22/04/2024
12:46 AM

El locutor que guía a sus oyentes en un paseo por 'El túnel del amor”

René Sosa prefiere animar programas con música del recuerdo porque muchas de las melodías de corte moderno les han quitado la dignidad a las mujeres, según expresa.

San Pedro Sula, Honduras.

En su programa radial El túnel del amor, René Sosa sigue poniendo a soñar a sus oyentes durante un viaje musical por el pasado. Se identifica como el piloto de la nave mientras motiva, con frases positivas, a la audiencia de Radio El Mundo, de la cual se había ausentado por algún tiempo.

“La radio es imaginación”, dice cuando se refiere a los efectos de sonido que hacen imaginar a sus radioescuchas que realmente van viajando en el túnel del tiempo en la nave que él pilotea. En sus primeros programas en Radio El Mundo, su copiloto Javier Mejía le llevaba un jugo de naranja imaginario, antes que la nave despegara del aeropuerto. “Póngale más hielito”, le pedía René y luego dejaba caer las llaves del carro dentro de un vaso de vidrio, para simular el sonido de los cubitos de hielo.

Aunque el programa incluye solamente música de los años sesenta, setenta y ochenta, no solamente la escuchan mayores, sino también jóvenes y hasta niños, por el entusiasmo que manifiesta.

Exhorta a sus oyentes a tener actitud mental positiva o los despierta con un ¡arriba!, ¡arriba!, ¡arriba!
Suele adornar las melodías con frases cortas que ilustran sobre quién es el cantante que está presentando, por ejemplo: “Mucha gente no sabe que Julio Iglesias es abogado y que él solo se representa o que Demis Russos nació en un avión”.

No le molesta que algunos colegas suyos traten de mofarse de su programa con parodias como La cuneta del amor.

Se ríe más bien y luego expresa: “Si el reguetón lo pone cabezón, escuche mejor El túnel del amor”.

El único incidente que recuerda haber tenido en su relación con los artistas fue cuando en una entrevista a Lucerito la llamó Chespirita por decirle Chispita, nombre de una de las novelas hechas por la estrella en su infancia; sin embargo, la artista en vez de molestarse más bien le dijo: “No se preocupe, que yo soy amiga de Chespiritio”. Pero él siempre le pidió disculpas frente al público.

Ha alternado con artistas como Tatiana, Chayanne y Pandora durante su larga carrera de animador.
La pólvora Sosa, como también le dicen sus amigos, soñó en su juventud ser médico, pero la falta de recursos le cerró las puertas de una facultad de Medicina. Sin embargo, dice que la vida le abrió las puertas de una cabina de radio adonde con música romántica cura las penas de muchos de sus oyentes.

No obstante que su madre fue chef de importantes restaurantes de San Pedro Sula, René Sosa no aprendió más que a hacer huevos fritos y en torta; sin embargo, ha puesto “toda la carne en el asador” para convertirse en “el único locutor que toma café con pólvora”, según lo que dice cuando está animando a su público frente a los micrófonos.

Sus oyentes de la vieja generación le llaman el chiquillo norteamericano, no porque tenga pinta de gringo ni nada por el estilo, sino porque con ese apelativo anunciaba a Michael Jackson en los inicios de su carrera en Radio Fabulosa.



Los estudios de la vieja estación radial que por ese tiempo estaban en el barrio Suyapa solían llenarse de colegialas de los institutos sampedranos María Auxiliadora, San Vicente de Paúl y del José Trinidad Reyes que llegaban a ver al chiquillo animando un programa juvenil de música en inglés.

“Era la radio de los colegios y de la juventud”, recuerda ahora René Sosa, quien se estrenó como locutor a los 13 años en la 1050 que estaba frente a la clínica Bendaña.

Luego le dieron la oportunidad de trabajar en Radio Estrella en un horario que le permitía ir por la tarde al Instituto José Trinidad Reyes, adonde cursó su educación secundaria. Pero aquella estrella solo lo alumbró por un año porque la radio se incendió, justamente cuando comenzaría su turno.

Después de eso comenzó su peregrinar por diferentes emisoras en las que dejó las huellas de su estilo alegre y muy peculiar el cual conserva inalterable cuarenta y cinco años después.