17/04/2024
01:23 PM

La costosa apuesta alemana por la energía verde

  • 01 septiembre 2014 /

Las empresas temen que el plan les reste competitividad.

Wilster, Alemania.

En un pantano arenoso en las afueras de este pueblo medieval, la próxima autopista de Alemania comenzará a materializarse dentro de poco.

La Stromautobahn, como la lla­man los residentes locales, no ten­drá autos Audi ni BMW, sino elec­tricidad de alto voltaje que viajará a lo largo de cientos de kilómetros de cables de aluminio y acero que se extenderán desde el Mar del Norte hasta el corredor industrial en el sur de Alemania.

El proyecto es la columna verte­bral de la Energiewende alemana, o revolución energética, un gigan­tesco plan de 1 billón de euros que apunta a poner fin a la dependen­cia del país de los combustibles nu­cleares y fósiles para mediados de siglo, y la mayor prioridad interna de la canciller Angela Merkel.

No obstante, muchas empresas, economistas e incluso los vecinos de Alemania temen que el enorme costo de reemplazar un sistema que actualmente funciona socave la base industrial del país y perjudi­que a toda la economía europea. La caída de 0,6% del Producto Interno Bruto alemán en el segundo trimes­tre frenó el crecimiento general de la zona euro, que no registró cam­bios en ese período.

En los últimos cinco años, los precios promedio de la electrici­dad para empresas han subido 60% debido al traslado de costos como parte de los subsidios del gobierno a productores de energía renova­ble. Los precios ahora duplican los de Estados Unidos, por ejemplo.

“La industria alemana perderá gradualmente su competitividad si este curso no se revierte pronto”, afirma Kurt Bock, presidente eje­cutivo de BASF SE, el mayor fabri­cante mundial de químicos.

La Unión Europea ha fijado una serie de metas sobre energía reno­vable para todos los miembros, que apuntan a que para 2020 alrededor de 35% de la electricidad de la re­gión provenga de fuentes renova­bles, lo cual se considera ambicioso según estándares internacionales. Sin embargo, la “revolución solita­ria” de Alemania, como la llaman algunos, va mucho más allá. Para 2025, Alemania busca producir en­tre 40% y 45% de su electricidad de fuentes renovables, y subir a por lo menos 80% para 2050. La mayoría de los países en la UE por ahora apuntan a la meta más baja y siguen usando energía nuclear.

Merkel, quien ordenó la reti­rada acelerada de Alemania de la energía nuclear luego del desastre de Fukushima en 2011, declaró que la Energiewende es tanto una im­portante contribución en la bata­lla contra el calentamiento global como un paso histórico para termi­nar con la dependencia mundial de la energía nuclear.

“Ningún país de la escala de Ale­mania ha buscado un cambio tan ra­dical en su suministro de energía”, dijo Merkel en un discurso este año. “Estoy convencida de que si algún país puede implementar la Ener­giewende con éxito, es Alemania”.
Una estimación del gobierno pro­yecta que la Energiewende costará hasta 1 billón (millón de millones) de euros (alrededor de US$1,4 billones) para 2040, casi la mitad del PIB del país y aproximadamente la misma cantidad que gastó en la reunifica­ción de las dos Alemanias.

A pesar de la debilidad en el se­gundo trimestre, la economía ale­mana —la mayor de Europa— aún se beneficia de una fuerte demanda de su maquinaria y autos en China y otros lugares, lo que la ha ayuda­do a soportar la crisis de deuda del continente con pocas consecuen­cias. Este año, se prevé que la eco­nomía se expanda en alrededor de 1,5%, un crecimiento sólido según los estándares europeos.

Sin embargo, casi 75% de las em­presas industriales pequeñas y me­dianas del país afirman que los cre­cientes costos energéticos son un riesgo importante, según una en­cuesta reciente de Pricewaterhouse­Coopers y la Federación de Industria Alemana. Y por primera vez desde 2008, las empresas alemanas cita­ron los crecientes costos generales en su país como motivo para invertir en el extranjero, según una encuesta reciente de las Cámaras Alemanas de Comercio e Industria.

El gobierno alemán afirma que está comprometido con limitar el impacto negativo sobre la economía en general. Una vez que se comple­te la infraestructura de energía re­novable del país, los precios de la electricidad deberían caer, ha sos­tenido el gobierno. Las autoridades también argumentan que al estable­cer la industria alemana como la lí­der en tecnologías verdes, la Ener­giewende le dará a sus empresas otra lucrativa exportación.

BASF, que consume tanta elec­tricidad al año en su principal plan­ta alemana como toda Dinamarca, indicó en mayo que reduciría sus­tancialmente sus inversiones en Alemania debido a la política ener­gética del país. Lo mismo sucede con otras empresas que optaron por invertir en otros países.

Hasta ahora, los principales be­neficiarios de la Energiewende son inversionistas en instalaciones eóli­cas y solares. Individuos privados y grupos comunitarios controlan al­rededor de la mitad de los mercados de energía solar y eólica en tierra de Alemania. Inversionistas insti­tucionales son dueños de la mitad de la energía solar del país y 40% de su generación de energía eólica en tierra. Alemania tiene pocos re­cursos hidroeléctricos.

Reconfigurar la interconexión eléctrica de la cuarta economía del mundo no ha sido fácil. La tarea, el mayor proyecto de infraestructura en Alemania desde la Segunda Gue­rra Mundial, ha estado plagada de sobrecostos, conflictos regulatorios e interrogantes de conservación.

Una preocupación más inmedia­ta son los crecientes costos de la energía. Para alentar la expansión de la producción de energía verde, el gobierno garantizó por 20 años los precios de la electricidad que ingre­sa a la red desde fuentes renovables, como turbinas eólicas y paneles so­lares. El costo del subsidio es trans­ferido a los consumidores a través de un recargo, lo que ha incremen­tado los precios de las facturas de los hogares. En total, los subsidios ascienden a unos 24.000 millones de euros al año, según el Ministerio de Economía de Alemania.

Alarmado por el alza de costos, el gobierno de Merkel modificó en junio la ley que autoriza los subsi­dios de energía verde.
Alrededor de 2.000 de los ma­yores usuarios industriales de Ale­mania están exentos de pagar el recargo al menos hasta 2017. Las firmas, que ahorran unos 5.000 mi­llones al año, afirman que las dudas sobre el programa hacen que sea imposible planificar y que los ma­yores costos energéticos les llegan a través de proveedores menores que no están exentos.

Los incentivos, lanzados en 2000, han funcionado para aumentar la producción de energía renovable.
El gobierno quiere construir y modernizar más de 6.400 kilóme­tros de cables de alto voltaje. Hasta ahora, en medio de retrasos e in­decisión, se han completado sólo 350 kilómetros de expansión, por lo que la electricidad no puede llegar a los usuarios.

Las encuestas muestran que el apoyo a la Energiewende es sólido, gracias a la oposición visceral de los alemanes a la energía nuclear. Sin embargo, cuando las nueve plan­tas nucleares restantes se cierren en 2022, un retraso sustancial en la construcción del corredor de transmisión podría obligar al país a volver a adoptar fuentes de ener­gía convencionales.