19/04/2024
09:15 AM

Preocupación en el golfo por nuevo reclamo de la isla Conejo

Las remesas que envían de EUA alivia la situación económica de algunos pobladores de las islas.

    Tegucigalpa, Honduras

    En dos ocasiones, 1992 y 2002, la Corte Internacional de Justicia de La Haya confirmó que la isla Conejo es hondureña.

    Fue esa Corte la que delimitó la controvertida frontera entre ambos países.

    Honduras se quedó con 290 kilómetros cuadrados de tierra firme y las islas tradicionales en el golfo de Fonseca: Zacate Grande, El Tigre, Güegüensi, isla Exposición, Garrobo, Ratón, San Carlos, Pájaros, Caracolito, Almejas, isla Perico, Violín, Inglesera, Chuchito, Coyote, Comandante, La Vaca, Matate, Santa Elena, Tigritos, Conejo, Ilca, Sirena y los islotes Las Pelonas, Tres Puntas y Las Islitas.

    A El Salvador la Corte le otorgó 150 kilómetros que incluyen las islas Meanguera y Meanguerita.

    Dos
    ratificaciones obtuvo Honduras en la Corte Internacional de Justicia de La Haya sobre la isla Conejo. En 1992 y en 2002.

    Para conocer la posición de los pobladores que viven en las islas del golfo de Fonseca sobre el nuevo reclamo de propiedad que hace El Salvador de la isla Conejo, un equipo periodístico de Diario LA PRENSA se trasladó a los referidos lugares y constató que hay inquietud y preocupación.

    Los pobladores de la isla San Carlos y los de isla Exposición aseguran que la postura salvadoreña les ha robado la tranquilidad.

    Ellos son vecinos de Conejo y están expectantes, no saben si la amenaza que ha lanzado El Salvador para recuperar ese lugar se concretará y por eso se mantienen en alerta.

    “Estamos vigilantes, nos da un respiro que en la isla esté un destacamento militar, pero no deja de preocupar que El Salvador insista con el tema de isla Conejo.

    Confiamos que no pase a más porque nosotros también podemos salir afectados si se da un conflicto por el pleito por Conejo”, señaló Higinio Alemán, alcalde auxiliar de la isla San Carlos.

    En estas islas las familias están atentas a la información que los medios de comunicación puedan emitir sobre este diferendo.

    Cada mañana los pescadores de las islas vecinas a Conejo lanzan su mirada al peñón adonde flamea la bandera hondureña.

    Conejo es un islote con un par de árboles, rocas y maleza que no registra mayor movimiento. Aquí no se pelea ni siquiera la flora, fauna o agua, sino la desembocadura del río Goascorán, que es la frontera natural entre Honduras y El Salvador.

    “Cuando no estaba el pleito por la isla íbamos a diario en las lanchas a Conejo para ‘curiliar’.

    Allí sacábamos los curiles del lodo”, dice el pescador Benjamín Reyes.

    Esta nueva controversia por la isla es un capítulo de novela que se repite cada cierto tiempo.

    Muchos aseguran que estos son sombrerazos que se lanzan cuando se ocupan distractores para evadir las verdaderas intenciones que se dan por temas de campañas políticas, pero para los pobladores es una disputa histórica que les afecta, que los mantiene en zozobra y que piden termine pronto para que reine la tranquilidad.

    Soldados hondureños ejerciendo soberanía en el golfo.

    Las Fuerzas Armadas

    Mientras, los isleños del sur solicitaron ayuda a las autoridades hondureñas.

    La única autoridad con presencia en las islas son las Fuerzas Armadas con los distintos destacamentos que han instalado en el golfo de Fonseca.

    “Ellos -los militares- cuidan el territorio, pero después de eso no hay ningún tipo de ayuda, nos tienen abandonados

    “No somos ni de aquí ni de allá. Preferiríamos ser salvadoreños para recibir apoyo. Por ejemplo, para tener atención en salud viajamos a la isla Zacatillo en El Salvador, allá nos atienden”, expresó Reinerio Pacheco, un pescador de la isla San Carlos.

    Militares custodian la isla Conejo.

    Remesas

    Los corredores de las casas en la isla San Carlos sirven de camino para recorrer la única calle que conecta a los vecinos en la comunidad.

    Allí residen alrededor de 200 familias que sumado a los niños hacen 600 pobladores. Ellos sobreviven de la pesca y son los vecinos más cercanos a la isla Conejo.

    Hay un contraste en San Carlos que marca a las familias: las que reciben remesas y las que no gozan de ese alivio.

    Los primeros viven en casas de ladrillos y pisos de cerámica, mientras que los otros, entre paredes de adobe y tablas.

    Otro asunto que preocupa a los pobladores es la veda decretada para la pesca del camarón, lo cual golpea la economía de estas familias.

    “En El Salvador, por ejemplo, cuando el Gobierno decreta la veda les da a las familias provisión para que sobrevivan, pero aquí no tenemos ese apoyo”, manifestó José Alexander Baca, poblador de San Carlos.

    Los habitantes de San Carlos tienen doble nacionalidad, pero quieren que el Gobierno de Honduras los apoye, les atienda para solventar las dificultades que enfrentan, entre ellas el suministro del servicio de energía eléctrica.

    “La luz llega a San Carlos por el tendido eléctrico que es llevado bajo el agua.

    Pero la mayor parte del tiempo pasamos a oscuras por las fallas en el sistema y la reparación la hacemos los pobladores, por lo que desde hace ocho meses decidimos no seguir pagando el servicio porque a nosotros nos toca repararlo”, explicó Alexander Mejía, poblador de la isla.