25/04/2024
12:09 PM

Los ‘nuevos pobres’ migran de la ciudad al campo

Ahora Stathis trabaja en una gasolinera. Gana 800 euros al mes, en torno a la mitad de su sueldo previo.

Ahora Stathis trabaja en una gasolinera. Gana 800 euros al mes, en torno a la mitad de su sueldo previo. Sin embargo, tienen que pagar una hipoteca de 900 euros al mes.

“No podemos comprar carne”, dijo Katsimardou. “Incluso la leche es difícil. O el yogurt. Y estamos en Grecia, por el amor de Dios”.

Un día reciente en Zerbisia, un pueblo cerca de la casa de Triantafyllopoulos en Aristomenis, Giorgos Leventis, de 22 años, amarraba una cabra negra a una valla para ordeñarla.

Nunca se imaginó que acabaría ganándose la vida en una granja. Pero después de perder su trabajo en Atenas como plomero —y dada la tasa de desempleo de 58% entre los trabajadores griegos entre 15 y 24 años— el joven se fue a vivir con su abuela en el pueblo de la familia. Ahora cría pollos, gansos y corderos además de sus cabras.

“Mucha gente de mi edad, que se crió en Atenas, no podría imaginarse nunca hacer algo como esto”, dijo Leventis. Sin embargo, a él le gusta el trabajo y no tener jefes.

Gana entre 300 y 400 euros al mes vendiendo pollos, huevos y aceite de oliva y echando una mano en las granjas de vecinos. De momento, no tiene ninguna esperanza de volver a Atenas.

Cuando Triantafyllopoulos era niño, Grecia estaba sumida en un auge de más de 20 años de crecimiento e industrialización, conforme repuntaba tras la catastrófica ocupación alemana durante
la Segunda Guerra Mundial y consiguiente guerra civil entre el gobierno griego de derecha y las fuerzas comunistas.

El pueblo de Aristomenis seguía en la pobreza en los años 60. Los niños iban descalzos en verano y la electricidad tardaría otra década en llegar. Pero Atenas y otras ciudades se expandían y atraían a la gente de las zonas rurales ofreciendo salarios más altos y una mejor calidad de vida.

A los 17 años, con el apoyo de sus padres, Triantafyllopoulos empacó una mochila e hizo dedo hasta llegar a la capital.

“Queríamos que se marchara para que tuviera más oportunidades”, dijo su madre. “No salió como nos imaginamos”. Sin embargo, durante muchos años la vida en Atenas lo trató bien.
Trabajó para periódicos, revistas y compañías de empacado. Se casó y tuvo dos hijos. “No teníamos una vida lujosa, pero no nos faltaba nada”, señala su hija de 18 años, Eleftheria.

Hace unos días, Triantafyllopoulos estaba en una pequeña cafetería en el pueblo cuando sonó su teléfono. Era Eleftheria. Su solicitud para residencia estudiantil gratuita había sido rechazada. Sus ojos se llenaron de lágrimas. “¿Qué podemos hacer? Tendrás que arreglártelas con 400 euros al mes”, le dijo en voz baja. “No hay más dinero”.

Por ahora, está saliendo adelante pese a tener que pagar unos 300 euros al mes por su pequeño apartamento y servicios básicos; para comer y todo lo demás le quedan apenas 3 euros al día.

Triantafyllopoulos dedica mucho tiempo a pensar en qué hacer ahora. Sin un capital para invertir en la granja, sus posibilidades de ganancias son mínimas. Una posibilidad, dijo, es buscar trabajo
en Australia, donde vive su hermano. Pero la pregunta es cómo conseguir el dinero para llegar hasta ahí.