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Sus ojos se apagaron, pero no dejó sus estudios superiores

  • 18 agosto 2017 /

Soany Pineda cuenta su historia de superación.

San Pedro Sula, Honduras

Tendió su mano tanteando la nuestra para presentarse como Soany Lorena Pineda mientras sus ojos negros parecían fijarse en la nada.

Al perder su vista por completo hace más de tres años, la muchacha dio un giro completo a su vida, pero no perdió sus ansias de superación.

Estaba estudiando Ingeniería en Informática en una universidad de San Pedro Sula cuando comenzó a sufrir vómitos repentinos y fuertes dolores de cabeza, por ello la llevaron sus padres a un médico, pero este no supo detectar las causas del extraño padecimiento.

La vista se le fue poniendo borrosa, pero como los vómitos eran los malestares más fuertes la examinó un gastroenterólogo, quien al no encontrar nada en su estómago mandó a hacerle una resonancia magnética que remitió a un neurocirujano. “No hay tiempo que perder -dijo este último especialista luego de leer los resultados del estudio-, tiene que ir al quirófano ahora mismo”.

La universitaria de 21 años había desarrollado un tumor benigno en el cerebelo que afectó los nervios ópticos, los cuales llevan la información visual al cerebro desde cada ojo.

Foto: La Prensa

Lo único que no hace es cocinar porque teme quemarse las manos.

Aunque la operaron ese mismo día, ya el daño estaba hecho, por lo que Soany no volvió a ver, pese a una segunda cirugía y al tratamiento con radioterapia. La muchacha lloró porque no podría continuar sus estudios en la universidad, en la que gozaba de una beca gracias a que siempre tuvo excelencia académica.

Pasado el trauma que le causó quedar a oscuras para siempre se matriculó en la escuela para ciegos Luis Braille como primer paso para volver a las aulas universitarias.

A los dos años ya sabía leer y escribir en el lenguaje de los ciegos, indispensable para sus propósitos de superación.

En la universidad pública la admitían, sin embargo, todavía no tenía la destreza para movilizarse por sí sola en el laberinto de sus instalaciones, así que decidió matricularse en la Universidad Católica.

Ya no estudia Ingeniería en Informática, sino Psicología porque le parece una carrera que ayuda a romper los estereotipos que tiene la gente sobre los discapacitados. “Creen que somos incapaces y que no podemos vivir sin la ayuda de otros, aunque es cierto que la vida se nos hace más difícil”, comenta.

Desde la aldea Oropéndolas de Santa Cruz de Yojoa viaja todos los días a su centro de estudios en un busito privado que da el servicio a los estudiantes del sector.

Foto: La Prensa

Aunque usa el braille al tomar nota en sus clases se auxilia del celular para grabar las exposiciones del profesor.

Una compañera de estudios que viaja con ella le ayuda a bajarse cuando llegan a la universidad, pero también otros estudiantes le tienden su brazo mientras se desplaza de un aula a otra con una mochila en su espalda.

Con un bastón especial va detectando los obstáculos al caminar por su casa o el edificio de tres pisos de la Universidad Católica.

Si bien sus ojos se apagaron para siempre puede ver con los ojos del alma, según pudo experimentarlo al enamorarse de su profesor en la escuela para ciegos. Se trata de Walter Reyes, un conocido deportista no vidente que practica el judo y el goalball, una especie de fútbol para ciegos. Sobre boda no quiso hablar.

Foto: La Prensa

Su padre la consolaba diciéndole que de cualquier manera ella tendría que coronar una carrera superior.