18/04/2024
01:53 AM

Choros, los hongos mágicos lencas que todos quieren comer

Brotan después de las tormentas en los bosques de La Esperanza, Intibucá, entre los meses de mayo y junio.

La Esperanza, Honduras.

Cuando abril está por expirar, Lesly Canales (50 años) y toda su familia esperan con impaciencia las lluvias de mayo, pues a diferencia de las que caen en otros meses, estas vienen cargadas de gotas que son prácticamente mágicas.

En San José, una aldea de La Esperanza donde vive Canales, el agua de mayo tiene, indiscutiblemente, poderes para crear en medio de la nada un universo fugaz de colores y formas que provocan alegría en mujeres y niños.



Tras la primera tormenta, Canales, que tiene la casa a la orilla de la carretera, aguarda a que salga el sol y, después de un par de horas, ella va al bosque, que está enfrente, porque sabe con certeza que encontrará las maravillas naturales del año.

Estos hongos solamente crecen de manera silvestre. No son cultivados.
Al pie de los pinos y los robles, como si se tratara de un evento mágico, brotan de la tierra coloridos hongos, en su mayoría rojos, que en cuestión de horas crecen hasta unas diez pulgadas de alto.

Canales y todos los habitantes, una vez que los hongos aparecen, esperan que llegue la tarde o la mañana del día siguiente para cortarlos y convertirlos en considerables sumas de dinero.

“Entre el 15 de mayo y el 15 de junio, aparecen. Nosotros les llamamos choros. Para que aparezcan, tiene que llover y después aparecer el sol. Si no aparece el sol, no brotan”, dice Canales.

Los niños y las mujeres de esta aldea y de otras de La Esperanza recogen los choros, los embolsan y salen a las calles o van a los mercados a ofrecerlos.

El choro tiene un sombrero de 8 a 20 centímetros de diámetro.
Cuando las lluvias se vuelven más frecuentes, después de mediados de mayo, la magia desaparece. Los choros, como les llaman los intibucanos, no vuelven a aparecer en el bosque.

“Después del rojo, nace uno que le decimos matambrero, pero ese no es bueno. Son color crema. Yo recojo choros desde hace mucho tiempo, venía con mi abuelito”, dice Canales, quien tienen 35 años de vivir en esa aldea.

En Honduras, solamente en La Esperanza y el vecino municipio de Intibucá es donde crecen de manera silvestre los hongos de la especie Amanita caesarea que los aborigenes lencas descubrieron y los convirtieron en un elemento fundamental de su gastronomía. En el siglo XXI, los descendientes de los lencas y foráneos que han llegado a radicarse a esta zona, han convertido a los choros en el principal ícono gastronómico de La Esperaza y, desde hace doce años, celebran con un festival la generosidad del hongo.

“La Amanita caesarea, llamada tambien amanita de los césares, era un plato preferido por los césares y también por nuestros lencas”, explica Francisco J. Nolasco, presidente de la mesa regional de turismo, entidad que organiza y celebra la Feria del Choro y el Vino entre el 22 y 25 de junio de cada año.

Solamente en la zona de Intibucá brotan estos hongos. No crecen en otros lugares.
Los choros que no son cocinados y consumidos en los hogares, son vendidos por los recolectores a los restaurantes de la ciudad que se aprovisionan para ofrecer platos durante todo el año.

“En la temporada lluviosa, los lencas descubrieron en las nubladas montañas un alimento exquisito que cautivó a los conquistadores, pues les recordaba las setas de los robles ibéricos.

Catarines les llamaban a esos hongos silvestres de nuestros pinares, se parecen mucho a los chantellier de los bosques franceses y los gallinazzi de Italia. Desde siempre aquí se llaman choros y son el secreto mejor guardo del occidente de Honduras” , reza la cartilla del menú que el restaurante La Hacienda Lenca mantiene en las mesas para seducir a los clientes.

Este restaurante invierte hasta L75 mil lempiras en la adquisición de choros que luego mantiene congelados para ofrecer por lo menos 10 platos diferentes en el transcurso del año.

Los habitantes los han comido tradicionalmente asados y con limón.
“Nosotros vendemos choros desde los primeros festivales. Al inicio no tenía tanta demanda, pero ahora tengo que almacenar una gran cantidad porque no podemos decir no hay. A veces, llega diciembre y me quedo sin choros. A los turistas le gusta bastante. El choro tiene un sabor exquisito”, dice Margot López, propietaria de ese restaurante.

Durante la temporada de los choros, hay familias que logran vender un promedio de L5,000 a los restaurantes locales.

Antes de que los habitantes decidieran convertir al choro en su símbolo gastronómico, la demanda era nula, pues se quedaba en las cocinas de sus hogares.

Comúnmente, los Amanita caesarea brotan entre mayo y junio, pero, en los últimos dos año los habitantes han observado episodios extraños: aparecieron en diciembre. Creen que se debe al cambio climático.

En este bosque, ubicado a la orilla de la carretera, brotan los choros.