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Bancos atrincherados, un mal económico

  • 27 marzo 2013 /

A puertas cerradas, los banqueros de alto perfil suenan más como repre-sentantes de un programa para bajar de peso.

Guerrera Para tener una idea de hacia dónde se dirige Wall Street, basta con leerle los labios. A puertas cerradas, los banqueros de alto perfil suenan más como repre-sentantes de un programa para bajar de peso que como intrépi-dos titanes financieros.

Deshacerse de los kilos de más, ajustarse el cinturón y po-nerse en mejor forma figuran entre los clichés habituales, que reemplazan a viejos favoritos como “es una maratón, no una carrera de velocidad” o “respeta-mos a todos los rivales pero no le tememos a ninguno”.

Es más que simple retórica: regulaciones más estrictas, mer-cados difíciles y accionistas poco amistosos están obligando a los bancos de Estados Unidos y Euro-pa a reducirse y concentrarse más en un área concreta.La tendencia ha sido bien aco-gida por los reguladores e inver-sionistas porque revierte la exce-siva expansión, tanto en términos de geografía como de activos, que precedió la crisis financiera.

Sin embargo, un análisis más profundo de la ola de desinversio-nes muestra un efecto colateral preocupante: una balcanización de las finanzas a lo largo de líneas nacionales, con implicaciones ne-gativas para ahorristas, empresas e inversionistas.Desde 2007, grupos financie-ros en todo el mundo han vendido alrededor de US$722.000 millones en operaciones y activos, según un estudio reciente de McKinsey Global Institute.

Hasta aquí, ningún problema. Muchas firmas se inflaron dema-siado antes de la crisis de 2008, in-virtiendo en operaciones de renta-bilidad dudosa y fuera de las áreas que dominaban. (¿Acaso los ban-cos franceses realmente necesita-ban tener una cartera de bancos en Grecia y Egipto? ¿Y necesitaban los bancos de Wall Street adminis-trar casinos?)Casi la mitad de las ventas totales desde la crisis provino de desinversiones de operaciones ex-tranjeras. Eso es particularmente obvio en Europa, donde los proble-mas de deuda soberana llevaron a los bancos a liquidar activos con gran rapidez. A primera vista, es una situa-ción alentadora: los bancos se están librando de “distracciones extranjeras” para concentrarse en lo que realmente conocen, que son sus mercados internos.

Pero considere lo siguiente. Los flujos transfronterizos de dinero —desde préstamos hasta inversión extranjera directa y compras de acciones y bonos— explotaron entre 1980 y 2007, re-gistrando un máximo de US$11,8 billones (millones de millones) justo antes de la crisis, según Mc-Kinsey. Ahora se ubican 60% por debajo de su punto máximo.La mitad de ese colapso de los flujos financieros globales se debe a una caída en los préstamos inter-nacionales.

En otras palabras, los bancos se están refugiando en sus fronteras, rehusándose a prestar fuera de sus confines nacionales.“Es una reorganización del panorama bancario global”, dijo Susan Lund, socia de McKinsey Global Institute.La globalización tiene muchos enemigos, pero es difícil argumen-tar que una caída tan acentua-da en la capacidad de los bancos para lubricar los engranajes de la economía global sea algo positivo.

Los consumidores y las empresas no podrán obtener tanto crédito como antes, mientras que las eco-nomías se expandirán a un menor ritmo por la escasez de capital extranjero. La abatida Unión Europea de-bería aceptar la mayor responsa-bilidad por esto pero ningún otro país, ni siquiera EE.UU., pudo lle-nar el vacío financiero que dejó la retirada de los europeos.

Los efectos de la escasez de préstamos internacionales aún no son del todo visibles, en gran parte porque las empresas tienen sufi-ciente efectivo y no tienen prisa por invertir en este clima de falta de dinamismo.Pero muchos grifos que se ce-rraron no volverán a abrirse aun-que las economías mejoren.

Es posible que bancos “en las sombras” —fondos de cobertura, firmas de private equity e incluso fondos de inversión— así como prestamistas en mercados emer-gentes puedan compensar parte de la pérdida. Sin embargo, es poco probable que cuenten con US$3,3 billones para reemplazar lo que retiraron los bancos occi-dentales del sistema financiero.

En este contexto, no sorpren-de que los bancos culpen a las agencias reguladoras por su sa-lud. En un discurso el año pasa-do, Douglas Flint, presidente de la junta de HSBC PLC, lamentó la estrategia de los reguladores de concentrarse en operaciones na-cionales, calificando la práctica como “una forma de proteccio-nismo”.

Esas críticas tienen justifica-ción. Los reguladores nacionales van detrás de los pesos pesados porque la crisis mostró que un sistema financiero interligado es vulnerable a las sacudidas sin im-portar dónde se produzcan.Pero eso no es todo. Los bancos están encogiendo sus balances y deshaciéndose de activos en el exterior porque es más fácil impul-sar sus ganancias y capital de esa forma.

Sea cual sea la razón, para que la recuperación de la economía global cobre impulso, será impres-cindible que banqueros y regula-