San Pedro Sula, Honduras.
En estas fechas, una taza de chocolate caliente lo puede transportar en un viaje a la nostalgia, mezclado con la añoranza de tiempos mejores y la sensación de sentirse, finalmente, en casa.
En definitiva, un sorbo que produce tantas emociones y beneficios para la salud también debe tener una gran historia detrás, como la de Ondina Dubón y Ondina Jarquin, madre e hija, que apuestan el todo por el todo tras un sueño que, luego de cinco años y pese a los desafíos, les sigue trayendo grandes satisfacciones y la necesidad de compartir su receta con aquellos determinados a buscar sus ideales.
Las dos damas son las responsables de la producción, procesamiento, empaque y comercialización de l os productos Chocola-K, que en maya quiché significa “bebamos chocolate juntos”.
Esta empresa se remonta a 2009, cuando Dubón perdió su trabajo como proveedora de servicios de limpieza y le dijo a su hija “¿por qué no hacemos chocolate?” y Jarquin le respondió al descubrir que tenían las materias primas a su alcance, “tenés razón, no tenemos que importar nada de afuera para hacerlo”.
La idea hizo recordar cuando Dubón era una niña de siete años y ayudaba a su madre a fabricar tabletas de chocolate artesanal para distribuirlas entre los pobladores de Copán.
Esa práctica se perfeccionó para convertirse en un producto apoyado por una organización no gubernamental que dirige sus proyectos al financiamiento de cacao.
Una vez constituida como empresa, Chocola-K mejoró su presentación y siguió “una labor titánica”.
Jarquin recuerda que cambiaron el empaque pequeño de las tabletas de chocolate porque debido a su tamaño eran robados en los supermercados y, por si fuera poco, comerciar en ellos es una lucha para los pequeños empresarios que desean vender a gran escala.
Sin embargo, ellas están encaminadas a cumplir los requisitos para que la gama de productos de Chocola-K cruce al mercado internacional
En estas fechas, una taza de chocolate caliente lo puede transportar en un viaje a la nostalgia, mezclado con la añoranza de tiempos mejores y la sensación de sentirse, finalmente, en casa.
En definitiva, un sorbo que produce tantas emociones y beneficios para la salud también debe tener una gran historia detrás, como la de Ondina Dubón y Ondina Jarquin, madre e hija, que apuestan el todo por el todo tras un sueño que, luego de cinco años y pese a los desafíos, les sigue trayendo grandes satisfacciones y la necesidad de compartir su receta con aquellos determinados a buscar sus ideales.
Las dos damas son las responsables de la producción, procesamiento, empaque y comercialización de l os productos Chocola-K, que en maya quiché significa “bebamos chocolate juntos”.
Esta empresa se remonta a 2009, cuando Dubón perdió su trabajo como proveedora de servicios de limpieza y le dijo a su hija “¿por qué no hacemos chocolate?” y Jarquin le respondió al descubrir que tenían las materias primas a su alcance, “tenés razón, no tenemos que importar nada de afuera para hacerlo”.
 Parte del proceso de selección del grano de cacao.
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Esa práctica se perfeccionó para convertirse en un producto apoyado por una organización no gubernamental que dirige sus proyectos al financiamiento de cacao.
Una vez constituida como empresa, Chocola-K mejoró su presentación y siguió “una labor titánica”.
Jarquin recuerda que cambiaron el empaque pequeño de las tabletas de chocolate porque debido a su tamaño eran robados en los supermercados y, por si fuera poco, comerciar en ellos es una lucha para los pequeños empresarios que desean vender a gran escala.
Sin embargo, ellas están encaminadas a cumplir los requisitos para que la gama de productos de Chocola-K cruce al mercado internacional
