¿Se puede disciplinar a los hijos adultos?

Cuando los hijos llegan a la vida adulta, como en cualquier otra etapa, la disciplina debe ser diferente y estar adaptada a su edad.

  • 28 ene 2021

SAN PEDRO SULA.

Parece que la educación de los hijos solo es necesaria hasta que cumplen los 18 años, es decir hasta que se convierten en adultos legales. En teoría cuando llegan a esa edad, ya deberían saber ser independientes y defenderse en el caótico mundo donde vivimos. Pero la realidad es bastante diferente.

La educación hacia los hijos no acaba nunca. Si bien es cierto que cuando son adultos tienen su propia personalidad y sus propios ideales, también es verdad que requerirán de tu sabiduría y tu cariño durante toda tu vida. Siempre un padre y una madre deben estar al lado de los hijos no solo para ayudarles en lo que puedan, si no también para guiarles en el camino por el que deben ir.

-Cuando un hijo se convierte en adulto.
Cuando tu hijo se convierte en un adulto legal, no dejas de ser su padre, pero sí tienes que ajustar y modificar tu estilo de crianza. No disciplinarías a un niño de la misma manera que disciplinas a un adolescente, porque cada etapa de desarrollo presenta desafíos únicos que requieren enfoques diferentes... Lo mismo ocurre con la etapa adulta.

Los hijos adultos no responderán bien si implementas los mismos castigos y expectativas que eran la norma en su adolescencia. El desafío es adaptar tu enfoque de disciplina para respetar la libertad recién descubierta de tu hijo, al tiempo que defines claramente qué comportamientos y acciones no serán tolerados.

-Establece límites claros.
Establecer límites claros y concretos juntos. Los límites son especialmente importantes si tu hijo adulto todavía vive en casa, para evitar conflictos antes de que surjan. Escribe un borrador de un contrato por escrito con tu hijo que cubra temas como el toque de queda, los amigos que pasan la noche en casa, el uso del coche, los gastos del hogar y las tareas domésticas. Al ayudar a crear estas pautas, su hijo se sentirá empoderado y respetado, y no habrá motivos para hablar si se rompe una regla acordada.

-El pasado se queda en el pasado.
No remuevas el pasado porque solo conseguirás haceros más daño. No utilices los malos comportamientos del pasado. No utilices los malos comportamientos del pasado o el mal juicio como punto de discusión en los desacuerdos actuales.

A tu hijo le molestará la implicación de que parece que le estás diciendo que no ha madurado y se pondrá de manera automática a la defensiva, si esto ocurre, no habrá nada que se pueda solucionar si no que todo empeorará. Perdona los errores del pasado y no permitas que coloreen la forma en que ves las acciones de tu hijo hoy.

-Respeta la independencia de tu hijo.
Es necesario que aprendas a respetar la independencia de tu hijo. Ten en cuenta que si bien puedes estar en desacuerdo con el comportamiento de tu hijo en ciertos casos, ya no es tu lugar para intervenir. Si tu hijo no se está causando daño directo a sí mismo ni a los demás, pregúntate si es realmente productivo plantear tus objeciones.

Elige tus batallas sabiamente y no enfades a tu hijo al disciplinarle en situaciones en las que es menos correcto e incorrecto, si no que es más una cuestión de opinión. Tu hijo debe sentir que por encima de todas las cosas respetas su criterio aunque no tengas el mismo punto de vista. Recuerda que sin importar que tenga tu hijo, una relación entre padres e hijos siempre debe basarse en el respeto, la confianza y el amor incondicional. Con estos tres ingredientes necesarios podrás darte cuenta de que la relación podrá mejorar por sí sola y que la disciplina será mucho más sencilla que si intentas imponer siempre tu voluntad cueste lo que cueste.