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La desconfianza perjudica a las pymes

  • 04 diciembre 2013 /

Aunque los bancos son reacios a financiar a los pequeños empresarios de América Latina, están surgiendo alternativas.

Washington, Estados Unidos

José Alejandro Flores intentó en tres ocasiones obtener un préstamo de bancos privados en Guatemala para poner en marcha Vos, una fábrica de sandalias ecológicas, pero su solicitud fue rechazada las tres veces.

“El principal argumento de los bancos fue que no había suficientes ingresos en la empresa para el monto solicitado y que el tiempo de existencia de la empresa tampoco era suficiente”, dice Flores sobre sus intentos para encontrar financiación en 2008. Con el apoyo de su familia, el emprendedor logró reunir un capital semilla de US$100.000 para lanzar su negocio.

Hoy, cinco años después de empezar a ensamblar calzado en una planta en Ciudad de Guatemala, quiere expandir la producción de los actuales 14.000 pares anuales a unos 25.000 en los próximos dos años. Pero en lugar de arriesgarse nuevamente a tocar a las puertas de los bancos, decidió participar este año en La Idea, una iniciativa patrocinada por el Departamento de Estado de EE.UU. y la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional que busca promover alianzas entre pequeños empresarios latinoamericanos y estadounidenses. Flores quedó entre los 10 finalistas y tiene la posibilidad de ganar un premio valorado en US$150.000, incluyendo US$50.000 en efectivo.

Una percepción de riesgo elevado, tanto de las instituciones financieras sobre los micro y pequeños empresarios como de los emprendedores sobre los bancos, sigue siendo uno de los principales obstáculos para aquellos que quieren abrir un negocio en América Latina.

De todas las empresas en la región, cerca de 99% son pequeñas y medianas (pymes), en las que trabaja 67% de la mano de obra de América Latina, según un informe conjunto de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de la ONU publicado este año. Aún así, las empresas en este segmento recibieron apenas 12% del crédito disponible en 2012, según el estudio.

“Estamos convencidos de que hay una percepción sesgada en términos del riesgo crediticio que representan las pequeñas y medianas empresas”, dice Orlando Ferreira, Director General de Operaciones de la Corporación Interamericana de Inversiones (CII), una agencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) enfocada en la financiación de pymes de la región.

“Nuestra experiencia nos dice que el segmento es menos riesgoso de lo que se percibe”, señala Ferreira. La CII ofrece financiación en 23 países de América Latina y el Caribe con una cartera de US$1.100 millones, de los que 85% van a las pymes.

Consciente del vacío existente para medir este tipo de riesgo, la empresaria Lilian Simbaqueba decidió crear en 1996 Lisim, una firma colombiana que ofrece herramientas de evaluación de la capacidad de pago de los emprendedores. “Mediante modelos estadísticos, donde analizamos tendencias en grandes poblaciones teniendo en cuenta factores como género, actividades más comunes y economía, creamos un perfil de potencial de pago con lo que ayudamos a los bancos (...) a evaluar el riesgo de un microempresario”, dice Simbaqueba, quien estudió matemáticas e ingeniería de sistemas. Los 35 clientes de Lisim, que incluyen a empresas como Movistar, de Telefónica SA, Hyundai y Bancolombia, operan en Colombia, Perú y México.

La experiencia de Simbaqueba, cuya firma factura unos US$3 millones al año, también apunta a que el nivel de riesgo es menor del percibido por las entidades crediticias. “No es que los microempresarios sean mala paga (...) pero si les presta más de lo que pueden soportar (por eso la necesidad de hacer un cálculo muy correcto) lo van a aceptar y después no van a tener con qué responder”, anota.

Juan Nicolás Suárez, presidente ejecutivo y fundador de Diseclar, una empresa de Cali, Colombia, cuya meta es fabricar muebles hechos con desperdicios orgánicos (fibra de café y bagazo de caña) fue víctima de la tendencia de los bancos a favorecer empresas establecidas.

“A los bancos en Colombia no les gusta invertir en startups, y si te prestan, lo hacen a unas tasas de interés altísimas”, dice Suárez, que fundó su empresa este año. El emprendedor solicitó préstamos en Bancoomeva y Bancolombia, pero el interés de 2,8% que cobraban al mes se traducía en cuotas demasiado elevadas. “Arrancar una empresa no es fácil y hacerlo endeudado es peor”, indica.

Diseclar, otra de las finalistas en el concurso de La Idea, ha logrado recaudar unos US$100.000 para iniciar la producción en enero a través de premios de varios concursos en Colombia y otros países, incluyendo uno del Fondo Emprender, del gobierno colombiano, que le aportó un capital semilla de US$55.000

Pero más que las tasas, Simbaqueba cree que el problema es cultural, una desconfianza inherente ante las entidades financieras, lo que resulta en la autoexclusión. “Muchos sienten pánico (...) El mismo emprendedorprefiere ir al usurero porque siente más confianza, aunque las tasas de interés sean altísimas”, dice la empresaria.

En una encuesta reciente encargada por Visa en la que participaron 1.500 pequeñas empresas en 8 países de América Latina, sólo 17% dijo haber usado algún préstamo de cualquier naturaleza en 2012, pese a que 47% de ellas consideró que los créditos son parte fundamental de su negocio.

Aunque las entidades financieras han aumentado el uso de herramientas para medir la capacidad de pago de un potencial deudor, siguen rezagadas en las ofertas comerciales destinadas a las pequeñas y medianas empresas.

“En la medida en que los bancos encuentren formas de verificar la capacidad de pago de la empresa, obviamente se van a sentir más cómodos ofreciendo créditos y productos bancarios”, dice Diego Rodríguez, director regional de soluciones comerciales de Visa Inc. para América Latina y el Caribe.

Otra opción que está cobrando fuerza son los microcréditos. Según un informe del Fondo Multilateral de Inversiones, parte del BID, para fines de 2011 había unos 15 millones de clientes de microcrédito en América Latina y el Caribe frente a cerca de 1,8 millones en 2001.

La mexicana Gentera, un holding con varias entidades de microcrédito que atiende a la población “excluida” del sistema financiero en la región, ha adoptado la “garantía social” para controlar el riesgo y generar confianza entre sus clientes. “Debido a que atendemos una población de la cual hay pocos datos duros, lo que hacemos es ofrecer un producto grupal”, explica Carlos Danel, presidente del consejo de administración de Gentera. “Si un deudor deja de pagar, el resto del grupo tiene que cubrir la deuda o todos pierden el acceso al crédito”. El holding opera principalmente en México, Guatemala y Perú.

“De alguna manera lo que hacemos es apalancar lo que sí tiene la gente, que es su reputación”, agrega Danel