Doña Carmen Galeano vende desde hace 23 años estampas y artesanías religiosas afuera de la catedral San Pedro Apóstol. Este oficio le basta para darles a todos sus hijos las comodidades más básicas.
Está convencida de que la Semana Santa es la temporada del año que más ingresos le genera, pero su meta no es esa. “Siento que con esta actividad promovemos la fe y les recuerda a las personas que no deben olvidar el significado de estas fechas. Con tantas cosas que pasan hoy, debemos estar agradecidos”, reflexiona.
En el bulevar del norte de la ciudad, María Elena Cruz expone en la acera sus mercancías veraniegas. Como muchos vendedores ambulantes, su negocio se rige según la temporada y, por ahora, el producto en auge son las piscinas y flotadores inflables.
La joven espera que a medida que se acerque la Semana Mayor, las ventas mejoren o de lo contrario tendrá que guardarlas para el próximo año.
Cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE) revelan que el 82% de los comerciantes informales no tienen un mercado específico de sus productos; es decir que venden al consumidor final.
“Semana Santa genera una derrama económica sobre cualquier sector del país. Sin importar la gama, las ventas se apoyan en las personas que se mueven alrededor del país”, explica Cristian Vijil, director de mercadeo de la Cámara Nacional de Turismo de Honduras (Canaturh).
Aunque no hay proyecciones oficiales del impacto económico de las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes), este sector es esencial para mover los L7,000 millones que dejarán las 2.5 millones de personas que se desplacen por el país durante el feriado.
Las autoridades de Turismo subieron las cifras en relación con el año pasado, aunadas a la caída del barril del crudo y el mayor despliegue de seguridad.
En 2014, la Asociación Nacional de la Mediana y Pequeña Industria de Honduras (Anmpih) estimó que el sector movería cerca de L880 millones durante la temporada.
