Ayer inspiraron lo que nunca antes habían provocado: un inmenso dolor, lágrimas y conmoción.
Subían al escenario y el público estallaba de júbilo; sin embargo, ayer, alrededor de la unidad que transportaba a músicos de los grupos Chicas Samba, Kazzabe y La Raza sólo se escuchaban dolorosos lamentos de familiares y amigos que llegaban desesperados, aferrándose a la idea de que aquello fuera una cruel pesadilla. Hombres, mujeres y niños lloraban la trágica partida de sus seres queridos. “Ojalá esto fuera una pesadilla”, repetía uno de los parientes de una de las 14 víctimas mientras se aferraba a sus dos pequeñas hijas.