De madrugada, sin más testigos que un par de fotógrafos y unos vigilantes del Camp Nou, Pep Guardiola saltó de nuevo al campo. Pero no le seguían Messi, Puyol o cualquiera de los jugadores del Barça, sino su equipo familiar: su mujer, Cristina, y sus tres hijos, Márius, Marina y Valentina.
Recorrieron el césped en silencio, sólo con el bullicio del más pequeño, estaba eufórico por sentirse como su padre. Fueron a una de las porterías y contemplaron el espacio por el que el balón ha de entrar y dar la gloria o no a los competidores.
Pep Guardiola ha sido muy discreto con su vida privada. Ha protegido siempre su espacio personal del espectáculo público en el que se ha convertido el fútbol. Por eso, muchos de sus enemigos han aprovechado esa circunstancia para hacer correr insidias que, por lo que se ve, no afectan a su vida privada.
Este sábado fue el día de la gran despedida en el Camp Nou al todavía entrenador del FC Barcelona. Pero también fue su homenaje personal y familiar al club al que tanto ha dado y del que tanto ha recibido.
