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Tres décadas de tradición con lo mejor del sabor cholomeño

  • 17 enero 2013 /

Desde sus comienzos, La Peña de Horeb ha buscado la receta para el éxito.

No resulta difícil encontrar en el barrio El Banco de Choloma el restaurante La Peña de Horeb.

Prácticamente todo el mundo conoce dónde se encuentra un sitio que se ha convertido en el referente de la cocina y el sabor cholomeño, una tradición culinaria que durante 35 años ha deleitado los paladares de los habitantes de este municipio del norte de Honduras.

La historia comenzó en 1977. Fue un 12 de octubre, cuando en una céntrica esquina de una ciudad que apenas tres años antes había sufrido el terrible embate del huracán Fifí, cuando abrió sus puertas una relativamente pequeña caseta (llamada comunmente glorieta) construida con madera de segunda mano y algunos asientos de banco.

Dicha construcción fue el sencillo comienzo de Carlos Betancio Caballero, cocinero de profesión, quien con una esposa y un hijo recién nacido, dio inicio a una tradición que continúa hasta este mismo día.

El pequeño negocio, que al principio sirvió como fuente de trabajo para su fundador, su esposa y un ayudante de cocina, se ha convertido en una cadena de restaurantes ubicados en distintos puntos de la ciudad, así como en diversos parques industriales tanto de la “Ciudad de las Maquilas”, como algunos llaman a Choloma, como de otras localidades, un negocio que actualmente proporciona trabajo a unas 75 personas y con grandes planes de inversión y expansión que incluye la apertura de nuevos establecimientos restauranteros así como un proyecto hotelero en el futuro cercano.

Construyendo el legado

Lo primero que llama la atención al entrar en la oficina de Josué Iván Caballero (36), gerente general de la empresa e hijo del fundador, son las coloridas fotografías que cuelgan de las paredes.

En ellas se reseña la historia del negocio familiar, desde el pequeño restaurante original hasta el restaurante actual, inaugurado hace casi tres años en el mismo lugar y en la misma esquina que antes ocupara la caseta.

Todo ello testimonia una cultura familiar que no olvida sus orígenes, pero se lanza a la aventura del emprendimiento no solo con el objetivo de hacer dinero, sino apuntando a la excelencia en el servicio, generando inversión y también empleos en un país en donde esas oportunidades no se dan en abundancia.

“Mi padre siempre me decía: ‘tú nunca sabes de lo que eres capaz hasta que lo intentas, porque solo los cobardes se quedan a la orilla del camino, viendo el paso de los triunfadores’”, cuenta Caballero, al describir la filosofía de vida que le inculcó su padre y que ha tratado de poner en práctica todos los días desde que se hizo cargo de la administración del negocio familiar hace unos 15 años, suceso que recuerda muy bien por coincidir con el paso de otro huracán devastador por Honduras, esta vez el Mitch.

De profundas creencias religiosas, Caballero atribuye su éxito a nada menos que la Divina Providencia.

“Dios ha sido bueno con nosotros, conoce nuestro corazón, la intenciones nuestras que han sido de salir adelante”, dice Caballero.

Ambiente familiar

Un aspecto del negocio que refleja esta creencia es que en sus 35 años de existencia, La Peña de Horeb nunca ha vendido bebidas alcohólicas, enfocándose en ofrecer un ambiente más bien familiar, donde los comensales puedan disfrutar de una buena comida en un ambiente sano.

Consciente de la necesidad de lograr que el legado que su padre iniciase perdure, Caballero prepara a su hija Maholi, quien a sus 19 años, ya ha sido iniciada en la tradición familiar, con la esperanza de que algún día se haga cargo del negocio y lo lleve a traspasar nuevas fronteras.

Caballero resume su éxito, además de la bendición de Dios, en ser perseverante y organizado, una receta que parece estar funcionando muy bien hasta ahora.