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Jobs, el hombre que encontró lo que amaba

  • 27 agosto 2011 /

El empresario destacó en un discurso algunos de los secretos de su éxito.

    Steve Jobs, cofundador y hasta esta semana el director ejecutivo de Apple -la fabricante de iPhone y iPad-, es un hombre cuyas acciones han revolucionado su entorno desde su nacimiento.

    La revuelta que causó esta semana en las Bolsas de Valores del mundo el anuncio de su retiro como máxima cabeza de la mayor empresa global de tecnología es sólo el más reciente eslabón de una cadena de sucesos que han marcado la vida de este hombre que fue dado en adopción apenas una semana después de haber nacido.

    “Mi madre biológica era joven, estudiante graduada de universidad, soltera, y decidió darme en adopción. Ella creía firmemente que debía ser adoptado por estudiantes graduados. Por lo tanto, todo estaba arreglado para que apenas naciera fuera adoptado por un abogado y su esposa; salvo que cuando nací, decidieron en el último minuto que en realidad deseaban una niña. De ese modo, mis padres que estaban en lista de espera recibieron una llamada en medio de la noche preguntándoles: ‘Tenemos un niño no deseado, ¿lo quieren?’ Ellos dijeron: «Por supuesto»”, comentó Jobs en una ceremonia de graduación en la Universidad de Stanford.

    Jobs llegó a la universidad, pero no precisamente para encontrar ahí su realización.

    “Luego a los 17 años fui a la universidad. Sin embargo, ingenuamente elegí una universidad casi tan cara como Stanford y todos los ahorros de mis padres de clase obrera fueron gastados en mi matrícula. Después de 6 meses yo no era capaz de apreciar el valor de lo anterior. No tenía idea de lo que quería hacer con mi vida y no tenía idea de la manera en que la universidad me iba a ayudar a deducirlo.

    Y aquí estaba yo, gastando todo el dinero que mis padres habían ahorrado durante toda su vida. Así que decidí retirarme y confiar en que todo iba a resultar bien. Fue bastante aterrador en ese momento, pero mirando hacia atrás fue una de las mejores decisiones que tomé.

    Apenas me retiré, pude dejar de asistir a las clases obligatorias que no me interesaban y comencé a asistir irregularmente a las que se veían interesantes”.

    No todo fue romántico. No tenía dormitorio, dormía en el piso de los dormitorios de amigos, confió el multimillonario, al recordar que para subsistir en esa etapa de su vida se vio obligado a recoger botellas vacías de bebidas para venderlas por cinco centavos y a pedir comida en un templo Hare Krishna.

    En ese entorno, Jobs decidió tomar algunas materias que le parecieron interesantes, entre ellas la de caligrafía. “Aprendí de los tipos serif y san serif, de la variación de la cantidad de espacio entre las distintas combinaciones de letras, de lo que hace que la gran tipografía sea lo que es” y que posteriormente aplicó en el diseño de la primera computadora Macintosh, cuando trabajaba en el garaje de su casa.

    Descubrió su amor

    Y la historia de turbulencias continuó en la vida de Jobs, quien en 10 años había convertido a Apple en una compañía de dos mil millones de dólares y más de cuatro mil empleados, firma de la que fue despedido y a la que regresó posteriormente como parte de NeXT, otra empresa creada por él y a la que considera “el corazón del actual renacimiento de Apple”.

    Esa nueva vuelta de tuerca lo hizo aterrizar y descubrir el sentido para seguir adelante. “Estoy convencido que lo único que me permitió seguir fue que yo amaba lo que hací­a. Tienen que encontrar eso que aman. Su trabajo va a llenar gran parte de sus vidas y la única manera de sentirse realmente satisfecho es hacer aquello que creen que es un gran trabajo”, comentó.

    Pero los problemas en la vida de Jobs también han pasado por la detección de un cáncer y su posterior extirpación. Por ello, es un convencido que “la muerte es muy probable que sea la mejor invención de la vida, es el agente de cambio de la vida”.

    Con esa vida, Jobs se despidió esta semana de la dirección ejecutiva de Apple por complicaciones de salud, dejando tras de sí una nueva turbulencia: la de los mercados de valores.