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El nuevo mínimo del bolívar marca un hito en Venezuela

  • 29 septiembre 2014 /

El billete de mayor denommicación, el de 100 bolívares, vale apenas US$1, al menos en el mercado negro.

Caracas, Venezuela.

Venezuela alcan­zó un nuevo y dudoso hito en la caída en cámara lenta de su eco­nomía: su billete de mayor deno­minación, el de 100 bolívares, vale apenas US$1, al menos en el mercado negro.

El lunes, la moneda venezola­na cerró a 100,68 por dólar, igual que el viernes, cuando superó la barrera de los 100 por primera vez, según DolarToday.com, un declive dramático frente a los 17 bolívares por dólar a comienzos de 2013.

DolarToday.com es un sitio web que hace seguimiento del vi­brante mercado informal de divi­sas de este país, al que muchos ve­nezolanos acuden para comprar dólares y que las empresas usan como referencia de precios.

El billete de menor denomi­nación del país, el de dos bolíva­res, vale apenas dos centavos de dólar en el mercado negro.
La situación ha dejado a los venezolanos con grandes fajos de efectivo que llevan a todas partes, algo riesgoso en un país con una de las tasas de delin­cuencia más altas del mundo.

David Varela, dueño de un puesto de diarios, registra unos 20.000 bolívares al día en in­gresos, principalmente en bille­tes pequeños. Así que al menos una vez al día, este hombre de 43 años llena discretamente un bol­so con efectivo y luego guarda el dinero en el baúl de su auto. Al fi­nal del día laboral, hace un ritual: llenar sus medias de billetes. “Si me roban, al menos no podrán llevarse todo”, dijo Varela hace poco mientras le pasaba un fajo de billetes de 50 y 20 bolívares a un proveedor que le entregaba una caja de chocolates.

El desplome del bolívar en el mercado negro es apenas una se­ñal de la acumulación de proble­mas económicos en el país que se jacta de tener las mayores re­servas de crudo del mundo. Hay escasez de todo, desde aceite de cocina hasta medicamentos para tratar el cáncer debido a que el gobierno, falto de efectivo, libe­ra cada vez menos dólares para importaciones. Se prevé que la economía se contraiga entre 2% y 3% este año, a pesar de los altos precios del petróleo.

Venezuela también sufre de una de las mayores tasas de in­flación del mundo, aunque deter­minar exactamente cuán rápido están subiendo los precios es mo­tivo de debate. El banco central, que ha publicado datos de forma esporádica este año, indicó el mes pasado que la inflación se ubicaba en una tasa anual de 63%.

Economistas independientes como Steve H. Hanke, profesor de la Universidad JohnsHopkins que estudia divisas en problemas, calcula la tasa de inflación de Ve­nezuela en más del doble de ese porcentaje. La semana pasada, el fabricante de productos de lim­pieza Clorox Co. citó una infla­ción de tres dígitos y controles de precios que lo obligaban a vender productos a pérdidas como facto­res para el cierre de sus operacio­nes en Venezuela.

Parte del problema es el com­plicado sistema de controles de divisas. Existen tres tasas de cam­bio oficiales, desde 6,3 bolívares por dólar hasta 50 bolívares por dólar, pero el gobierno limita es­trictamente el acceso a dólares a las tasas oficiales. Así que mu­chos ciudadanos comunes acuden al mercado negro para tratar de convertir sus bolívares en algo que pueda retener su valor.

La diferencia entre las tasas de cambio es tan amplia que Ve­nezuela puede ser uno de los paí­ses más baratos o más caros del mundo, dependiendo de cuál parámetro se use. Una Big Mac de McDonald’s cuesta US$2,16 a la tasa del mercado negro, pero US$32,53 al tipo de cambio más fuerte. Esto significa que los con­sumidores que tienen acceso a dó­lares tienen una gran ventaja so­bre los que ganan en bolívares.

La combinación tóxica de in­flación y escasez empeora la si­tuación para la divisa. Por ejem­plo, la producción de autos ha colapsado durante el presente año debido a que las empresas no pueden conseguir dólares para comprar los suministros que ne­cesitan para su fabricación.

“Los venezolanos solían in­vertir en autos y apartamentos para proteger sus ganancias”, dice Luis Oliveros, un economis­ta y profesor universitario de Ca­racas. “Pero esos no son activos que se pueden comprar y vender con facilidad, así que la gente está frenéticamente concentra­da en conseguir dólares”.

Durante la última década, el gobierno socialista de Venezuela se ha embarcado en una ola de gastos, con subsidios a la gaso­lina y los alimentos, entre otros. En 2008, el entonces presidente Hugo Chávez le quitó tres ceros al bolívar en lugar de reducir el ritmo del gasto. La moneda fue rebautizada temporalmente el “bolívar fuerte”.

La denominación más alta desde entonces ha sido el bille­te de 100. En 2008, esa nota valía casi US$50 al tipo de cambio ofi­cial, y cerca de US$20 en el mer­cado negro.

Hoy en día, se puede ver a los vendedores de lotería sostenien­do fajos de billetes mientras ven­den boletos a los autos que pa­san. Los operadores de carritos de hamburguesas y hot dogs ba­rajan fajos de bolívares con una mano mientras ponen los condi­mentos con la otra.

Un billete de 500 o de 1.000 bolívares podría ser de ayuda en Venezuela, afirma Orlando Ochoa, profesor de economía de la Uni­versidad Católica Andrés Bello. “Pero el gobierno nunca haría eso porque tendrían que recono­cer que el problema de la inflación se está saliendo de las manos”.

Un vocero del banco central no respondió a llamadas en bus­ca de comentarios. Las cifras de la entidad muestran que el nú­mero de billetes de 50 y 100 bo­lívares en circulación casi se ha duplicado desde comienzos de 2013, con una tasa de crecimien­to más veloz que la de billetes de menor denominación.

“Es una locura”, dice Yliana Osorio, una residente de Cara­cas. “Vas al banco a cambiar un cheque de 10.000 bolívares y el banco no te da sólo billetes de 100 sino una pila de 20 también. Dicen que tienen que racionar los billetes de 100 entre todos los clientes”, señala Osorio.

La queja también se escucha de residentes de la frontera con Colombia. Muchos de los billetes de bolívares terminan en casas de cambio en ciudades colombianas como Cúcuta debido a la alta de­manda entre los colombianos que quieren convertir sus pesos a la moneda venezolana en el merca­do negro y luego cruzar la fron­tera para comprar bienes baratos subsidiados por el gobierno.