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Panadería de hondureños deleita paladares en Barcelona, España

  • 22 junio 2019 /

Una familia originaria de La Lima, Cortés, con esfuerzo logra salir adelante en Europa

    Barcelona, España.

    El sabor de una semita hondureña, de esas deliciosas y suaves que dejan azúcar entre los labios y se remojan con un buen café, llegó a Barcelona hace cinco años a manos de la familia Cerros Guerrero.

    Ellos tienen una hermosa historia de superación y emprendimiento que contar y con ella, representan la de miles de hondureños en el mundo.

    Su exquisita receta ha trascendido fronteras y todo con un sello de esfuerzo, mucha fe y amor hondureño.

    Son catrachos que han dejado todo en su tierra para empezar de cero y luchar por mejores condiciones de vida en naciones con diferente idiosincrasias, cultura y en muchas ocasiones idiomas o dialectos.

    A los nueve años de residir en España decidieron abrir su propio negocio

    Adaptación.

    En 2005, Manuel Cerros y Heydi Guerrero, una joven pareja de hondureños recién casados oriundos de La Lima, decidieron buscar mejores condiciones de vida y fue cuando decidieron partir hacia la hermosa capital cosmopolita de la región de Cataluña.

    El primero en irse fue José Manuel; meses después su esposa. Con solo una persona conocida en una ciudad de 1.6 millones de habitantes, la tarea de adaptarse a un entorno diferente fue el primer gran obstáculo que tuvieron que enfrentar con la ayuda de Dios. “Sea como sea, en nuestro país tenemos nuestra propia casa, nuestro propio cuarto con espacio para cada quien, aunque las condiciones económicas sean malas.

    Aquí en Europa al inicio es duro adaptarse al clima, a las costumbres, al lenguaje. Para mí fue complicado porque pasé de tener mi propia habitación, a tener que compartir una con dos o tres personas. Gracias a Dios siempre estuve rodeado de extranjeros muy generosos”, confiesa Manuel a LA PRENSA.

    La soledad, la lejanía de sus seres queridos calaba en la ansiedad e impaciencia de la pareja y eso los llevó a trasladarse, en un par de ocasiones, de Barcelona a Girona y luego regresar. Sin embargo, algo que reconocen es que siempre lograron encontrar un trabajo para tener las condiciones mínimas para salir adelante.

    Decidieron tener sus hijos y esto también se convirtió en un reto porque la esposa debía dejar de trabajar para atender a sus vástagos. Con los años llegó la chispa de luchar por tener su propio negocio. Y todo empezó en un mordisco.

    Mientras Manuel se aprestaba a desayunar una mañana en Barcelona escuchó que en cierta tienda había, entre la repostería disponibles, las semitas, el tradicional pan que no falta en la mesa de las familias hondureñas.

    Siendo este un pan dulce muy conocido en Honduras no dudó en elegirlo con el enorme desencanto que su sabor estaba insípido, su contextura era casi como una piedra y lejos de ser una repostería era más un invento mal hecho.

    Eso le generó el deseo de intentar convertirse en un panadero, o experto en semitas.

    Sus primeros intentos por cocinarla no fueron lo esperado. Lo intentó sin éxito más de seis ocasiones hasta que decidió pasarle la tarea a su esposa, quien evidentemente tenía la llave maestra para conquistar el sueño.

    Consolidación.

    Tardaron varias semanas en perfeccionar la receta para que la mezcla llegara a ser tan buena como las semitas catrachas, pero llegó al fin. En 2014 ya habían pasado nueve años desde que llegaron a Barcelona y la población de hondureños aumentó, siendo una de las ventajas para que su negocio tuviera clientes permanentes.

    “Cuando empezamos a venderlas, los catrachos empezaron a pedirnos más. Muy contentos. Íbamos obteniendo clientes poco a poco. Nosotros agradecemos a esas personas que nos prestaron un lugar para tener nuestro centro de producción inicial. Luego que pudimos ver más frutos decidimos darle fuerza con la publicidad y finalmente logramos tener nuestro propio espacio”, confiesa.

    “Con el tiempo mi hermana Dunia llegó a fortalecer el equipo; se vino de Honduras también junto a su esposo y mis sobrinas. En nuestro negocio ya tenían un trabajo fijo. Gracias a Dios hemos ido creciendo poco a poco. Hemos enfrentado el proceso de volvernos un negocio legal, con control de salud y regulaciones completas, pero justo en el inicio de este proyecto nos llegó la nacionalidad. Una obra de Dios, pues suele tardarse más en algunos casos”, reveló.

    Hoy en día, 14 años después desde que llegaron a España, HonduPa (Hondu por Honduras y Pa por la palabra “pan” en catalán) se distribuye no solo en Cataluña sino en Madrid, Valencia, Bilbao y otras ciudades importantes de España.

    Una marca hondureña, conocida en todo el país. Y todo empezó con un sueño honesto, esforzado y con mucha fe.