18/04/2024
10:16 PM

Antonio Cassano, el desgraciado millonario

El astro italiano cuenta en su biografía que pudo haber sido delincuente, pero el fútbol le cambió la vida. Sus escándalos son la comidilla de la prensa italiana.

Antonio Cassano lleva el pasado clavado en la piel, como una picazón que ni el tiempo ni la distancia y tampoco la fortuna del presente han podido desterrar de su cuerpo.

Desde aquellos años ruidosos entre las callecitas de uno de los barrios más violentos e inseguros de Bari lo persiguen, incansables, la rebeldía y el amor por el fútbol. “Era habitual ver ambulancias y escuchar tiros”, cuenta en su autobiografía Lo digo todo.

Allí ilustra por medio de anécdotas la historia de su vida, desdoblada según él en dos etapas falsamente diferentes: la de “desgraciado” y la de “millonario”. La primera corresponde a su juventud y va hasta su debut en la Primera del Bari. La última comprende su ciclo como futbolista profesional.

Fue, entre los millones de jóvenes excluidos que abundan el universo, un afortunado que acertó el tiro de gracia justo cuando el sistema se frotaba las manos para condenarlo. “Si no le hacía ese gol al Inter, terminaba por convertirme en un ladrón”.

Tenía 17 años al momento de aquella conquista, la edad en que varios de sus condiscípulos se entrampaban en las drogas, en las cárceles o en un tiroteo mortal. Esa tarde dejó en ridículo a los veteranos Cristian Panucci y Laurent Blanc, la dominó de taco, pasó entre medio de la pareja de centrales y definió ante el arquero.

Iban 43 minutos del segundo tiempo y con ese gol su equipo derrotó al poderoso Inter. Yapa simbólica, el mismo club al que había amargado lo incorporó para esta temporada mediante un trueque inédito con el Milan, histórico enemigo, a cambio de Giampaolo Pazzini.

Sin guardarle pudor a su pasado más reciente, dijo al momento de ser presentado: “Al fin llego al club del que siempre fui hincha”. Así camina Cassano por este fútbol que muchas veces se escandaliza ante casos como el suyo, como si encarnaran una amenaza contra un prototipo sumiso y silenciado por los réditos de un negocio millonario.

A veces, claro, se excede. Esos excesos parieron las cassanatas, término acuñado por el entrenador Fabio Capello para identificar el largo listado de contratiempos que protagonizó el delantero.

A Capello lo vincula un reguero de episodios desafortunados. Símil Maradona-Bilardo, esta relación tuvo carajeadas y reencuentros del mismo tenor emotivo. Coincidieron por primera vez en la Roma, cuando el equipo de la capital le pagó 30 millones de euros al Bari por su pase.

Los elogios del principio, “nunca he visto un jugador tan habilidoso como él”, había dicho el DT, se convirtieron en críticas con la misma ligereza con que el delantero refregó sus virtudes en actos de rebeldía pueril.

Como la vez que desertó del entrenamiento porque no le cobraron una falta. O las repetidas ausencias sin avisos. O el día que, durante un almuerzo con el plantel le descargó en la cara del entrenador un surtido de maldiciones cuando este le sugirió que apagara el teléfono celular.

Las normas, y sus ejecutores, le quemaban: someterse a esa “disciplina” tan mentada por los entrenadores era un proceso de estoica aceptación que siempre acababa en un desplante ruidoso, alimentado por los diarios y revistas durante varias semanas.

Aquel Cassano incendiario, un auténtico surtidero de escándalos, llegó a decir que Capello “es más falso que billete de Monopoly (famoso juego de mesa en el que corre dinero apócrifo)”.

“Llevo 17 años como desgraciado y nueve como millonario, me faltan ocho para igualar”, frase famosa de su biografía que lo define tal cual es.

Tomado de El Gráfico