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El sector automotor de Venezuela, varado por la escasez de dólares

  • 21 julio 2014 /

Alguna vez la ter­cera mayor de Sudamérica, la industria auto­motriz de este país loco por los autos está casi en parálisis total.

Valencia, Venezuela.

Alguna vez la ter­cera mayor de Sudamérica, la industria auto­motriz de este país loco por los autos está casi en parálisis total, con plantas que producen vehículos a cuentagotas.

Las automotrices, entre ellas gigantes globales como Ford Motor Co., Chrysler Fiat Automobiles NV, General Motors Co. y Toyo­ta Motor Corp., han recortado la producción en más de 80% en los primeros seis meses del año frente al mismo período de 2012, debido a la falta de dólares para pagar a los provee­dores de partes.

“Esta es la primera vez que veo las cosas tan mal”, afirmó Antonio López, un trabajador de 61 años de Ford mientras preparaba un sedán para pintura en una silenciosa planta. Esta ca­vernosa fábrica de Valencia, unos 176 kilóme­tros al oeste de Caracas, parecía mayormente vacía durante una tarde del mes pasado, con apenas un puñado de trabajadores que barría y hacía mantenimiento de los equipos en las estaciones de ensamblaje.

Los 2.500 trabajadores de Ford aún lle­gan todos los días, con sus puestos de trabajo protegidos por estrictas leyes laborales, pero la fábrica produce cada jornada unas pocas unidades del compacto Fiesta y el todoterre­no Explorer. “Me preocupa el abandono de la planta”, dijo López. “De esto come mi familia. Esto es lo que he hecho toda mi vida”.

Un portavoz de Ford dijo que la compañía ha estado en conversaciones con el gobierno de Venezuela con el fin de obtener más dólares para importar partes. El representante se negó a ampliar detalles sobre las conversaciones o dar mayores precisiones sobre el estado de las operaciones de Ford aparte de señalar que la automotriz estaba concentrada en regresar a la rentabilidad “todas sus operaciones en América Latina”.

La producción y venta de automóviles ha caído rápidamente. Los balances han quedado golpeados, con ingresos vulnerables a la deva­luación y atrapados en Venezuela debido a los controles cambiarios. En 2013, las automotri­ces produjeron 36.919 vehículos hasta junio. En cambio, en el mismo período de este año las plantas han fabricado 6.161 unidades, cerca de lo que Argentina produce en pocos días.

“Los volúmenes (de ventas) se han redu­cido 75% respecto de 2013, y eso que el nivel del año pasado fue el más bajo en una dé­cada”, señala Carlos Gomes, un economista que sigue la industria automotriz mundial en Scotiabank. “Creo que es justo decir que la situación es alarmante”.

La industria comenzó este año con una nota especialmente grave, cuando sólo To­yota y Mack de Venezuela, filial de Volvo AB, pusieron en marcha sus líneas de ensamblaje. Toyota suspendió su producción durante tres meses a partir de marzo, seguido por el fabri­cante italiano de camiones Iveco SpA en abril. Ford, General Motors y Chrysler redujeron su producción en medio de grandes pérdidas de­bido a la devaluación de la moneda mientras el gobierno del presidente Nicolás Maduro inten­taba hacer frente a una escasez de dólares.

El mandatario, sin embargo, culpa a las automotrices, no a las políticas económicas del país, por las dificultades del sector. El go­bierno multó el año pasado a General Motors tras acusar a la empresa de vender partes con sobreprecios.

En febrero, el presidente criticó públicamente a Toyota por sus planes de cesar la producción, sugiriendo que el fabricante ja­ponés estaba en connivencia con sus enemigos para desestabilizar a su gobierno. GM no quiso comentar y Toyota no respondió a solicitudes de comentarios.

El Ministerio de Comunicación de Venezue­la se negó a comentar. Los ministerios de Eco­nomía y Finanzas y de Industrias no devolvie­ron llamadas telefónicas. Una portavoz de la Cámara Automotriz de Venezuela, que repre­senta a los fabricantes extranjeros, dijo que el grupo estaba en conversaciones con el gobier­no y prefirió no hacer más comentarios.

Desde la llegada del primer auto a Vene­zuela en 1904, un Cadillac comprado por un médico de Caracas, los autos se han conver­tido en parte de la identidad nacional en un país con autopistas construidas por compa­ñías estadounidenses que eran la envidia de América Latina. Y el combustible sigue siendo casi gratis, dando larga vida a los clásicos de Detroit de alto consumo que se ven con fre­cuencia en todo el país.

El predecesor de Maduro, Hugo Chávez, convirtió al gobierno en la única fuente de billetes verdes, con un control estricto de su desembolso a través de un régimen de cam­bio de divisas. Miles de millones de dólares se perdieron a medida que empresarios corrup­tos facturaban al gobierno importaciones que nunca tuvieron lugar, según reconocieron pú­blicamente funcionarios. Al mismo tiempo, se gastaron miles de millones en los años electo­rales, dicen los críticos.

Un ejecutivo automotriz, que habló bajo condición de anonimato, dijo que el gobierno no había cumplido con la entrega de dólares prometida el año pasado a través del sistema SICAD del banco central, que vende una can­tidad limitada a un tipo de cambio más bajo. Ejecutivos de la industria estiman que el go­bierno le debe al sector hasta US$4.000 mi­llones en pagos atrasados a proveedores in­ternacionales.

Los compradores en busca de un vehículo nuevo pueden pasar años en lista de espera. Las ventas de autos nuevos en 2013 totaliza­ron 98.878 unidades, una caída de 80% frente a 2007, cuando el sector alcanzó un máximo de 491.899.

En 2012, la producción de las automotri­ces venezolanas ubicó a esta industria en el tercer puesto de América del Sur, detrás de sus similares de Brasil y Argentina, según la Organización Internacional de Constructores de Automóviles con sede en París. Venezuela se ubica en el quinto lugar este año, detrás de la vecina Colombia y del mucho más pequeño Ecuador.

Las restricciones a la importación, junto con la caída en la producción, han hecho de Venezuela un país raro donde los vehículos usados suben de valor. “No puedo encontrar nada. Los precios están subiendo todos los días”, explica Jesús Ramírez, un taxista que ha pasado un año tratando de reemplazar el Renault 2008 que en su momento compró nuevo por US$7.441. Cinco años después, vendió ese auto por más de US$30.000.

También se ha vuelto difícil encontrar las partes necesarias para mantener los vehícu­los rodando. Eso ha llevado a los ladrones a robar de los coches aparcados piezas tales como baterías.

Héctor Lucena, un experto de la industria automotriz en la Universidad de Carabobo, en Valencia, dice que aunque las plantas de ensamblaje mantienen unos 15.000 trabaja­dores en sus nóminas, tanto Chrysler como General Motors han pedido al gobierno per­miso para recortar cientos de puestos.

Posi­ciones sin protección en negocios relaciona­dos —desde concesionarios hasta talleres de reparación y otros, con unos 75.000 emplea­dos— ya han sufrido pérdidas, añade.