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Detrás del colapso de un imperio portugués

  • 13 agosto 2014 /

Una firma suiza fue clave en la crisis del conglomerado familiar Espírito Santo.

Nueva York, Estados Unidos.

Por casi 150 años, la familia portuguesa Espírito Santo forjó una dinastía empresarial cuyos intereses abarcaban desde ban­cos europeos y edificios residen­ciales en Miami hasta una mina de diamantes en Angola. El apo­do del actual patriarca es “Dueño de todo esto”.

Ahora, sin embargo, el imperio está en ruinas. Su principal activo y el segundo mayor banco de Portu­gal, Banco Espírito Santo SA (BES), colapsó este mes, y sus principales empresas holding se han acogido a las leyes de bancarrota en medio de acusaciones de fraude.

El escándalo ha conmocionado a las élites políticas y empresaria­les de Portugal y sacudido los frá­giles mercados financieros de Eu­ropa. El índice de referencia de la bolsa local ha caído 22% desde que la crisis de Espírito Santo se inten­sificó a principios de julio. El hecho de que los reguladores no se hayan percatado de los problemas ha ge­nerado temores entre los inversio­nistas de que podría pasar igual con otros bancos europeos.

En el centro del meollo está una pequeña firma financiera sui­za ahora llamada Eurofin Holding SA, establecida hace 15 años prin­cipalmente para gestionar transac­ciones financieras para la familia Espírito Santo y sus empresas.

Por años, Eurofin pertenecía parcialmente a Espírito Santo. La firma fue un importante respaldo para las finanzas de Espírito San­to, según e-mails internos y otros documentos que revisó The Wall Street Journal, y ejecutivos y otras personas al tanto.

Eurofin transfería dinero entre las entidades de Espírito Santo, a menudo en formas difíciles de de­tectar. Ciertos movimientos ocu­rrieron durante el pico de la cri­sis financiera global, cuando los bancos del sur de Europa busca­ban sobrevivir. Algunas veces, un vehículo gestionado por Eurofin fue el único comprador de ciertos bonos de BES. La firma ayudó a agrupar deuda de varias empre­sas de la familia, que eran vendi­das a clientes del banco.

El gobernador del banco cen­tral de Portugal, Carlos Costa, dijo hace poco que Espírito San­to “desarrolló un sistema frau­dulento de financiación entre las empresas” del grupo. Los regula­dores portugueses sospechan que Eurofin jugó un papel central en la trama, según una persona al tanto de la pesquisa.

Eurofin, con sede en Suiza, dijo por escrito que “es totalmente au­tónoma e independiente” del ban­co y el Grupo Espírito Santo. Con­firmó que tenía extensos negocios con entidades de Espírito Santo, pero que la firma “siempre ha ac­tuado en total cumplimiento de las leyes y requerimientos regula­torios”. La firma sostuvo que nunca distribuyó ningún producto finan­ciero a clientes minoristas. Alexan­dre Cadosch, presidente ejecutivo de Eurofin, dijo en una entrevista el martes: “Creo firmemente que somos el blanco equivocado”.

Un portavoz de Espírito Santo International SA, el principal hol­ding de la familia, que solicitó pro­tección por bancarrota en julio, no quiso comentar.

El patriarca, Ricardo Espírito Santo Salgado, renunció en julio a la presidencia ejecutiva de BES. A fines de ese mes, fue interrogado por fiscales en una investigación de lavado de dinero. Ha dicho que “cree que la verdad y la justicia pre­valecerán”. Un vocero dijo que Es­pírito Santo Salgado hablará cuan­do concluya la pesquisa del Banco de Portugal.

La dinastía comenzó con un ne­gocio de divisas en Lisboa, lanzado en 1869 por José María do Espíri­to Santo e Silva, que se convirtió luego en BES y se expandió hasta pasar a ser un emporio global de inversiones en bienes raíces, ho­teles, salud, energía y agricultura. Espírito Santo Salgado es bisnie­to del fundador y asumió el mando del banco en 1991.

En 1999, la creciente fortuna de la familia motivó la creación de una entidad separada, Euro­fin Services, principalmente para administrar las finanzas y transacciones del clan, según ex ejecutivos. La firma se expandió y empezó a proveer servicios a otras familias ricas.

Para 2008, Eurofin tenía unos 40 empleados. La familia, a través de una compañía llamada Espírito Santo Resources, poseía 23% de la firma. Eurofin trató de diversificar­se y lanzó, por ejemplo, un servicio de comercio de diamantes y una di­visión británica que proponía ne­gocios de banca de inversión con clubes de fútbol ingleses. Atender a Espírito Santo era su principal mi­sión, según documentos internos.

Eurofin administraba más de 1.400 millones de francos suizos (US$1.600 millones) en activos para entidades de Espírito Santo, lo que representa la mayor parte de las inversiones que tenía bajo gestión en 2010, según un e-mail interno. Sin embargo, no todos en Espírito Santo se sentían cómodos con la estrecha relación con Euro­fin, de acuerdo con documentos.

En 2009, la familia vendió su participación en Eurofin. Pero si­guieron manteniendo profundos vínculos, según documentos.
Los problemas empezaron en noviembre de 2013, cuando el re­gulador bursátil de Portugal impu­so una regla que limitaba las inver­siones que podían hacer los fondos en entidades afiliadas a sus gesto­res. En diciembre, The Wall Street Journal informó que expertos ex­ternos consideraban algunas prác­ticas contables de Espírito Santo International como cuestionables y que el banco estaba vendiendo deuda emitida por otras entida­des del grupo a sus clientes mino­ristas. Espírito Santo sostuvo que las prácticas eran apropiadas.

Ese mes, el banco central le or­denó a BES reducir su exposición a otras empresas del grupo y solicitó a KPMG LLP que auditara los libros de Espírito Santo International.

A principios de este año, KPMG informó al Banco de Portugal que había descubierto “irregularida­des” contables, dijo Costa, el go­bernador del banco central.

El 18 de julio, Espírito Santo International solicitó protección de sus acreedores en Luxembur­go. El 30 de julio, el banco divulgó una pérdida de 3.600 millones de euros en el primer semestre, debi­do a una nueva deuda que podría tener que recomprar. La entidad afirmó que la deuda fue empaque­tada por intermediarios financie­ros y luego vendida a clientes a un precio inflado.
Días después, Costa identificó a Eurofin como un intermediario que agrupó esa deuda y dijo que esos valores resultaron en US$1.700 mi­llones en pérdidas para el banco.

El 1 de agosto, el Banco Central Europeo informó al Banco de Por­tugal que le cortaría el acceso a sus fondos a BES. Dos días más tarde, Costa anunció un rescate financia­do por los contribuyentes y un des­mantelamiento del banco.