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Pandilleros comienzan a vivir entre paredes grises, cámaras y serpentinas

  • 16 mayo 2017 /

Los reos de la 18 y MS-13, que dormían cómodamente en cuartos con cortinas de tela, ahora están confinados en celdas minúsculas y tienen frente a sus ojos puertas aceradas.

Tegucigalpa, Honduras.

Atrás, en Támara, a unos 95 kilómetros, quedaron los aires acondicionados, los ventiladores, los smart tv y todos los lujos que les dio la corrupción penitenciaria. Aquí, en La Tolva, los 773 pandilleros de la MS-13 y pandilla 18 comenzaron a vivir, por fin, en un mundo auténticamente carcelario.

En esta prisión, la cual visitó en exclusiva LA PRENSA, el primer contingente de reos, desde ya, solo mira concreto, paredes grises, extensas vallas coronadas con serpentinas que les desgarrarán la piel si intentan escalarlas.

Con la venia de las autoridades, en la última década, los mareros lograron crear sus propios vecindarios dentro de la Penitenciaría Nacional Marco Aurelio Soto de Támara para vivir augustamente, con muebles y electrodomésticos, como si estuvieran en sus casas.

Estos módulos, con puertas aceradas, están contorneados por vallas metálicas y vigilados por más de 300 cámaras y 5 torreones.
Estos mareros llegaron al extremo de pintar en los muros las leyes con las cuales gobernaron (“No oigo, no miro y no hablo”, regla de la 18, y “ver, oír y callar”, regla de la MS-13) y corrompieron a las autoridades.

En La Tolva, llamada también El Pozo 2, todas las paredes están pintadas de un gris impecable. Las únicos rótulos que existen han sido colocados por las autoridades para que los reos, los visitantes y custodios sigan las instrucciones. “Prohibido portar armas de todo tipo, prohibido fumar, prohibido el uso de celulares, prohibido tomar fotografías, prohibido correr”, reza un rótulo. Aquí nada es permitido.

La Tolva es una cárcel constituida por más de cinco edificios (rotulados con edificio de administración, edificio de custodios, edificio de talleres, edificio de reseña y edificio general del prisión) que están conectados por pasillos y contorneados por mallas metálicas.

En el interior, los reos cuentan con un área recreativa con mesas y asientos de concreto.
El edificio general de prisión, ubicado al fondo del complejo, es la zona más segura e impenetrable. Aquí es donde ahora se encuentran los mareros de Támara.

Está conformado por tres sectores (de 8 módulos cada uno) en cuyas paredes se encuentran las letras MN, MD y MX, según el nivel de seguridad: mínima, mediana y máxima.

A excepción de las autoridades y custodios asignados, ninguna persona puede llegar a esta zona; es imposible, pues debe cruzar 6 aduanas, es decir, 6 controles, y esto es prohibido.

Los reos que no representan un riesgo mayor estarán en los módulos de mínima seguridad. Estas cuentan con rejas en la parte frontal y no puertas aceradas.
En el sector MX, los mareros están recluidos en pequeñas celdas de paredes de concreto y fortificadas con varillas de acero. Estas no son cuartos con delgadas cortinas de tela como las de Támara.

En El Pozo 2, los mareros tienen frente a sus ojos una puerta blindada, con una ventanita. A través de ella sacan las manos para que les coloquen las esposas o les entreguen los platos de comida.