Cuando Santa Solórzano empacó su maleta de sueños para ir a probar suerte, primero a España y luego a Alemania, aguijoneada por la pobreza, no se imaginó que llegaría tan lejos.
Nació en Comayagua, Honduras, adonde se crio con su madre, Vilma América Lazo, una maestra de escuela que nunca pudo obtener una plaza de trabajo. Para ayudarla, un buen día decidió emigrar a España con un boleto aéreo de ida y regreso, por si le iba mal. Así, llegó a Valencia adonde hizo de todo para sobrevivir.
“Fueron años terribles, limpié casas, cuidé abuelos y trabajé como mesera en un restaurante”, comenta la hondureña.
En todas sus poses luce una sonrisa radiante.
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Desde entonces no puede estar sin correr. “En Valencia lo hacía en los campos, los parques y las montañas, cuando no estaba trabajando”.
Después de diez años de penurias en España, cierta vez se le presentó la oportunidad de viajar a Alemania. No la desperdició, pese a que no sabía ni una palabra de alemán, pero en cuanto llegó comenzó a aprenderlo. El deporte y su amor por las causas sociales fueron claves para que poco a poco se fuera incorporando en aquella sociedad tan compleja para una catracha.
Santa salió de Honduras cuando tenía 17 años.
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La hondureña está trabajando con la organización Horizonte, creada por el Senado de Alemania para ayudar a familias con problemas de depresión o enfermedades terminales. Cuando la persona afectada queda sola en casa, Santa la acompaña y le presta ayuda. “Lo hago con mucho amor, por eso todos me quieren”.
La atleta y modelo profesional dedica sus medallas a Honduras y a la gente que sufre.
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Ya está inscrita para correr, el próximo septiembre, en una marathón que tendrá lugar en Rusia.
Por su tez clara, su cuerpo atlético y su cabellera rubia, puede pasar como alemana; pero la Bandera de Honduras que enarbola cuando gana la delatan como catracha.