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Piqué recupera galones en una zaga que tiró de orgullo para frenar al PSG

  • 10 diciembre 2014 /

El defensa catalán parece haber superado el bache tras el naufragio del clásico y recupera, poco a poco, la jerarquía perdida.

Barcelona, España.

El zaguero Gerard Piqué encadenó en la victoria ante el PSG (3-1) su quinta titularidad consecutiva -entre Liga española y Liga de Campeones- y lideró la defensa este miércoles de tres centrales del Barcelona para frenar, con más anarquía que orden, el ataque liderado por el omnipresente Zlatan Ibrahimovic.

Incomprendido, a veces, por un sector del entorno azulgrana, el defensa catalán parece haber superado el bache tras el naufragio del Bernabéu y recupera, poco a poco, la jerarquía perdida en un equipo faltado de centrales puros.

Después de la derrota el pasado 25 de octubre ante el eterno rival, Piqué vivió unas semanas de especulaciones sobre su futuro acrecentadas, en parte, por acumular las tres suplencias consecutivas ante el Celta, el Almería y el Ajax de Amsterdam.

Tras el parón de selecciones algo cambió en la libreta de Luis Enrique, pues volvió a apostar por el barcelonés en la victoria incontestable ante el Sevilla (5-1). Desde entonces, el '3' azulgrana ha sido titular en todos los encuentros -Apoel, Valencia, Espanyol y PSG-, a excepción del descafeinado duelo de dieciseisavos de final de la Copa del Rey ante el Huesca.

Pero el examen definitivo para consolidar su recuperación le llegó ante el PSG, en el Camp Nou. El Barça se jugaba a una única sola carta -la de la victoria- la opción de amarrarse al primer puesto del grupo F y lograr, así, la ventaja de campo en los octavos de final de la máxima competición europea.

A pesar de que en la previa Luis Enrique relativizara sobre la relevancia del duelo, a nadie se le pasaba por alto que se trataba de una de las equis fijas en el calendario azulgrana.

Ante las estrellas del PSG de los petrodólares qataríes, se le presentaba al Barça un reto mayúsculo: frenar al siempre imprevisible Zlatan Ibrahimovic.

Quizá por ello revolucionó la alineación Luis Enrique, apostando por una línea de tres centrales formada por Mathieu, Piqué y Bartra, tres jugadores que superan la barrera del metro ochenta, unas credenciales físicas suficientes para contrarrestar la exuberancia de Cavani y del exazulgrana.

Con el flanco aéreo protegido, el Barça sufrió en estático. Y así fue como llegó el primer gol de los franceses: centro de Lucas a Matuidi en el interior del área, quien le dejó el balón franco a Ibrahimovic para batir con un potente disparo a Ter Stegen.

Sufría la zaga azulgrana defendiendo a campo propio, por lo que la única manera de asustar los fantasmas del segundo gol era a través de avanzar la línea defensiva hasta la media luna, algo que se vio de manera intermitente a lo largo del partido.

Menos problemas, eso sí, tenía el Barça en la salida del balón, una función que asumió un seguro Piqué, que apenas titubeó ante la red planteada por Blanc en la medular.

Los tantos de Messi y Neymar no calmaron las dudas en defensa que se acrecentaron en el segundo tiempo, en el que el Barcelona perdió el control del centro del campo. Así las cosas, el partido se convirtió en una ida y vuelta que dejó en evidencia la falta de continuidad táctica de los locales.

En estas Bartra, desempolvó el espíritu de Puyol para salvar el gol del empate en una transición rapidísima de los franceses. Se aprovechó Lucas de la indecisión de Mathieu en la banda derecha y sirvió a trompicones el balón a Cavani y Matuidi, cuyos remates fueron rechazados en una chispa de orgullo del tarraconense.

Con el partido roto, Luis Enrique dio entrada a Xavi y Rakitic, recuperó la defensa de cuatro con la pareja Mascherano-Piqué y amarró el partido con el gol de oportunista del uruguayo Luis Suárez.

Quizá por ello, Piqué se liberó en el minuto 85 con una de sus impetuosas aventuras en ataque, una licencia con la que parecía celebrar el pase del Barça como primero de grupo y, de paso, su regreso como titular (casi) indiscutible.