Madrid, España.
La muerte de Emilio Botín, uno de los banqueros más sobresalientes del mundo, culmina una era de expansión frenética que transformó Banco Santander SA desde un banco regional español a la mayor entidad financiera de la zona euro por capitalización bursátil.
Botín alimentó ese crecimiento con su infatigable energía, como ponen de manifiesto sus sesiones de estrategia de los domingos, cuando se ponía su traje, se dirigía a la oficina, llamaba por teléfono a sus ejecutivos y expedía circulares a todo su imperio bancario, como afirman sus colegas, para estar un paso por delante de sus rivales. El domingo pasado se reunió con ejecutivos del banco, pero dos días después se empezó a sentir mal, dijo una fuente cercana.
El anuncio de Santander el miércoles de que Botín había sufrido un infarto mortal durante la noche, tres semanas antes de cumplir 80 años, llegó de forma inesperada. Botín era un ávido golfista, nadador y ciclista, que se tomaba de forma muy seria su estado físico y que estaba dispuesto a permanecer al timón de la entidad durante otros tres años, según sus colegas y otras personas que lo conocían.
Botín era considerado una las personas más poderosas de España y un motor de la expansión internacional de las empresas del país. Su muerte se produce seis meses después de la del ex presidente del gobierno Adolfo Suárez y tres meses después de la abdicación del rey Juan Carlos I, que lideraron la transición de España a la democracia y su salida del aislamiento internacional tras la muerte del dictador Francisco Franco en 1975.
“Esta es la generación que construyó la España moderna”, asegura Mauro Guillén, profesor de la escuela de negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania. “Él construyó una de las instituciones bancarias más preeminentes del mundo”, dice Guillén, quien equipara a Botín con los Rothschilds y J.P. Morgan como uno de los principales banqueros de la historia.
“Todos nos sentimos orgullosos de haber trabajado y aprendido con nuestro presidente y nos sentimos comprometidos para continuar su labor”, escribió Javier Marín, presidente ejecutivo de Santander, a los empleados del banco en una carta, en la que se refirió a Botín como un patriarca y “mi presidente”.
Hace apenas dos meses, los diarios financieros españoles habían publicado en sus portadas fotografías de un animado Botín, con su característica corbata roja, en una conferencia de prensa para anunciar los resultados trimestrales.
No era sólo los domingos cuando Botín se saltaba los tradicionales horarios de la banca española. “A las 7 u 8 de la mañana, ya estaba muy ocupado”, horas antes de lo habitual, explica Juan María Nin, ex presidente ejecutivo de Caixabank SA, uno de los principales competidores de Santander.
“Emilio introdujo dos elementos que han sido transformacionales para la banca española”, señala Nin, quien trabajó en Santander desde 1999 a 2002. “Un elemento es la pasión por competir”. El segundo, según Nin, fue la expansión del característico logo del banco por América Latina, Europa y Estados Unidos. Santander disponía de un total de 1,2 billones (millones de millones) de euros en activos en de junio ( US$1,55 billones) y cerca de 184.000 empleados.
Botín nació el 1 de octubre de 1934 en Santander, una pequeña ciudad en la costa norte de España. Estudió en una escuela jesuita y se licenció en derecho y economía en universidades españolas.
Los Botín han controlado el Banco Santander desde principios del siglo XX, cuando el abuelo de Emilio Botín asumió la presidencia. Emilio Botín accedió a la junta directiva en 1960 y sucedió a su padre como presidente en 1986.
Fue el año en que España se integró en la Unión Europea, en un momento en que su economía comenzaba a despegar, gracias a sus estrechos vínculos con el resto del continente, la consolidación corporativa en el país y la internacionalización de sus grandes empresas.
Botín aprovechó los planes del gobierno para promover las fusiones del sector bancario en España con el fin de crear entidades de mayor envergadura que pudieran competir mejor en Europa.
La implosión de uno de sus grandes rivales, Banesto SA, que fue nacionalizado a finales de 1993, brindó una gran oportunidad a Botín, que compró el banco en una subasta el año siguiente. A partir de entonces, hizo crecer a Santander mediante una serie de adquisiciones, con lo que se labró una reputación de negociador que pronto superó las fronteras españolas.
Uno de los acuerdos más importantes fue la compra en 2004 de Abbey National, una importante empresa del sector financiero británico. La transacción solidificó la reputación de Santander como un banco de estatura internacional.
La diversificación de Santander redujo su dependencia del mercado español —que actualmente genera 15% de sus ganancias— y le ayudó a capear el colapso del mercado inmobiliario de España en 2008, una doble recesión en el país y la crisis de deuda de la zona euro.
Santander, no obstante, ha estado rezagado respecto a rivales como J.P. Morgan Chase & Co. y HSBC en cuanto a rentabilidad para sus accionistas. Y su reputación se vio manchada por Bernard Madoff, el gestor de fondos de Nueva York que fue condenado por una gigantesca estafa piramidal. El banco contuvo los daños ofreciendo compensaciones a muchos clientes.
Alfredo Sáenz, presidente ejecutivo de Santander, fue declarado culpable de hacer falsas acusaciones en los años 90 contra acreedores de Banesto. Fue indultado por el gobierno en 2011, pero renunció a su cargo el año pasado.
La familia Botín pagó en 2011 unos 200 millones de euros en impuestos pendientes para evitar acusaciones de evasión fiscal. La justicia cerró una investigación tributaria sin presentar cargos.
