta ocho embarcaciones a la semana.

Esa época dorada terminó cuando la Standard Fruit Company decidió trasladar sus operaciones de embarque a Puerto Castilla en 1973, según dijo Edgardo Murillo, quien trabajaba amarrando y soltando las embarcaciones. Después de eso quedaron operando únicamente las agencias que embarcaban bananos y desembarcaban fertilizantes para la misma Standard, pero en pequeña escala.

Para la Standard las operaciones en el muelle terminaron en 1983 cuando indemnizó a sus trabajadores, no obstante, la estructura siguió siendo utilizada por particulares que transportaban personas y productos a las Islas de la Bahía.

El fin del muelle comenzó cuando la Empresa Nacional Portuaria, ENP, construyó en otro sector el muelle de cabotaje para el transporte hacia las Islas de la Bahía y viceversa, de pasajeros y productos.

El mismo mar se encargó de llevárselo por pedazos, dejando solamente la mitad de la estructura.