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Marcelo Verón: '¿Con quién voy en la final? Me tiro un poco al lado del Puerto”

  • 07 diciembre 2016 /

El exdelantero de Platense y Motagua dice que se inclina por los escualos en la final, ya que los azules disputan más finales seguidas.

Buenos Aires, Argentina.

A muchos aún les resulta familiar el nombre de Marcelo Verón, un argentino que llegó a Honduras con 21 años de edad y junto con su compatriota José Pacini formaron una de las duplas más letales en la Liga Nacional. Ambos fueron parte de aquella generación dorada con la que Platense se proclamó campeón del fútbol hondureño en el 2000-2001.

Retirado y con 38 años, Verón todavía sigue involucrado a su pasión. Tiene una escuela de fútbol familiar. Aunque su principal trabajo es como secretario de deportes en Villa Ramallo, una provincia de Buenos Aires.
Verón aún guarda intactos los recuerdos de aquellos años en Puerto Cortés, además de los que vivió en la capital cuando vistió el uniforme de Motagua, con el que también se coronó campeón.

Tosello y DiegoV ázquez jugaron acá y luego volvieron como entrenadores, ¿usted ha pensando en regresar para dirigir en Honduras?

Debería de surgir la oportunidad. A Diego se le presta porque llevó una gran parte de su carrera en Honduras y era muy conocido. Llegado el momento, si alguno lo propone...yo tengo un gran cariño por el país. Jugué en muchos lugares, pero ese fue el único en el que me divertí haciendo mi trabajo.

Esa generación de 2000 era espectacular, pero ¿cuál fue la clave para salir campeones? ¿Qué pasó en ese camerino?

Siempre voy a recordar la charla que tuvimos antes de esa final contra Olimpia. Teníamos la certeza de que se nos había dado la revancha (seis meses antes habían perdido en esa instancia contra los albos, con un gol de oro). Un compañero (Edgard Sierra) nos hizo saber que el clima era de campeón, que ese era el día. Gracias a sus palabras nos dimos cuenta que todos teníamos la misma sensación. De esa charla salí campeón, no me hizo falta el final del partido para saber que éramos el mejor equipo.

¿Qué sintieron en ese momento luego de romper con una sequía de 36 años sin títulos?

Recuerdo que cuando Rony (Morales) hizo el gol, todos salimos hacia cualquier lado, sin rumbo, llenos de alegría. Fue un shock grande. Algo que merecíamos desde el torneo anterior y que llegó en ese momento. Con Motagua me pasó algo diferente porque había mucho más nerviosismo. Esa final se definió en la tanda de penales.

Foto: La Prensa

Marcelo Verón formó parte de una generación dorada, que en 2000-01 logró ser campeón.
¿Cuál título festejó más?

El de Platense lo festejé más porque fue mi primer título fuera de Argentina. Además sentí que había colaborado con ese campeonato. Habíamos roto esa racha. También haber salido campeón con Motagua lo festejé mucho.

Ahora Motagua y Platense son finalistas, ¿a quién le va?

Yo prefiero guardarme esa respuesta. Tengo amigos de los dos lados (risas). La va a ganar el que esté más concentrado. Me tiro un poco del lado del Puerto porque no están acostumbrados a las finales. Motagua las juega casi todos los años. Cuando nosotros jugamos la final contra Olimpia sentíamos lo mismo. Ellos jugaban seguido finales y dijimos: “Esta dejénnosla a nosotros”.

¿Qué tanto puede pesar cerrar una final en Puerto Cortés?

Para el beneficio de Platense la final no debería salir de Puerto Cortés. En el 2001 le pedimos a la directiva no salir de ahí, había un tema económico, pero deportivamente queríamos tener mejores oportunidades.

Sobre Diego Vázquez...

Es una persona que es muy positiva, creyente, que puede sacar lo mejor de vos. Cuando agarró Motagua me di cuenta que iba a estar mucho tiempo; primero, porque tiene un cariño muy especial por el equipo y, segundo, por su forma de ser. Ha levantado muchos títulos como jugador y ahora como entrenador, y tengo el recuerdo de que estaban esperando un resultado para ver si lo cambiaban, no me pareció justo. Él conoce bien el club y sabe las reglas.

Además de dos títulos, ¿qué más le dejó su paso por Honduras?

No es fácil jugar en Honduras. Yo llegué con 21 años, pero el fútbol hondureño me dio la oportunidad de creer en mí.

Cuando le digo: Marcelo Verón y José Pacini, ¿qué se le viene a la mente?

Nos entendíamos bien. Él jugaba por dentro y yo por fuera. Él hacía el trabajo sucio, recibía las faltas. Yo jugaba por los costados. Realmente tuve suerte al haber hecho tantos goles para lo lejos que jugaba del arco.

Edgar Álvarez sigue dándole fútbol al Platense, ¿qué opina?

Eso pasa con todos los jugadores que vuelven a su casa y se sienten cómodos. En Argentina pasó con Sebastián Verón, quien volvió después de muchos años en Italia a Estudiantes, su casa. Edgard juega con la tranquilidad de no tener que demostrarle nada a nadie. Nadie en Honduras va a decir que es un mal jugador, todo lo contrario. Él sabe lo que logró en el fútbol, que jugó en Italia, en la Selección Nacional, simplemente tiene que entrar a la cancha y hacer su trabajo. Físicamente es increíble.

Un día Leonel Flores nos llevó al Olímpico a hacer unos test físicos. Me puse a correr a la par de él. Edgard ya llevaba los 100 metros y yo iba por la mitad de la pista. No era lento, pero al lado de él era una tortuga. Tiene una condición admirable. Me parece que está dado para que juegue en ese nivel.

Él y Rambo todavía tocan buena música...

Yo no vi a ningún jugador hondureño como Rambo, al menos en mi época. A Rambo lo vi hacer cosas que no se las vi a otro. Era fuera de serie. Era un jugador capaz de patear a 40 metros con derecha o izquierda. Tiene una gambeta rara y sobre todo una personalidad increíble. No le importa si lo insulta o le gritan, siempre pedía la pelota y no arrugaba.

¿Cuál fue el defensa más duro que enfrentó?

Samuel Caballero. Encima cuando salía a los costados, me robaba la pelota y me gambeteaba él a mí. Tengo un buen recuerdo de las personas que enfrenté a pesar de las patadas que me dieron. Yo tenía un clásico con Júnior Izaguirre cuando estuve en Platense, se cansaba de pegarme, pero al otro año fuimos compañeros. También a Leo Morales le hacía bromas cada vez que me lo cruzaba en algún centro comercial.