La muerte de Emilio Botín, uno de los banqueros más sobresalientes del mundo, culmina una era de expansión frenética que transformó Banco Santander SA desde un banco regional español a la mayor entidad financiera de la zona euro por capitalización bursátil.
Botín alimentó ese crecimiento con su infatigable energía, como ponen de manifiesto sus sesiones de estrategia de los domingos, cuando se ponía su traje, se dirigía a la oficina, llamaba por teléfono a sus ejecutivos y expedía circulares a todo su imperio bancario, como afirman sus colegas, para estar un paso por delante de sus rivales. El domingo pasado se reunió con ejecutivos del banco, pero dos días después se empezó a sentir mal, dijo una fuente cercana.
El anuncio de Santander el miércoles de que Botín había sufrido un infarto mortal durante la noche, tres semanas antes de cumplir 80 años, llegó de forma inesperada. Botín era un ávido golfista, nadador y ciclista, que se tomaba de forma muy seria su estado físico y que estaba dispuesto a permanecer al timón de la entidad durante otros tres años, según sus colegas y otras personas que lo conocían.
Botín era considerado una las personas más poderosas de España y un motor de la expansión internacional de las empresas del país. Su muerte se produce seis meses después de la del ex presidente del gobierno Adolfo Suárez y tres meses después de la abdicación del rey Juan Carlos I, que lideraron la transición de España a la democracia y su salida del aislamiento internacional tras la muerte del dictador Francisco Franco en 1975.
“Esta es la generación que construyó la España moderna”, asegura Mauro Guillén, profesor de la escuela de negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania. “Él construyó una de las instituciones bancarias más preeminentes del mundo”, dice Guillén, quien equipara a Botín con los Rothschilds y J.P. Morgan como uno de los principales banqueros de la historia.
“Todos nos sentimos orgullosos de haber trabajado y aprendido con nuestro presidente y nos sentimos comprometidos para continuar su labor”, escribió Javier Marín, presidente ejecutivo de Santander, a los empleados del banco en una carta, en la que se refirió a Botín como un patriarca y “mi presidente”.
Hace apenas dos meses, los diarios financieros españoles habían publicado en sus portadas fotografías de un animado Botín, con su característica corbata roja, en una conferencia de prensa para anunciar los resultados trimestrales.
No era sólo los domingos cuando Botín se saltaba los tradicionales horarios de la banca española. “A las 7 u 8 de la mañana, ya estaba muy ocupado”, horas antes de lo habitual, explica Juan María Nin, ex presidente ejecutivo de Caixabank SA, uno de los principales competidores de Santander.
“Emilio introdujo dos elementos que han sido transformacionales para la banca española”, señala Nin, quien trabajó en Santander desde 1999 a 2002. “Un elemento es la pasión por competir”. El segundo, según Nin, fue la expansión del característico logo del banco por América Latina, Europa y Estados Unidos. Santander disponía de un total de 1,2 billones (millones de millones) de euros en activos en de junio ( US$1,55 billones) y cerca de 184.000 empleados.
Botín nació el 1 de octubre de 1934 en Santander, una pequeña ciudad en la costa norte de España. Estudió en una escuela jesuita y se licenció en derecho y economía en universidades españolas.
Los Botín han controlado el Banco Santander desde principios del siglo XX, cuando el abuelo de Emilio Botín asumió la presidencia. Emilio Botín accedió a la junta directiva en 1960 y sucedió a su padre como presidente en 1986.
Fue el año en que España se integró en la Unión Europea, en un momento en que su economía comenzaba a despegar, gracias a sus estrechos vínculos con el resto del continente, la consolidación corporativa en el país y la internacionalización de sus grandes empresas.
Botín aprovechó los planes del gobierno para promover las fusiones del sector bancario en España con el fin de crear entidades de mayor envergadura que pudieran competir mejor en Europa.
La implosión de uno de sus grandes rivales, Banesto SA, que fue nacionalizado a finales de 1993, brindó una gran oportunidad a Botín, que compró el banco en una subasta el año siguiente. A partir de entonces, hizo crecer a Santander mediante una serie de adquisiciones, con lo que se labró una reputación de negociador que pronto superó las fronteras españolas.
Uno de los acuerdos más importantes fue la compra en 2004 de Abbey National, una importante empresa del sector financiero británico. La transacción solidificó la reputación de Santander como un banco de estatura internacional.
La diversificación de Santander redujo su dependencia del mercado español —que actualmente genera 15% de sus ganancias— y le ayudó a capear el colapso del mercado inmobiliario de España en 2008, una doble recesión en el país y la crisis de deuda de la zona euro.
Santander, no obstante, ha estado rezagado respecto a rivales como J.P. Morgan Chase & Co. y HSBC en cuanto a rentabilidad para sus accionistas. Y su reputación se vio manchada por Bernard Madoff, el gestor de fondos de Nueva York que fue condenado por una gigantesca estafa piramidal. El banco contuvo los daños ofreciendo compensaciones a muchos clientes.
Alfredo Sáenz, presidente ejecutivo de Santander, fue declarado culpable de hacer falsas acusaciones en los años 90 contra acreedores de Banesto. Fue indultado por el gobierno en 2011, pero renunció a su cargo el año pasado.
La familia Botín pagó en 2011 unos 200 millones de euros en impuestos pendientes para evitar acusaciones de evasión fiscal. La justicia cerró una investigación tributaria sin presentar cargos.