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Kirchner no cedió y ahora Argentina enfrenta los costos de otro ‘default’

  • 31 julio 2014 /

Jorge Capitanich empren­dió contra Thomas Griesa, el juez de distrito de EUA que le ordenó a Argentina pagar, así como contra el gobierno de EE.UU.

Buenos Aires, Argentina.

Los argenti­nos se despertaron el jueves y en­contraron que su país era otra vez un paria financiero luego de que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, una populista conoci­da por entrar en peleas políticas, miró desde arriba a los fondos de cobertura de Wall Street y empujó a su país a su segunda cesación de pagos en 13 años.

Su negativa a acordar con bonistas a los que el país debe US$1.600 millones puede resul­tar políticamente conveniente en el corto plazo: distrae al país del lento desmoronamiento de la eco­nomía y refuerza su respaldo en­tre muchos argentinos de clase tra­bajadora que forman la base de su movimiento peronista, dicen eco­nomistas y analistas.

Pero al igual que muchas de las jugadas combativas que Kirchner hizo desde que asumió la presi­dencia en 2007, esta está llena de riesgos, ya que podría profundizar una recesión económica, debilitar aún más un peso ya frágil y alentar una tasa de inflación que, con 40% al año, se encuentra entre las más altas del mundo.

“Desde el punto de vista de la economía real, no veo ningún bene­ficio”, dijo Martin Redrado, quien presidió el banco central al inicio del gobierno de Fernández de Kir­chner. Los pocos que ganarán, se­ñaló, son quienes compraron se­guros contra cesación de pagos o credit default swaps.

Aquí, en esta vasta capital, los argentinos reaccionaron con una mezcla de orgullo y desinterés. Orgullo porque su presidenta no cedió ante los extranjeros, princi­palmente estadounidenses y Wall Street, y desinterés porque a dife­rencia del default sobre una deuda de US$100.000 millones en 2001, esta no significa que el país está en quiebra y al borde de un colap­so financiero.

Aunque Fernández de Kirchner no goza hoy de la po­pularidad que tenía hace un año, sus rivales en este caso son menos apreciados, los llamados “fondos buitre”, firmas que han exigido en los tribunales estadounidenses el pago completo de los bonos que compraron años atrás.

No ceder ante los fondos “es bueno”, dijo Lucas Sosa, un emplea­do de 28 años de una compañía de celulares, mientras almorzaba con calma en un parque del centro de la ciudad. “No puede arruinar al país por una pequeña minoría”, dijo, en referencia a los acreedores que no aceptaron dos ofertas de canje en 2005 y 2010. “Por ahora, nada ha cambiado”, añadió.

De hecho, un sondeo realizado por la firma Poliarquia antes del vencimiento del plazo del miérco­les para pagar un vencimiento en­contró que 47% de los argentinos apoyaba la estrategia de la presi­denta en el caso de los fondos de co­bertura, frente a 38% hace un mes. Es una estrategia que ha sido de­safiante, y una disputa que es vital que gane Argentina, según la man­dataria y sus colaboradores.

El jueves en la mañana, el jefe de gabinete de Fernández de Kir­chner, Jorge Capitanich, la empren­dió contra Thomas Griesa, el juez de distrito de EE.UU. que le ordenó a Argentina pagar, así como contra el gobierno de EE.UU. y el sistema judicial estadounidense, del cual dijo estaba a merced de los “fon­dos buitre”. Y caracterizó lo ocurri­do como una conspiración contra el país. “Defender la posición de la Argentina es defender la soberanía, el pan de nuestros hijos”, dijo.

Rosendo Fraga, historiador y analista político, dijo que, con el es­tancamiento de las conversaciones en Nueva York, el gobierno había optado por culpar a las instituciones estadounidenses. “El gobierno está tratando de polarizar a la sociedad con la consigna ‘patria o buitres’”, se­ñaló. “Esto encuadra con el ejercicio del poder: negociar es mostrar una imagen de debilidad y redoblando la apuesta se construye poder”.

No es una estrategia nueva para Fernández de Kirchner, quien suce­dió en la Casa Rosada a su esposo Néstor y quien desde el principio chocó duro con sus adversarios políticos. Por ejemplo, enfureció a los católicos al emprenderla contra el cardenal José Mario Bergoglio, ahora el Papa Francisco.

Algunas veces calculó mal. Cuando elevó los impuestos a las exportaciones del poderoso sec­tor agrario, los agricultores lan­zaron huelgas nacionales. Eso la perjudicó en las encuestas. Pero la mandataria ha tenido más victorias populistas que derrotas. La nacio­nalización de los fondos de pensio­nes y de la petrolera YPF fue popu­lar entre los argentinos.

Esas decisiones económicas es­tuvieron en línea con su heroína po­lítica, Eva Perón, quien con su espo­so Juan Perón bañó a los argentinos de clase obrera con subsidios y pro­gramas sociales. El domingo, en una serie de tuits, Fernández de Kirchner elogió la dedicación de Evita a su pueblo y escribió sobre su interpretación de fotos de la ex primera dama.

“Siempre que veo imágenes de Evita miro su expresión. Tal vez con intención de ver en una foto su pen­samiento y sus emociones en ese momento”, escribió.

Durante los 11 años de gobier­no de los dos Kirchner, Argentina siguió un sendero de generoso gas­to social y subsidios. El desempleo cayó significativamente y ha per­manecido bajo. Pero ahora, en me­dio de un crecimiento económico débil, su gobierno está agotando las reservas internacionales. Y una cesación de pagos significa menos dólares para un país y compañías en aguda necesidad de inversio­nes y préstamos, dijo Redrado, el ex presidente del banco central.

Luis Tonelli, un científico polí­tico en la Universidad de Buenos Aires, dijo que Fernández de Kir­chner está haciendo una apuesta fríamente calculada de que puede capear el golpe económico y per­mitir que una facción más comba­tiva del peronismo la suceda en las elecciones del próximo año.

“Políticamente, entrar en ce­sación de pagos no generará más problemas de los que ya tiene el gobierno”, dijo. El experto agregó que un default podría “maquillar” su legado. “Va a decir que estamos recibiendo un castigo del capitalis­mo internacional salvaje”.

En un sondeo dado a conocer el miércoles por Management & Fit horas antes del default, 45% de los encuestados dijo que creía que el fa­llo del juez Griesa contra Argentina era injusto, frente a 35% que estu­vieron de acuerdo. Pero apenas un tercio sentía que el país había ma­nejado la situación bien o muy bien, y 44% dijo que culparían al gobierno si el país entraba en default.

Mientras terminaba de almorzar, Sosa, el empleado de la empresa de celulares, dijo que la cesación de pa­gos podría plantear problemas más adelante, aunque apoyaba la línea dura de la presidenta. “Habrá cos­tos, y hay temores de volver a como fueron las cosas en 2001”, dijo. “Si el gobierno cambia su posición y le paga a los fondos buitre, es porque eso es lo apropiado”.