Energía = resiliencia = coherencia

Dormir bien y evitar las fugas innecesarias de energía son claves para construir, mantener y almacenar la resiliencia

  • 24 ago 2016

Piensa en la batería de un carro: cuando está cargada puedes ir y venir a donde desees, ¿cierto? Dentro de nosotros también tenemos una batería que podríamos dividir en cuatro áreas: física, mental, emocional y espiritual; cuando está cargada nos permite fluir, tomar buenas decisiones y enfrentar con serenidad cualquier situación que se presente.

A esto se le llama capacidad de resiliencia. A mayor energía, mayor resiliencia, y a mayor resiliencia, mayor reserva de energía.

El único problema es que los seres humanos tendemos a gastar más energía de la que reponemos. Cualquier pérdida dentro de una de las cuatro áreas provoca que la capacidad de resiliencia se reduzca. Dormir bien y evitar las fugas innecesarias de energía son claves para construir, mantener y almacenar la resiliencia.

¿Sabías que un disgusto fuerte gasta menos energía que las pequeñas fugas que tenemos durante el día por miedo, tristeza, ansiedad, resentimiento, preocupación o impaciencia?

Estas emociones suelen aparecer por debajo del radar y no las identificamos tan fácil como un enojo intenso; sin embargo, provocan una cascada de más de 1,400 cambios bioquímicos y hormonales que estimulan los procesos para producir y consumir energía.

El costo es muy alto, ya que algunas de estas hormonas, como el cortisol, se pueden quedar durante horas en nuestro organismo.

El Heartmath Institute compara esa pérdida de energía con meter el acelerador del carro a fondo y dejar las luces prendidas de tu auto una vez que lo apagaste, pues lenta y calladamente drenan nuestra batería interna.

Hay dos sistemas fisiológicos que controlan aquella cascada de cambios bioquímicos en el organismo: el sistema endocrino, que regula la producción hormonal, y el sistema nervioso autónomo. Para recargar tu energía de manera inteligente:

1. Identifica qué o quiénes te producen esas pequeñas fugas de energía. Por ejemplo, ¿llegar tarde al trabajo te produce ansiedad? ¿Discutir con tu pareja te hace sentir impotente? ¿No dormir bien te frustra?

2. Escribe e identifica la emoción que te produce cada situación en particular.

3. Busca la solución para manejarlas.

4. Aplica la siguiente “respiración del corazón”, creada por el HeartMath Institute:
Enfoca tu atención al corazón o al centro de tu pecho. Imagina que inhalas y exhalas de manera profunda desde él. Respira más lento que de costumbre (por ejemplo, cinco segundos para inhalar y cinco segundos para exhalar).

Puedes practicar con los ojos abiertos. Pronto te acostumbrarás y nadie notará que lo estás haciendo. Está demostrado que cuando llevas tu atención a un área específica de tu cuerpo produces en ella cambios fisiológicos medibles. En este caso, enfocarte en el corazón ayuda a cambiar el ritmo cardiaco a un estado más coherente.

También ayuda a dejar de concentrarse en el tema que nos disgusta, lo que calma nuestros pensamientos y estabiliza las emociones.Esta técnica tan sencilla crea una pausa interna, y con ello nos abre una ventana para elegir cómo responder. Es decir, no permitimos que el piloto automático y las emociones nos secuestren y nos lleven a una reacción sin control. Puedes utilizar esta técnica antes, durante o después de momentos tensos en el día. Piensa que aun pequeños periodos de calma tienen un gran beneficio en nuestra vida, nuestro desempeño y, sobre todo, en nuestras relaciones.