Los problemas de sueño de un bebé podrían ser señal de autismo, según un estudio

Hasta un 80 por ciento de los niños con autismo tienen problemas del sueño, según la directora del centro, Annette Estes.

  • 14 may 2020

The New York Times.

Los bebés que tienen alteraciones en el sueño, como sucede con muchos autistas, podrían experimentar retrasos en el desarrollo del cerebro, sugiere un estudio reciente.

Los problemas del sueño en el primer año del bebé podrían afectar al crecimiento del hipocampo, y también podrían preceder a un diagnóstico de autismo, señalan los investigadores.

En el estudio de 400 bebés de 6 a 12 meses, los investigadores encontraron que los que fueron diagnosticados con autismo fueron más propensos a haber tenido problemas para quedarse dormidos. El tiempo de sueño es esencial para el desarrollo del cerebro, anotaron los autores del estudio.

'El hipocampo es esencial para el aprendizaje y la memoria, y los cambios en el tamaño del hipocampo se han asociado con un mal sueño en los adultos y en los niños mayores', comentó la autora principal, Kate MacDuffie, investigadora postdoctoral del Centro de Autismo de la Universidad de Washington, en Seattle.

Hasta un 80 por ciento de los niños con autismo tienen problemas del sueño, según la directora del centro, Annette Estes.

'En nuestra experiencia clínica, los padres tienen muchas preocupaciones sobre el sueño de sus hijos, y en nuestro trabajo sobre la intervención temprana en el autismo, observamos que los problemas del sueño frenaban a los niños y a sus familias', comentó Estes en un comunicado de prensa de la universidad.

Cómo influye el sueño

Los patrones de sueño en los primeros años de vida cambian a medida que los bebés pasan de dormir todo el tiempo a un patrón de sueño/vigilia más parecido al de los adultos. Sin más estudios, apuntó Estes, no es posible determinar si los problemas del sueño indican una señal temprana de un mayor riesgo de autismo.

Pero quizá haya un componente biológico de los problemas del sueño en algunos niños con autismo, planteó.

En el estudio, los investigadores evaluaron a los niños a los 6, 12 y 24 meses de edad, y preguntaron a los padres sobre los hábitos de sueño de los niños. Los bebés también recibieron IRM.

Los investigadores consideraron que 127 bebés tenían un riesgo bajo de autismo porque no tenían antecedentes familiares del trastorno. De los más o menos 300 niños que se consideró inicialmente que tenían un riesgo alto, 71 fueron diagnosticados con autismo a los 2 años.

Además, el equipo de MacDuffie comparó IRM cerebrales repetidas con los historiales de sueño de los niños. Los problemas del sueño fueron más comunes entre los bebés diagnosticados con autismo, al igual que un hipocampo de mayor tamaño. Ninguna otra parte del cerebro se vio afectada.

Otros estudios han vinculado un 'crecimiento exagerado' en distintas estructuras cerebrales con aspectos sociales, lingüísticos y conductuales del autismo.