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Amor y Vida, guardián de niños con vih/sida

  • 02 mayo 2015 /

La institución sampedrana cuida a niños que han quedado huérfanos por la mortal enfermedad.

San Pedro Sula, Honduras

La sonrisa en el rostro de los 33 niños que alberga la fundación Amor y Vida es una clara muestra que el trabajo de la institución en esta ciudad es ejemplar.

Desde que Amor y Vida fue fundado en 1994 por la dama altruista María Elena Micheletti, sus autoridades se han entregado a dar amor a los niños que han quedado huérfanos por el vih/sida o que padecen esta mortal enfermedad.

Aunque el dinero ha faltado muchas veces en el centro, el amor siempre está presente. El personal de la institución lucha a diario por enseñar a los menores a contrarrestar con actitud catracha el estigma y la discriminación que lamentablemente todavía existen en el país.

Así lo manifiesta María Iris Ríos, directora de la fundación desde hace tres años. “Generalmente, la gente los discrimina mucho, pero creamos una campaña con ellos y les enseñamos a dar la cara y explicar a la gente que desconoce la enfermedad porque muchas veces el rechazo es por desinformación”, dijo.

En 21 años de existencia, el albergue ha formado a 180 jóvenes. Algunos llegaron cuando tenían de seis meses a dos años de edad. En la actualidad, Amor y Vida tiene a su cargo a 33 hondureños en edades de 9 a 22 años. Realizan actividades cotidianas y tienen el mismo cariño que en un hogar. Una vez al mes reciben atención médica en el hospital Mario Rivas, donde también se les entregan los retrovirales.

Para evitar que los chicos sufran por el rechazo, la fundación abrió una escuela dentro de las instalaciones y contrató a una maestra que imparte clases de primer a sexto grado.

Cursan la secundaria en institutos aledaños a la zona, como el Tecnológico de Administración de Empresas (Intae) y el polivalente Froylán Turcios.

La pasión de Ríos por su labor en el centro la motiva a buscar diversas formas de ayuda para que la institución siga operando; al mes requieren un presupuesto de más de 150,000 lempiras.

“Muchas veces, el dinero no alcanza, pero este es un proyecto que tiene la bendición de Dios y siempre alguien aparece a la puerta con una ayuda”. Se sostiene gracias a la solidaridad de unas cuantas empresas y eventos que la dirección organiza. Además, el año pasado implementaron el apadrinamiento, consistente en que las personas interesadas apoyen financiera y afectivamente a un niño. “No solo queremos que den dinero, sino que los visiten y convivan con ellos”.