San Pedro Sula, Honduras.
Una enamorada pareja de argentinos salió de su país hace dos años en un Volkswagen del año 1984 con la mira de llegar a Alaska y ya recorrieron la mitad del camino. Ahora están en San Pedro Sula.
Ariel Mancuso y Soledad Oviedo decidieron un buen día dejar sus confortables oficinas con aire acondicionado en Buenos Aires para vivir la aventura de conocer América a vuelta de rueda en una combi que ya estaba prácticamente desauciada.
La idea de hacer el recorrido surgió de Ariel, quien cansado de la rutina en Argentina le propuso a su novia de hace cuatro años, que es licenciada en Química de Alimentos, emprender la odisea. “Yo acepté, pero con la condición de que el recorrido fuera en una casa rodante y no en moto como él quería”, resaltó Soledad.
Debido a que resultaba imposible adquirir una casa rodante, Ariel recurrió a la vieja combi, la cual compraron con el dinero que ahorraron durante un año. La acondicionó para que sirviera también como vivienda y ¡a rodar! Soledad la bautizó con el nombre de Cachi “porque cachi no arranca y cachi nos deja botados”, según dijo haciendo uso de su buen humor.
Aunque es ingeniero industrial, Ariel no sabía nada de mecánica automotriz, ni siquiera había cambiado la llanta de un auto, pero se hizo experto en armar y desarmar su combi obligado por las circunstancias. En cinco ocasiones le bajó el motor al vehículo, que a pesar de todo, le sigue cumpliendo.
Estos desperfectos mecánicos no han sido motivo para desistir de su sueño. Ellos esperan llegar a Alaska en dos años y regresar a su país en el mismo microbús naranja y verde.
El joven refirió que incluso han quedado varados por un mes a causa de estas averías, pero no se quejan porque para ellos cada dificultad es una enseñanza.
Además, el apoyo de la gente surge en forma espontánea en cada uno de los lugares por los cuales van pasando.
En Medellín, Colombia, hasta un indigente que dormía en cartones, les ofreció ayuda al conocer el propósito de su viaje. No estaba en el mapa pasar por San Pedro Sula, pero estando en La Esperanza, Intibucá, el miembro de un club de aficionados a los Volkswagen, los invitó a visitar la ciudad industrial y quedaron tan encantados que se quedaron por dos semanas. Les gustó el ordenamiento de sus calles y la amabilidad de sus habitantes, dijeron.
Durante su estadía en San Pedro Sula aprovecharon la feria artesanal que se realiza los sábados en Expocentro para vender artesanías y postales de los lugares por los cuales van pasando, con lo cual se ayudan a sufragar los costos del viaje.
Cuando se les termina el dinero, trabajan por alguna temporada en los países cuyas leyes se los permiten.
En la combi tienen una pequeña estufa para cocinar sus alimentos. Por lo general la estacionan en lugares en los cuales puedan tener seguridad y acceso a los servicios básicos.
Una enamorada pareja de argentinos salió de su país hace dos años en un Volkswagen del año 1984 con la mira de llegar a Alaska y ya recorrieron la mitad del camino. Ahora están en San Pedro Sula.
Ariel Mancuso y Soledad Oviedo decidieron un buen día dejar sus confortables oficinas con aire acondicionado en Buenos Aires para vivir la aventura de conocer América a vuelta de rueda en una combi que ya estaba prácticamente desauciada.
La idea de hacer el recorrido surgió de Ariel, quien cansado de la rutina en Argentina le propuso a su novia de hace cuatro años, que es licenciada en Química de Alimentos, emprender la odisea. “Yo acepté, pero con la condición de que el recorrido fuera en una casa rodante y no en moto como él quería”, resaltó Soledad.
Una vez lleguen a Alaska, el plan es regresar a Argentina, en un viaje de cuatro años por la costa este.
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Aunque es ingeniero industrial, Ariel no sabía nada de mecánica automotriz, ni siquiera había cambiado la llanta de un auto, pero se hizo experto en armar y desarmar su combi obligado por las circunstancias. En cinco ocasiones le bajó el motor al vehículo, que a pesar de todo, le sigue cumpliendo.
Estos desperfectos mecánicos no han sido motivo para desistir de su sueño. Ellos esperan llegar a Alaska en dos años y regresar a su país en el mismo microbús naranja y verde.
Visitaron Omoa, Puerto Cortés y Tela.
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Además, el apoyo de la gente surge en forma espontánea en cada uno de los lugares por los cuales van pasando.
En Medellín, Colombia, hasta un indigente que dormía en cartones, les ofreció ayuda al conocer el propósito de su viaje. No estaba en el mapa pasar por San Pedro Sula, pero estando en La Esperanza, Intibucá, el miembro de un club de aficionados a los Volkswagen, los invitó a visitar la ciudad industrial y quedaron tan encantados que se quedaron por dos semanas. Les gustó el ordenamiento de sus calles y la amabilidad de sus habitantes, dijeron.
Las peripecias del viaje están registradas en su cuenta de Facebook 'Persiguiendo al conejo blanco'.
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Cuando se les termina el dinero, trabajan por alguna temporada en los países cuyas leyes se los permiten.
En la combi tienen una pequeña estufa para cocinar sus alimentos. Por lo general la estacionan en lugares en los cuales puedan tener seguridad y acceso a los servicios básicos.