19/04/2024
08:06 PM

Los secretos del éxito de Berkshire Hathaway

  • 14 septiembre 2014 /

Charles Munger, la mano derecha de Warren Buffett, habla sobre su filosofía de inversión y el futuro del conglomerado.

Nueva York, Estados Unidos.

¿Por qué casi 250 in­versionistas acudieron a Los Ángeles el pasado fin de semana para escuchar las palabras de un hombre de 90 años en la reunión anual de una diminu­ta editorial de textos jurídicos que también fabrica software? Porque era nada más y nada menos que Charles T. Munger —la mano de­recha de Warren Buffett—, quien habló largo y tendido sobre uno de sus activos menos co­nocidos y de todo un poco.

Munger, vicepresidente de la junta de Berkshire Hathaway desde 1977, también ha presidido una fir­ma desconocida, Daily Journal. Sus apariciones públicas son tan poco frecuentes y sus comentarios tan entretenidos y esclarecedores que los inversionistas viajan desde luga­res remotos para escucharlo.

No salieron decepcionados. Munger habló casi sin parar duran­te dos horas en las que arremetió contra el sector financiero, elogió el potencial económico de China y ofreció consejos financieros. Su mensaje central es que la única forma en que los inversionistas alcancen todo su potencial es que piensen en forma independiente. “Si uno es racional con uno mis­mo”, dijo, “la estupidez del mundo le ayudará”.

Conversé en privado con Mun­ger después de la reunión y esto es parte de lo que me dijo. Considera que 3G Capital —la firma brasileña junto a la cual Berkshire adquirió H.J. Heinz el año pasado y que ahora busca fusio­nar Burger King Worldwide con la canadiense Tim Hortons— es “pro­bablemente la mejor del mundo” a la hora de hacer que las “empresas funcionen mejor a un costo más bajo”. Agrega: “Creo que (...) no le hacemos ningún favor al mundo al emplear más personas de las nece­sarias para que las empresas sean gestionadas eficientemente”.

El próximo año se cumplirá me­dio siglo desde que Buffett asumió el control de Berkshire y, para el aniversario, el Oráculo de Omaha le pidió que respondiera dos inte­rrogantes: “¿Por qué funcionó?” y “¿continuará?”.

Las preguntas son “muy intere­santes”, reconoce, “porque el resul­tado real de Berkshire es absoluta­mente ridículo”. El propio Munger queda un poco perplejo al pensar que él y Buffett tomaron un con­junto disparatado de activos, como empresas de textiles moribundas, tiendas por departamentos que no crecían y una firma de estampi­llas para programas de lealtad, y lo transformaron en la quinta mayor compañía de Estados Unidos por capitalización de mercado, con un valor de US$337.000 millones.

“¿Cómo es que esta cosa termi­nó siendo más valiosa que GE (Ge­neral Electric)?”, pregunta Munger con un tono de asombro en su voz.

Primero que todo, observa, otras empresas como GE “tenían una larga historia de trasladar (a los líderes de sus divisiones) cons­tantemente dentro del conglo­merado, y eso equivale a pedirle al músico que toca el oboe en una orquesta sinfónica que toque el piano y esperar que eso no afecte la calidad de la música”. En Berks­hire, los grandes gestores se man­tienen en sus puestos.

En segundo lugar, añade, “pienso que nuestro tempera­mento nos concedía una venta­ja: Warren y yo sabemos mejor que la mayor parte del resto de la gente lo que sabemos y lo que no sabemos. Eso es incluso mejor que tener muchos puntos extra en el coeficiente intelectual”.

Munger prosigue: “Las perso­nas se equivocan de manera cróni­ca a la hora de evaluar los límites de su conocimiento; esa es una de las partes más básicas de la natu­raleza humana. Conocer las fronte­ras de tu círculo de competencia es una de las tareas más difíciles de un ser humano. Saber lo que no sa­bes es mucho más útil en la vida y en los negocios que ser brillante”.

Munger señala que en este mo­mento no ve ninguna inversión que valga la pena y no ha comprado nada para su portafolio en los últi­mos dos años. Sigue esperando una ganga irresistible.

“Una persona me dijo: ‘Tengo una lista de 300 acciones con un gran potencial y las sigo en forma constante con la esperanza de que el precio de una de ellas caiga lo suficiente para comprar’”, cuenta. “Bueno, es algo muy razonable, pero ¿cuántas personas poseen esa clase de disciplina? Ni siquiera una en 100”.

Para prosperar en el mundo de las inversiones, asevera, hay que poseer “esta loca combinación de agallas y paciencia, hay que estar listos para aprovechar una oportu­nidad cuando se presenta, porque en este mundo las oportunidades no duran mucho tiempo”. Munger menciona, como ejemplo, que en marzo de 2009 adquirió 1,6 millo­nes de acciones del banco estado­unidense Wells Fargo para Daily Journal a un costo promedio que calcula en US$8,58 la acción. Hoy, se transa en torno a US$51,50.

“La paciencia ayuda a los inver­sionistas y muchas personas no soportan esperar “, añade. “Si uno no tiene el gen de la gratificación diferida, hay que trabajar mucho para superarlo”.

¿Hasta cuándo Munger y Bu­ffett, de 84 años, seguirán diri­giendo sus compañías? “Estamos rodeados de muchas personas inteligentes que no vacilarán a la hora de decirnos que es hora (de retirarse)”, dice.
Luego agrega, sin inmutarse: “No tengo mucho tiempo en rela­ción a Warren, en términos esta­dísticos, si uno mira las tablas de longevidad”.

Me dijo todo esto tras hablar con inversionistas durante dos horas y luego presidir una reunión de la junta directiva durante otras tres. Hombres de la mitad de su edad hu­biesen estado listos para una siesta, pero Munger no muestra señales de bajar el ritmo.