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Los inversionistas no deberían llorar por Argentina

  • 09 julio 2014 /

Argentina podría caer en default a menos que consiga un acuerdo con acreedores que han rechazado canjes de reestructura­ción previos.

Buenos Aires, Argentina.

Caer en una cesación de pagos de alto perfil nunca es algo bue­no. Aun así, parece poco probable que Argentina, que podría caer en default a menos que consiga un acuerdo con acreedores que han rechazado canjes de reestructura­ción previos, perjudique demasia­do a la mayoría de los inversionis­tas de mercados emergentes.

Si Argentina incumple sus obli­gaciones, daría mucho de qué ha­blar. Pero sería también la culmi­nación de una saga que empezó cuando el país cayó en cesación de pagos por primera vez en di­ciembre de 2001. Los tenedores de más de 90% de su deuda soberana aceptaron reestructuraciones en 2005 y 2010.

Pero fondos de cobertura y otros que poseen alrededor de US$6.000 millones en bonos nunca aceptaron estos pactos y han reclamado desde entonces el pago de la deuda.

La Justicia de Estados Unidos ha prohibido a Buenos Aires rea­lizar pagos de sus bonos reestruc­turados a menos de que llegue a un acuerdo con los bonistas que se resistieron a las otras reestructu­raciones, los llamados “holdouts”. Como resultado, quedó pendiente el pago de US$539 millones pro­gramado para el 30 de junio y ha empezado a correr un periodo de gracia de 30 días antes de que ocu­rra un nuevo default.

Aun así, Argentina no tiene la capacidad de estremecer a los mer­cados emergentes. Cuando ocurrió el default de 2001, Argentina repre­sentaba más de 20% del índice de bonos soberanos en dólares EMBI Global de J.P. Morgan Chase. Des­pués de más de una década de ex­clusión de los mercados de capital, el país representa sólo 1,32%.

Debido a la resistencia del país a negociar con sus acreedo­res, muchos inversionistas prác­ticamente lo han descartado. Las consecuencias deberían ser pocas, si acaso alguna, para otros presta­mistas de mercados emergentes, incluso en América Latina.

Hay ciertas inquietudes de que las discusiones argentinas en las cortes, que se centran en la inter­pretación de la cláusula conoci­da como pari passu de su deuda soberana, podría tener ramifi­caciones en reestructuraciones futuras de bonos soberanos y de otro tipo. El punto clave es si la cláusula puede ser interpretada de manera general para garanti­zar derechos de pago equitativos a todos los acreedores, o de mane­ra más estrecha para otorgar un trato igualitario, y en particular evitar la subordinación de algu­nos acreedores a otros. Los pre­cedentes favorecen la definición más limitada, y la aplicación de una definición más amplia podría generar más dificultades en futu­ras reestructuraciones.

Pero el caso de Argentina tie­ne características específicas que podrían no ser aplicables en otros lados, principalmente la promul­gación en 2005 de la llamada “Ley cerrojo”, que específicamente pro­hibió pagos a acreedores holdout, lo que formalmente los subordinó. Además, temores sobre reestruc­turaciones futuras tardarán cierto tiempo en manifestarse.

En este momento hay pocos otros candi­datos para caer en default y los inversionistas siguen comprando deuda soberana de riesgo a pesar del debate en torno a la cláusula pari passu.

Cualquier debilidad en merca­dos emergentes a medida que se acerca la fecha límite causada por nervios o bajas expectativas sobre Argentina debería ser vista como una oportunidad de compra. Una sorpresa mayor sería si Argenti­na logra obtener un final feliz para esta saga y recupera el acceso a los mercados de capital. Eso po­dría ser difícil de lograr: el lunes, el ministro de Economía Axel Ki­cillof dijo que el país necesita más tiempo para resolver su disputa. Los inversionistas en mercados emergentes, sin embargo, no de­berían dejar que eso los perturbe demasiado.