Alan García, dos veces presidente de Perú, estremeció a la región este miércoles tras quitarse la vida al verse acorralado por el escándalo de corrupción de la constructora Odebrecht.
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García llegó este miércoles a un trágico final tras 35 años como protagonista de la política peruana, en la que irrumpió en 1985 como 'Caballo loco', el impetuoso líder que asumió el poder como el más joven presidente de América y quién tomó un camino final azotado por la corrupción.
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El primer Gobierno de García (1985-1990) es considerado como desastroso por la mayor parte de los peruanos, debido a la profunda crisis económica y el embate del grupo terrorista Sendero Luminoso, que sin embargo volvieron a elegirlo en 2006.
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En ese segundo período realizó un viraje ideológico radical de la izquierda de sus orígenes a una derecha económica y social sin complejos, mientras en el imaginario colectivo de Perú quedaba como un personaje inmune a toda acusación.
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García hizo su carrera política en el seno del histórico e izquierdista Partido Aprista Peruano (PAP), fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre.
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Nacido el 23 de mayo de 1949, Alan Gabriel Ludwing García Pérez se licenció en Derecho por la Universidad de San Marcos de Lima, se doctoró en la Complutense de Madrid y amplió estudios en la Sorbona de París.
Regresó a Perú en 1978 e integró la Asamblea Constituyente que redactó la Carta Magna de 1979, después fue diputado por Lima y en 1982 secretario general del PAP, lo que catapultó su candidatura a la Presidencia en 1985.
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Como gobernante, vivió dos años de idilio con el pueblo, con medidas como la restricción del pago de la deuda exterior, el rechazo a los organismos multilaterales, la reducción de gastos militares y la limitación de las importaciones.
Allí, con 36 años, se ganó el apodo de 'Caballo loco'. El punto de inflexión llegó en 1987 cuando intentó nacionalizar la banca, lo que generó una oleada de protestas lideradas por el escritor y futuro premio Nobel Mario Vargas Llosa.
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En 1990, la economía del país estaba colapsada, la inflación superaba el 7.000 por ciento anual y la figura política de García estaba totalmente desprestigiada.
Luego vino el exilio y el retorno al país, en donde compitió por la Presidencia en 2001, en una votación que ganó Alejandro Toledo.
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Ya en 2006 volvió a presentarse, esta vez reconvertido a la ortodoxia económica y pese al lastre de su pasado, se impuso en la segunda vuelta electoral al nacionalista e izquierdista Ollanta Humala.
La nueva gestión (2006-2011) fue exitosa en lo económico, y en ella se multiplicó la inversión en el país.
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En 2016, al postular a un tercer mandato, García no superó el 5 % de los votos, lo que le llevó a renunciar a sus cargos en el PAP y mudarse a España, donde residía hasta que tuvo que regresar a Perú para testificar por el caso Odebrecht y donde se le impuso una restricción para salir del país.
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García, sobre el que en ese momento no pesaba ninguna orden de detención, buscó refugio en la residencia del embajador uruguayo en Lima aduciendo 'persecución política'.
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Tras varias semanas, Uruguay rechazó ese pedido y un escarmentado García salió de la sede diplomática muy dañado en su prestigio y consciente de que en esta ocasión ya no recibiría apoyo externo en su lucha por eludir a la Justicia.
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El final de García fue causado en último extremo por la sombra de la corrupción, que acompañó su paso por la política, sombra de la que pudo escapar con éxito en numerosas ocasiones pero que, tras el estallido del escándalo Lava Jato y las confesiones de la empresa brasileña Odebrecht, le dejó completamente arrinconado.