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La recesión cuestiona el modelo de las cooperativas en España

  • 31 diciembre 2014 /

Durante décadas, la enorme red de cooperativas industriales y minoristas nacida en esta pequeña ciudad fue considerada un modelo internacional.

MONDRAGÓN, España

Durante décadas, la enorme red de cooperativas industriales y minoristas nacida en esta pequeña ciudad fue considerada un modelo internacional.

Cuando una tenía problemas, el resto de la Corporación Mondragón la rescataba con efectivo o recibía a los trabajadores que corrían el riesgo de perder sus empleos. Luego sucedió lo impensable. En octubre, el fabricante de
electrodomésticos Fagor, un exportador global y el líder en ollas a presión en el mercado estadounidense, cerró sus fábricas luego de que otras cooperativas le negaran su ayuda. Eso, a su vez, sacudió la red Mondragón, la mayor de su tipo en el mundo, afectando los lazos entre las 109 cooperativas sobrevivientes y erosionando la confianza
en las más débiles. Muchos de sus 80.000 trabajadores ahora temen por sus empleos en un país en la que la tasa de desocupación llega a 26%.

“Es nuestro Lehman Brothers”, afirma Juan Antonio Talledo, quien perdió su empleo en la línea de ensamblaje de refrigeradores de Fagor, en referencia a la quiebra del banco de inversión de Estados Unidos hace cinco años,
que hizo tambalear el sistema financiero global.

Con deudas de 850 millones de euros (US$1.160 millones), Fagor es una de las víctimas más grandes en un año récord en bancarrotas en España. Incluso en momentos en que la economía sale de su segunda recesión en cinco años, el crecimiento sigue siendo demasiado débil para salvar a muchas empresas españolas ahogadas por
las deudas.

No obstante, el cierre abrupto de Fagor repercute más allá de España. Muchos académicos en EE.UU. y Europa han sostenido durante décadas que las cooperativas que son propiedad de los empleados resultan una alternativa más productiva y favorable para los trabajadores que el tradicional capitalismo con accionistas.

Pero la crisis aquí dejó al descubierto una debilidad: las cooperativas tienen menos opciones para recaudar capital cuando intentan superar una recesión.

La prolongada recesión en España que agotó los recursos de Fagor ahora amenaza principios básicos de la red que ayudó a crear: gerencia democrática y seguridad laboral para empleados-dueños. George Cheney, profesor de la Universidad Estatal de Kent, en Ohio, que ha estudiado el caso Mondragón desde hace 20 años, dice que la red sobrevivirá pero que enfrenta problemas graves.

Cooperativas de todo el mundo, señala, están pendientes de la forma en que resolverá exigencias de empleados y prestamistas, y las consecuencias financieras para sus miembros, agrega.

La pregunta, según Cheney, es: “¿Cómo puede Mondragón conservar su alma?”. Los 1.800 trabajadores de Fagor
en España perdieron sus empleos y el acceso a ahorros que habían depositado en la cooperativa. Tajo, una pequeña cooperativa en la red Mondragón que fabrica autopartes y componentes de electrodomésticos, indica que podría
afrontar la bancarrota porque Fagor compraba gran parte de su producción.

“El contagio es inevitable”, dice Lorenzo Bernaldo de Quirós, presidente de Freemarket International Consulting en Madrid y ex asesor de Mondragón. “Algunas cooperativas le prestaron dinero a Fagor, y otras eran sus proveedores.
Todas están entrelazadas”. Los trabajadores despedidos protestan con frecuencia frente a la austera sede central de Mondragón, en el País Vasco.

El alcalde Inazio Azkarragaurizar Larrea calcula que el cierre de Fagor elevará el desempleo en la ciudad (de 22.000 habitantes) del 15% actual al 20%. “Hay una especie de psicosis en el pueblo”, dice Estibaliz Iñurrieta Lauzirika, dueño del bar Plus Ultra, donde los locales expresan su preocupación por las cooperativas y no hablan de mucho más. Muchos de los habitantes del pueblo prosperaron cuando Fagor, fundada en 1955, vendía refrigeradores,
lavadoras y televisores a la emergente clase media española.

Los pioneros de Fagor, influidos por el socialismo y los valores cristianos, respaldaron financieramente a otros trabajadores fabriles para que lanzaran sus propias cooperativas, y luego se fusionaron en 1984 en un precursor de la Corporación Mondragón.

Los trabajadores en una cooperativa reúnen recursos y son dueños del negocio colectivamente, compartiendo ganancias y pérdidas. Mondragón llevó el modelo un paso más allá al agrupar la investigación, capacitación y servicios bancarios de cooperativas individuales, y crear una red de seguridad común de garantía de empleo
y prestaciones de seguridad social.

La red se convirtió en el séptimo mayor empleador de España y el año pasado reportó 14.000 millones de euros en ingresos. Fagor se expandió a mercados en más de 100 países, convirtiéndose en el quinto mayor fabricante
de electrodomésticos en Europa.

La caída de la empresa ha alterado por completo las vidas del operador de montacargas Igor Unamuno, de 44 años, y su esposa, Leire Barona, quien trabajaba en la línea de ensamblaje de refrigeradores. Además de perder sus empleos, cuenta Unamuno, temen no poder recuperar los ahorros de 55.000 euros que habían invertido en Fagor, dinero ahora inmovilizado en el proceso de bancarrota.

Con una hipoteca costosa y dos hijos en casa, la pareja deposita sus esperanzas en la promesa de Mondragón de encontrar trabajo en otras cooperativas para al menos 1.000 empleados de Fagor. Más de 300 fueron reubicados, la
mayoría en puestos temporales con menos derechos y prestaciones.

“Pasan los días y te enteras de otros trabajadores que han sido llamados para una entrevista (de trabajo)”, señala Unamuno. “Te armas de paciencia. ¿Qué otra cosa puedes hacer?”

—Ilan Brat contribuyó a este artículo.