Una valiosa compañía para los niños

Los peluches o mantitas que los niños suelen tener como su juguete favorito son más importantes de lo que los padres imaginan

  • 10 feb 2017

Los peluches o mantitas que los niños suelen tener como su juguete favorito son más importantes de lo que los padres imaginan

El osito que tu hijo arrastra por toda la casa es más que un juguete, es la señal de que se está aventurando a descubrir el mundo sin necesidad de que lo lleves de la mano.

Entre el año y medio y los tres años de vida, los niños aprenden a separarse de sus figuras de cuidado más importantes, empiezan a caminar, a comer solos, a controlar esfínteres, a explorar su cuarto, su casa y el exterior, pero necesitan algo que los haga sentirse acompañados, el osito o una manta son una opción.

Antonio Rizzoli, jefe de la Unidad de Investigación en Neurodesarrollo del Hospital Infantil de México, advierte que el osito o la mantita que los niños no quieren soltar, son objetos transicionales. “Son más que una compañía, son para sentir que hay algo ahí que está conmigo, que no me va a abandonar y que me acompaña para no sentirme solo en el proceso de aventurarme a cosas nuevas”.

“El niño en principio siente que es parte de sus papás y después aprende que es un individuo independiente en el marco de una familia donde los papás lo cuidan y lo protegen, pero él puede salir a explorar el mundo”. Rizzoli equipara los objetos transicionales de los niños con la medallita o el colgante que un adulto recibió de un ser querido y que se pone cada vez que debe enfrentar una situación que le provoca miedo o nerviosismo.

El apego a esos objetos es normal e incluso, señala, se recomienda usarlos para que el niño sienta la presencia del abuelo que vive en otra ciudad, de mamá cuando se va a trabajar y de papá cuando sale de viaje. “Cuando papá se vaya de viaje o no esté cerca pueden ponerle al osito el perfume de papá para que el osito le ayude al niño a sentir la presencia.

“También pueden colocarse un rato la mantita bajo la ropa, pegada a la piel, para que se impregne del olor de la persona y después dársela al niño”, aconseja. Y aunque a los papás no les guste el oso tuerto y viejo o la mantita rota, es importante respetar su elección. “Mientras las condiciones de higiene sean aceptables ni siquiera se recomienda lavarlo”.

La mayoría de los niños abandona sus objetos transicionales alrededor de los 3 años, siempre y cuando sus papás les ayuden a combatir sus miedos. “El momento en el cual los niños dejan su osito tiene que ver con qué tanta confianza les damos, muchas veces mamá y papá están tan preocupados por su hijo o hija que le resuelven todo inmediatamente y no le dan la oportunidad de experimentar la independencia.

“En ese caso los niños tienden a aferrarse más a los objetos para no sentirse abandonados en un mundo que no saben cómo manejar”, destaca.

Para favorecer la independencia, Rizzoli recomienda que a partir del primer año el bebé duerma en su propio cuarto, además de darle la oportunidad de elegir qué quiere comer primero, dejarlo que coma solo y generar un ambiente seguro donde pueda caminar y jugar.

“Si el niño quiere bajar un escalón y escucha el grito de la mamá diciendo: ‘Te vas a caer’, entonces el niño voltea para identificar el sonido, se cae, se pega, y llega la mamá con el: ‘te lo dije’, pero lo que ella erróneamente hizo fue fomentar la culpa ante la iniciativa del niño de hacer algo por sí mismo.

Se aconseja que a partir del primer año el bebé duerma en su cuarto para ayudarlo en su independencia.
Dulces sueños
Podemos usar al osito para modelar hábitos y crear una rutina para antes de dormir, en la cual se incluya lavarse los dientes, ir al baño, ponerse la pijama. También son una compañía para el niño durante las noches, porque en esta etapa es cuando pueden tener terrores nocturnos que provocan que el niño quiera pasarse con los papás, pero si tienen un osito es más fácil que aprendan a autorregularse y dormirse en su cama.